Último Capítulo: ¿El Final?

Pese a que deseaba con todo su corazón que aquél fuera el viaje más tranquilo de su no vida, Tristán sufrió el vuelo más inquietante que pudiera imaginarse. Pasando por alto los nervios que le devoraban la psiquis, la presunta astuta idea de cambiar asiento con Dennis para no tener que aguantarlos e ir sentado hacia el pasillo, le significó un brazo amoreteado por el constante choque del carrito de alimentos que la azafata (con algo de alevosía) insistía en guiar por su lado. Con rabia miraba el plácido sueño de querubín en el que Dennis venía sumido desde Londres, por lo que con cierta preocupación, pero esencialmente envidia destructiva, lo despertó
-Dennis…-le dijo dándole codazos- Dennis… despierta
Como respuesta solo recibió un gemido adormilado
-Dennis ¿Cuándo fue la última vez que bebiste sangre?... esa manera de dormir es anormal
-No lo sé… ¿Cuándo estuvimos en Brasil?
-¿¡Qué!? Podrías tener anemia, hombre… -un nuevo choque en su brazo le inspiró una idea- Eso es insano, ¿Por qué no te comes a la azafata del carrito?... parece nutritiva
Dennis lo miró intrigado y se volvió hacia Margarita para seguir durmiendo, pero antes le murmuró con malicia
-Estás demasiado nervioso con eso de la Ilusionista, pareces un gato en celo
Tristán no dijo nada más en el resto del viaje.
La ciudad, cuyo nombre no quiero recordar, les esperaba convertida en un paradigma de modernidad, poco o nada quedaba de aquellas calles que Tristán recorriera en vida. Los adoquines cubiertos por aceras de concreto, los edificios neoclásicos convertidos en museos o enormes rascacielos grises sobre las ruinas de todos aquellos que poblaran la memoria del vampiro. Allí vivía un sastre de alta costura, pensaba mientras caminaban bajo los postes, por allá un café al que solía ir con sus amigos, una tienda de sombreros, un prostíbulo. Sus pasos reconocían el terreno y su corazón volvía a encogerse de recuerdos, tan nítidos y a la vez distantes como si los hubiese leído en el viejo diario de un desconocido, no obstante, su mente no estaba para historias de ayeres idos, demasiada aferrada al futuro próximo y la promesa tantas veces ansiada del reencuentro.
Hundidas las crispadas manos en los bolsillos de la chaqueta, con la mirada baja. Sentía a sus amigos caminando a su lado, pero no estaba realmente con ellos, la verdad era que se encontraba absolutamente solo en el páramo de la incertidumbre, incapaz de prever lo que vendrá ni definir si aquella inquietud en su vientre respondía a la ansiedad o el miedo, al amor o el resentimiento.
Se detuvo en una esquina, reconocía el edificio cercano, unas cuadras hacia la izquierda debía encontrar su pequeño teatro y su cuarto de soltero, con las máscaras colgadas en la pared y los manuscritos de guiones inconclusos con sus sueños de juventud bajo el colchón. El Salón de los Delirios
-Si no les molesta… -dijo pausadamente, sus palabras estaban cargadas de una extraña trascendencia- quisiera hacer esto solo
-No hagas nada estúpido
-No te aseguro nada- Tristán se rascó la cabeza turbado- Deberían cazar algo, nos encontramos luego… ya sabes dónde
-¿Eh?
-Olvídalo, los encontraré
Tristán se perdió en la oscuridad, devorado por las tinieblas de la ciudad o de su propia angustia.
-¿Por qué se va solo?
Preguntó la mucchacha
-Margarita, te contaré un cuento. Erase una vez un niñito triste, baboso, pero principalmente muy idiota. Tanto que lo echaron de su trabajo y se convirtió en un bebedor de vinos baratos, porque su pequeño teatro no le dejaba dinero. Entonces, una noche llegó una hermosa mujer que le ofreció su cuerpo a cambio de poder presentar un show y como este niñito estaba tan ebrio no se dio cuenta de lo rara que era, hicieron… bueno, jugaron toda la noche hasta que él despertó convertido en un vampiro y amándola demencialmente, contra toda lógica. Pasó el tiempo y se intentó suicidar, pero llegó un papasote sexy e increíblemente candente con un atractivo apoteósico que a puros golpes salvó al niñito y le dio un dulce (aaaahhh… ahí teníamos que juntarnos jaja). Después conocieron a una extraña florcita… realmente muy extraña, fueron todos juntos a buscar a la mujer que estaba jugando con ellos haciéndolos vagar por el mundo, hasta que llegaron a donde todo comenzó. Y la mujer era tu madre.
-¿Sabes dónde dejé a mi perrito Jack Elliot, Daniel?
-Me llamo… No, no sé lo que pasó con tu perro.
-Oh, bien Dennis.
En el lugar donde debía estar emplazado su antiguo hogar, se alzaba una pequeña hostal. Muy acorde, pensó él y preguntó en recepción por una señorita llamada Susy. Para su gran asombro (o quizás no) el encargado le dio una llave y le dijo que lo esperaban. Nunca comprendería a ciencia cierta cómo logró contener sus nervios aparentando calma mientras giraba la llave en la cerradura, abriendo esa puerta que daba hacia lo más temido de su pasado.
Se encontró con el mismo cuarto que había dejado hacia casi dos siglos, o eso le pareció. Las máscaras, la frazada sobre la cama, la mesita de noche, todo estaba tal y como lo recordaba; alguien estaba tejiendo para él una fantasía anacrónica, que de no ser por los vívidos recuerdos de sus amigos Dennis y Margarita, tal vez hasta habría llegado a creer que sus noches de vampirismo no eran más que una larga pesadilla hija del vino y el opio. Solo algo no encajaba, era un pequeño retrato pegado con cinta adhesiva a la pared, dos de los tres rostros le parecían familiares, uno de ellos sublimado por la leyenda y el otro íntimamente ligado a su rutina, sin embargo, ya no le asombraba demasiado ver a la Ilusionista junto a Margarita, después de la escena en Londres y centró su atención en la cama al fondo del cuarto. En algún momento mientras contemplaba la pintura ella se había deslizado sobre las sábanas.
Se contemplaron mutuamente por largo rato, ella lucía aun más bella de lo que recordaba, vestida de blanco y con el cabello suelto, sin más maquillaje en su rostro que la irrealidad de su aura.
-¿Tanto tiempo buscándome para quedarte allí como aturdido?
Tristán despertó de su letargo y se acercó a ella mientras replicaba con más firmeza en la voz de lo que suponía
-No te buscaba a ti, Ilusionista, buscaba una ilusión. Tardé mucho en comprenderlo
-Entonces no me necesitas –el vampiro asintió en silencio- Y viniste a despedirte
Nuevamente asintió, sentándose a su lado en la cama. Difícil sería describir quién tomó la iniciativa, como impulsados simultáneamente por una misteriosa urgencia se besaron diciendo mil cosas acerca de la vida y los siglos en ese idioma tácito de los labios amantes. Se amaron como la primera vez, tal vez más apasionadamente, con la fuerza de la experiencia y la extensa separación. Tristán sintió que al fin el frío de su corazón se disipaba y se convertía en una fiebre desgarradora, que las distancias desaparecían y su soledad se poblaba de fragancias y sensaciones externas. Se sentía bien, pero sabía que aquél no era el sabor de la felicidad.
Cuando descansaban uno junto al otro, extenuados y contemplativos, Tristán recogió las medias de la mujer y las usó para amarrar con fuerza sus muñecas a la cama. La Ilusionista comprendió que no se trataba de un juego, había una serenidad estremecedora en los ojos del vampiro y la tela comenzaba a apretársele en torno a los huesos, el nudo había sido hecho por una criatura sobrehumana para someter a alguien de su misma condición. Estaba impedida de movimiento y descubrió el plan al mirar hacia el frente
-No querías despedirte, querías matarme
-No es venganza si es que eso piensas. La única manera de liberarme de esta obsesión es erradicando la fuente
-Bueno… nadie puede decir que no he vivido lo suficiente
-Gracias por entender – Tristán le besó la frente con ternura- Seguiré amándote siempre, por ser una Ilusión imposible…
Frente a la Ilusionista la ventana con las cortinas abiertas como telones prestos para un espectáculo de terror mostraban el inminente arribo del alba. No tardaría mucho en llegar hasta ella
-¿No quieres saber algunas cosas antes de irte? Mi verdadero nombre o el de mi hija…
-Ella es Margarita y tú Susy, no quiero saber más –respondió simplemente- Ahora debo irme o se me hará tarde. Te quiero, adiós
Se despidió con la mano y salió rápidamente. Aunque sentía una vaga tristeza por lo que hacía, respiraba con alivio, como si se hubiese quitado algo que hería sus entrañas sin causar dolor. Por primera vez en toda su existencia, se sintió completamente Libre.
Nadie supo ni sabrá jamás que ocurrió en aquél cuarto de hostal, pues aquellos sucesos, así como la Ilusionista y su historia se perdieron en el olvido para todos, excepto para aquellos que seguirían aferrados a la estela de su quimera.
Tristán caminó con rapidez, a su espalda los rayos del sol comenzaban casi mordían sus talones. Pasó junto a una esquina que le pareció extrañamente familiar y siguió recto hasta un bar donde, según recordaba, jamás llegaba la luz del sol.
Sentados en una de las mesas en torno a unas cervezas, un tequila margarita y una botella de vino sellada, sus amigos lo esperaban.
-Está por amanecer de nuevo, idiota.
-¿No me preguntarán cómo me fue?
-Si quieres contarlo, hazlo... ya que te preguntaste solo…
Repuso Dennis, aunque en el fondo, ya conocía la respuesta.
-No era ella. Se trataba de una prostituta boxeadora con tres boletos de avión.
-¿A dónde vamos ahora?
Dijo Margarita. Tristán miró la botella desde el fondo vacío de su copa.
-A Chile.

Fin…



PRONTO:

“EL VUELO DE LAS MUSARAÑAS AZULES”

XD