Capitulo5: La Marcha de los peregrinos

-…pero sé bienvenida, diosa prudente y sacra, La más divina, tú, Melancolía,
Cuyo rostro de santa con exceso fulgura
Para la vista humana,
Y a la flaca mirada se nos brinda
Cubierto con el negro tinte de la Prudencia…-
Recitaba a media voz Tristán la obra Il Pensoroso traducida de Milton, uno de sus poetas preferidos, para romper la tensión asfixiante del silencio mientras caminaba en medio de la nieve sin rumbo ni orientación. Era una sombra titilante en medio del desierto blanco en que se había convertido la estepa nevada. No podría recordar cuánto tiempo llevaba caminando ni dónde se encontraba, evitando consultar su viejo reloj de cadena, solo sabía que el cielo había permanecido encapotado sin que tuviese la necesidad de ocultarse y que la nieve iba devorando implacable el paisaje con jirones albos y gélidos que habrían matado a cualquiera que no hubiese sentido ya el frío de la muerte en sí mismo. ¿Por qué caminaba y no tomaba un avión o un tren para abandonar el país? Simplemente porque no conocía el idioma ni las costumbres y sin Dennis a su lado estaba literalmente perdido en una época que no comprendía, además, no podía negarlo, siendo un romántico apasionado consideraba que una marcha a pie era lo más adecuado para su viaje.
Llevaba todo el trayecto sin cazar criatura alguna, en un ayuno consciente. Para Tristán su búsqueda tenía el carácter de un peregrinaje en busca del templo profano donde residían sus pasiones: aquella Ilusionista encantada a quien le debía la no vida y la no muerte. No dejaba de pensar en ella, por todo el tiempo en que había rehuido a su imagen; sus sentimientos seguían siendo un caos que ya no se preocupaba por analizar, amor y odio, admiración y desprecio, adoración a la madre y a la mujer, porque ella en una noche había destruido un mundo y a la vez su seno mágico había creado otro, mas era uno tan complejo que en su orfandad Tristán necesitaba volver a ella para aprender a vivirlo. Alucinaba con el momento de verla y postrarse a sus pies como quien se halla frente a una deidad, para venerarla y preguntarle entre gritos todo lo que no comprendía, vengarse, besarla y beber de su boca la vida que ella había tomado de su cuello. Acariciaba su cicatriz, dos puntos rojos en la blancura del cuello tan ínfimos como su propia presencia en la extensión nevada.
Iba a ciegas este peregrino frenético que hacía de la locura una estrella guía en el firmamento. No tenía la menor idea de cómo hallar a la vampira, tampoco poseía alguna información sobre ella más que el incierto nombre que le diera Margarita. Se detuvo un instante, Margarita, la encantadora extraña, y Dennis, su camarada de un siglo, su amigo y apoyo, cómo los extrañaba; miró hacia atrás como si fuera a encontrarlos, a sabiendas que solo le precedía el vacío burlesco sin rastro alguno de su reciente paso. La soledad caminaba a su lado, una dama más fría que la nieve, no le era desconocida, mas no por ello menos despiadada, era un dolor agudo al que le sonrió como el penitente a su purga, pues comprendía que constituía una parte necesaria del proceso que comenzaba a enfrentar: la búsqueda de su destino.
Comenzaba de cero en el lugar más idóneo, en el rostro mismo de la Nada, proyectada en su alma o viceversa. En la blancura de la nieve fue perdiendo paulatinamente el sentido de la realidad hasta que no supo qué parte de lo que ocurría a su alrededor provenía de su propio mundo interior que rompía sus fronteras y se derramada en ese plano. El silencio lo agobiaba, nunca le había gustado, porque era como un insistente espectro que parecía esperar algo que él desconocía, trataba de capearlo con poemas y diálogos de obras teatrales, monólogos improvisados, versos de su propia autoría que nacían y morían en el olvido como los suaves copos que seguían dejándose caer suavemente. El frío era otro problema, pues no lo sentía tanto en el cuerpo, helado ya por su naturaleza, como en el alma misma que congelaba una a una sus emociones hasta adormecerlas dejando solo la ardiente imagen inmortalizada de su Ilusionista amada, gobernando su mente sin saber, convirtiéndolo en un vagabundo de pasos lentos con un solo deseo en los ojos reflejando el vacío.
Su siguiente compañía fue la locura, aunque siempre pensó que ésta venía ya a su lado desde el comienzo de su andar, y su sequito de delicados delirios sobre fantasmas del pasado que danzaban a su alrededor reviviendo escenas que creía olvidadas. Su infancia solitaria, su esplendor artístico, su nuevo nacimiento con la respectiva “infancia” en que tuvo que aprender otra vez a sobrevivir, Dennis, su amigo Dennis, su despedida. Recordó el motivo real de su partida, no eran celos de amigo como había pensado en un principio al poco notar de las contantes desapariciones de su compañero; era la envidia, tímida, infantil (Den tenía razón, seguía siendo un niño en el interior), Dennis estaba tan cerca de su sueño y él tan lejos, Dennis superaría las heridas de la no vida y él todavía no terminaba de entenderse a sí mismo. Lo estimaba, realmente lo estimaba y por eso se alejaba, para demostrarle que era capaz.
Las ideas en su mente iban tomando sentido y perdiéndolo simultáneamente. Su travesía de romero le había otorgado ya un beneficio, tenía la oportunidad de verse a sí mismo, por primera vez, sin las máscaras de las apariencias ni los complejos o temores de la vida; estaba solo y no podría huir de su propia voz, que comenzaba a echarle en cara todos los agravios cometidos desde su transformación
-Siempre es lo mismo Tristán, desperdicias tu tiempo- se dijo a sí mismo en voz alta
-¿Por qué?- se respondió a sí mismo a la defensiva
-¿No podrías ser más simpático? Siempre lamentándote, siempre necesitando que alguien más te oriente, que te digan que todo va bien ¡Por Dios, estás en la cima de la cadena alimenticia! ¡Superaste a tu especie original!...
-¡Pero a veces somos como… monstruos!...
-¿Y qué tiene eso de malo? Los monstruos inspiran grandes historias, esta es una época que necesita de monstruos que pongan a los humanos en su lugar…
-Hablas de los humanos como si fueran algo ajeno…
-“Cena”. Tú mismo te refieres a ellos así ¿O lo haces para ocultar que después de dos siglos sigues temiéndote a ti mismo? Ya no eres humano, asúmelo…
-Soy un humano no muerto. Eso es el vampirismo…
-¿No aprendiste nada de Dennis? La vida no es una condición biológica, es un estado espiritual. Eres un vampiro, una forma superior de vida, un depredador ¡Disfrútalo!...
-¿Forma superior? Huyendo de la luz, insertos y tratando de mezclarnos en la sociedad de la cual supuestamente renegamos…
-Otra vez, Tristán ¿No puedes dejar de sufrir? Me caes mejor cuando eres un cazador sanguinario ¿Quieres sentirte víctima? ¡Yo te victimizaré!...
-¿Qué?...
-Deseas sangre, llevas mucho tiempo sin alimentarte, quieres matar a alguien, quien sea y estás irritado así que destrozarás el cuerpo solo para descargarte. Eso eres, Tristán, una criatura violenta, una criatura devoradora de vidas. Que lance la primera piedra el que nunca hizo daño a alguien. Aunque lo extrañes, los hombres suelen ser más despreciables que los vampiros, te consta, te aterra el presente…
-Los vampiros son fríos y sinceros, sigilosos pero valientes. Soy un vampiro…
-Muy bien, niñito, eres un vampiro, ¡grítalo!…
-Vampiro… Vampiro… Vampiro… Vampiro…
-Vampiro… Vampiro… Vampiro… Vampiro…
Tristán comenzó a correr como un maniático por la nieve, casi sin pisar el suelo, sumido en un trance fantástico (o fanático?). En el vacío de la estepa solo se oían los ecos frenéticos de su voz por entre los silbidos de la tormenta. Corrió dejando atrás aquellas ramas que seguían enredadas a su corazón con cuitas que arrastraba desde su infancia, no sentía nada más que la fuerza de su espíritu abriéndose paso con furor incontenible, tanto que pensaba que si llegada a detenerse la nieve a sus pies se derretiría o tal vez incluso haría salir el sol. Se sentía extremadamente, gloriosamente libre y poderoso, como no lo experimentaba desde la noche de amor con la Ilusionista, con la diferencia primordial de que en este momento no necesitaba de nadie, pues en sí mismo fluía la potestad eterna, la embriagante sensación de ser capaz de llevar las riendas de su existencia hacia las mismas estrellas.
-Vampiro… Vampiro… Vampiro…
Quizá fue parecer suyo, pero sintió un golpeteo en el pecho y sintió que su corazón volvía a latir, de un modo distinto, más lento y sabio, con más vigor y belleza. Siguió corriendo como un poseído, o más bien como un liberado, de aquél modo sublime que solo los que han vivido tal catarsis podrían comprender.
Corrió, corrió, gritó, gritó. En medio de su éxtasis, pasó sobre un lago congelado sin darse cuenta, quebrando la delgada capa de hielo bajo el peso de su cuerpo. De haberlo querido pudo haber saltado antes de caer en las álgidas aguas, pero por alguna razón se quedó ahí, hundiéndose lentamente, naufrago excéntrico, con una sonrisa dulce, como si estuviese siendo arrullado por una madre o un calentador eléctrico. Mientras el agua cubría los contornos de su rostro cianótico, con los labios escarchados y violáceos murmuró
-… Vampiro, sí, un vampiro llorón
Y las aguas lo cubrieron. Tristán se fue hacia el fondo sereno, como una pluma cayendo ligera desde el firmamento, con los pliegues de su abrigo flotando en ondas etéreas a su lado. Se sintió parte del ambiente, se dejó llevar en la inusitada paz… hasta que solo hubo olvido, paz y olvido.
El tiempo y la nieve continuaron sus misiones inexpugnables, nadie se enteró en aquella explanada de Nada, de todo lo ocurrido a Tristán.

Una suave molestia en las costillas lo despertó, una punzada insistente. Sin abrir los ojos buscó el objeto golpeador y sujetó con firmeza el tobillo de la pierna que lo pateaba
-Déjate de joder
Musitó sonriente, sabiendo la respuesta que vendría
-¿Qué fue lo que te pasó, niñito? Te dejo por tres semanas y te vengo a encontrar en el fondo de un lago
-No tengo la menor idea… mentira, lo recuerdo bien, pero no puedo describírtelo
- ¿De qué sirve un amigo medio-poeta-frustrado si no encuentra palabras? Hahaha…
Dennis rió con el mismo cascabeleo encantador que le había caracterizado durante sus siglos de existencia. Tristán lo secundó, pero su voz sonaba algo temblorosa, supuso que su piel aun no se descongelaba del todo. Rápidamente se sentó sobre la nieve y se encontró con los ojos castaños de su amigo
-¿Qué haces aquí? oh, espera… - se interrumpió mirando alrededor angustiado- Mierda, pensé que había avanzado más, ¿aun no dejo Rusia?
-Estamos en Finlandia.
-¿Y qué haces aquí?
-Vinimos por ti, supusimos que estarías metiéndote en problemas ¿y qué crees? Teníamos razón, estabas en el fondo de un lago. Claro que tomamos un avión, como seres civilizados
-¿Margarita también viene?
-Sí, está en el hotel, en Hamina. Te extraña, o eso creo… es tan rara
-¿Cómo supiste donde encontrarme?
-Es una larga historia- rió Dennis- gracias a una Prostituta boxeadora
-Qué demonios… bueno, vámonos de aquí. Apenas veas un ser bípedo me avisas, agonizo de sed
-No faltaba más
Tristán se incorporó desperezándose escandalosamente. Su ropa seguía empapada, pero no le molestaba, de frío no moriría. Se notaba de buen ánimo y de algún extraño modo, más relajado de lo que nunca se había mostrado. Miró largamente a Dennis, complacido, se alegraba de tenerlo cerca otra vez, entonces se dio cuenta de un detalle que había pasado por alto
-¿Y la corredora rusa de autos?
El bello rostro de Dennis hizo un mohín casi imperceptible, luego se encogió de hombros sin perder la sonrisa
-Murió
-Oh…
-Es el triste destino de los humanos
Concluyó Dennis adelantándose para indicarle a su amigo que lo siguiera. Claro que había más en aquella historia, Tristán también lo notaba, la transfiguración del peregrinaje no lo alcanzaba solo a él, pero prefirió respetar el silencio de su compañero.

Mientras caminaban tranquilamente (a una velocidad sobrehumana, pero para ellos dentro de lo normal), Dennis fue recordando los sucesos posteriores a la partida de Tristán. La noche no había sido inolvidable, ella había ganado la carrera y él no pudo cobrar el beso ni su bufanda, mas de todos modos y sin saber exactamente cómo, se halló con ella y sus amigos, todos bebiendo la cerveza que él había invitado tras perder la apuesta. La corredora, por supuesto, se había embriagado tal y como lo hacía cada vez que ganaba sus carreras y antes de decirle que él era el elegido de la noche para dejarla en su departamento le dijo algo extrañada y entre balbuceos de borracha
- Nunca… había visto un… hombre que be… bebiera tanto… y no estuviera si quiera… un poco ebrio – Dennis solo respondió con una sonrisa misteriosa, tal vez algo oscura.
Ya en el departamento de la mujer, el vampiro la había dejado acostada eludiendo cada insinuación, porque si algo habría de suceder entre ellos, en una prueba de la sinceridad de sus sentimientos deseaba que ella lo recordara con total lucidez. Sin embargo, contra sus planes iniciales, antes de salir, se detuvo bajo el umbral de la puerta y algo dudoso preguntó su nombre para recordarla desde entonces no como la corredora, sino como Larisa. Una palabra que flotaría en su mente con la delicadeza de un bálsamo exquisito y embriagante.
En vista de que aún quedaban dos horas para el amanecer decidió volver a casa con Margarita. Se fue a paso lento, por primera vez en mucho tiempo se había puesto a reflexionar cuidadosamente lo que haría, pensando en ella como un adolescente enamorado; le hablaba y ella suscitaba aún mas fascinación que antes. Si bien la noche no le había dejado más que su nombre, seguía preguntándose el por qué ella causaba ese interés tan profundo, no había concluido mucho al respecto, pero en las casi dos horas que demoró en llegar había pensado lo suficiente como para decidir lo que debía hacer, por doloroso que fuere. Entró en la casa y vio a Margarita en el televisor como siempre.
- Margarita – Ella levantó la vista extraviada como siempre – asegúrate de beber suficiente sangre mañana y llegar temprano. Saldremos a buscar a un niñito
Quizás debido a la inusitada expresión en el rostro de Dennis Margarita, contra lo usual, lo recordó muy bien la noche siguiente.
Cuando la hora esperada llegó, apenas el Sol concluía su marcha somnolienta, Dennis salió. Su destino: el departamento de Larisa, sabía que estaría allí, tocó firmemente la puerta hasta que ésta se abrió y él entró en absoluto silencio. Las cosas se iban dando como en cámara lenta, con la trascendencia correspondiente. Tomó dos Kunstmann, entregándole una a ella y vaciando la suya sin pausas. Larisa estaba sentada en la cama viéndolo con una fascinación que tampoco podía explicarse e iluminaba maravillosamente sus ojos.
-Esta será la última vez que nos veamos, así que antes te dejaré un secreto. Seguro que no me creerás, lo cual no me importa demasiado, pero te lo demostraré para que no te quedes con una imagen barata de mí- había dicho Dennis a la desconcertada mujer- Soy un vampiro
Tras decirlo le mostró en una triste sonrisa los filos mortales de sus colmillos para luego besar sus labios brevemente, no quiso verla a los ojos. Intentó marcharse, pero le detuvo la delicada mano posada en su hombre con fuerza, cuando volteó, vio en sus ojos lo que para él era indescriptible.
-Conviérteme- Allí lo supo, recordó la noche anterior, recordó sus palabras, ya nada le era nebuloso, se angustió con un pesar antiguo que creía olvidado. Ella lo había visto en la fiesta de año nuevo, pero no lo supo hasta ese instante; preguntó a sabiendas la respuesta.
-Eres joven y bella, ¿Por qué quieres ser un vampiro?
-¿Me vas a convertir o no?
Aquello que sea lo que escriba los extraños renglones del destino a veces tiene sus intervenciones triunfales, llamarlo coincidencia o milagro es algo que depende de cada cual, hoy solo he de decir que éste hizo su aparición oportuna dándole a Dennis un corto de luz que dejó la habitación a oscuras por las gruesas cortinas. Quitó su máscara por primera vez y lloró para sí, vaciaba sus lágrimas en silencio, en medio de la nada y del modo en que debía haberlo hecho hacia tantos siglos. Lo había comprendido todo, o al menos casi todo, si esa noche Larisa fue convertida o no aquella noche, quién lo sabe. Para nosotros solo queda la certeza de que esa noche Dennis salió del edificio con otra mirada ¿Más madura o más triste? Si al menos él lo supiera.
Avanzaba sin mirar atrás, como lo había hecho una lejana noche de carnaval, con la misma oscura seguridad de entonces. Si de algo se arrepentiría en su longeva existencia sería de no haber dicho también que la amaba del modo más puro que pudiese imaginarse, aunque quizá no se arrepienta y piense que lo mejor fue callar y convertir todo rastro de su presencia en una oscura leyenda. Quién sabe, en el caótico mundo de las pasiones nada está escrito y los vampiros pertenecen a ese mundo como los murciélagos a las cavernas.
Y ahora estaba allí, en Finlandia, todo lo demás se lo tragó la oscuridad de aquella ciudad.
Llegaron a la ciudad más rápido de lo que hubiera sido en una camioneta apta para la nieve. En el hotel Tristán pudo bañarse y cambiarse las ropas que llevaba por las de un muchacho que antes de llegar había chocado con él y lo había provocado con violentas palabras. Mala idea. Después de saludar afectuosamente a Margarita bajaron a celebrar en el bar que volvían a ser tres.

-¿Podría repetirme la orden, por favor?
Preguntó el mesero a Dennis, el único que hablaba finés, mientras Margarita hacía grullas de origami con las servilletas y Tristán miraba con ávida atención el esbelto cuello de la mujer de la mesa contigua.
Dennis respondió, sin que nadie notara la tenue amargura de su voz
-Un margarita para la dama y dos copas de vino para nosotros.

2 comentarios:

  1. excelente capitulo *-*, mi favorito hasta ahora ^^ sigan asi , esperare el proximo kpitulo :D

    s3b4

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  2. Muy buen capitulo, esperaba que ahora sería solamente la historia de Tristán, pero ahora con capitulo leído, veo como me equivocaba.

    Esta historia me tiene enganchado, espero terminarla luego para dar un gran comentario.

    El Chico de la Risa Estruendosa.

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