Capitulo 9: Cita en Rumania


Para los vampiros visitar Rumania ha de ser como para un místico llegar al Tíbet, para un rastafari ir a Jamaica o para un otaku Akihabara. Pues Bucarest, la tímida “París del Este” que ofrece a los típicos recién llegados una noche luminosa y rica en panoramas, detrás de su faz de moderna metrópoli oculta otra realidad tan fascinante como la anterior, un mundo oscuro y seductor disfrazado de leyenda, donde las calles se pueblan de seres enigmáticos atraídos por el extraño magnetismo del lugar.
Al llegar en la noche, nuestros vampiros se dirigieron a un pequeño café cercano al aeropuerto. A decir verdad, no eran los únicos vampiros en las cercanías, habían visto a otros ejemplares prefiriendo mantener sus distancias; se notaba que aquellos vampiros que llegaban turisteando a Rumania solían ser de los más nuevos, aquéllos aun prendidos a los cánones típicos de la especie, a juzgar por sus vestuarios oscuros y abundantes en largos gabanes de cuero, tan distintos de las prendas comunes y silvestres de ellos. Para dar una idea de lo trivial de sus aspectos,  decir que Tristán vestía jeans y un simple suéter negro (con que había cambiado en la aduana  la guayabera que traía de Brasil) y Dennis, como de costumbre, parecía un rockero; en resumen, aparentaban ser jóvenes excursionistas de paseo en lugar de un par de vampiros. Y no simpatizaban con aquéllos que solo contribuían a convertir la especie en un producto mercantil, cuando ellos, los más viejos, pretendían simplemente llevar sus existencias tranquilamente como lo que en verdad eran: sutiles depredadores de la raza humana.
Pero me he desviado del tema, íbamos en que se encontraban en un pequeño y encantador café de estilo neoclásico que le traía brumosos recuerdos de juventud a Tristán. Los ánimos se notaban tranquilos, en especial Dennis después de la liberación emocional vivida en Río; pero no más pidieron sus órdenes, las frecuentes alusiones al pasado que decoraban el local comenzaron a escarbar las nostalgias de Tristán y por ende, reavivar la ansiedad por hallar a quien, por así decirlo, lo había condenado al exilio del tiempo
-Margarita- Preguntó mirando fijamente el azúcar que se disolvía en la profunda oscuridad de su taza de café-¿Qué más sabes de Susy?
-¿Susy? ¿Qué Susy?
Entre el desconcierto de la joven y la risita burlona de Dennis, Tristán desahogó su desagrado agitando con violencia la cucharita en la taza, pero Margarita continuaba
-¿Te llamas Susy?... ¿No era Teodoro?
La cucharita sufrió una súbita deformación en la mano de Tristán, no iba a discutirle ni regañarla. No es su culpa. La chica es así. Qué me lleve…, la chica es así.
-Susy…
Margarita estaría llamándolo de ese modo toda la noche.
En tanto, la mente de Dennis comenzaba a procesar una sutil idea, tan solo un presentimiento, como una pequeña llamita donde la verdad ardería. Algo que iba tomando forma, aunque no lo comprendía del todo. Seguro que Tristán no se daría cuenta jamás, con esa cabecita de niño, pero no se lo diría. Era preciso esperar a que no quedaran dudas.
Finalmente salieron del café dejando como propina unas monedas y una cucharita doblada en noventa grados, cuando Bucarest vivía el clímax de sus noches de bohemia. Recorrieron las calles a pie, disfrutando del paisaje cargado de historias, sin fijar demasiado la vista en los otros vampiros que eventualmente se les cruzaban sugestionados por la fantasía de Stoker. Aun no buscaban un hotel y Tristán refunfuñaba por lo mismo, o por lo menos esa era su excusa, junto a Dennis que se burlaba de él y Margarita que continuaba llamándolo Susy, inocente de la chanza que generaban sus palabras.
De repente y sin que sus amigos lo notaran en un principio, Margarita se detuvo junto a un farol. Cuando Dennis y Tristán se volvieron a verla, un hombre cruzaba la calle acercándose a ella con paso acechante y galán.
La vampira lo miró con la expresión cándidamente seductora de una Caperucita, con sus enormes ojos verdes alzados para poder fijarse en el rostro que desde su metro con ochenta y dos centímetros se detenía frente a ella. Era un hombre joven y atractivo, de movimientos suaves y seguros que a primera vista imponía la virilidad de su carácter; contextura atlética, de cabellos oscuros matizados con finas hebras cobrizas, ojos intensos de color gris pardo y una voz grave que en un susurro estremeció los oídos de Margarita
-Hola, pequeña… ¿Cómo te llamas?
Margarita miró a su alrededor buscando a sus amigos sin hallarlos, porque éstos se encontraban más atrás de ella. En su defecto, fijó la vista en un parque cercano donde crecían bellos árboles
-…. ¿Árbol?
-Su nombre es Margarita
Respondió  secamente Tristán a su espalda, antes de que el invasor se repusiera del desconcierto de la respuesta
-¿Y ustedes…?
-Somos sus amigos
Terció esta vez Dennis. Cada uno situado a un lado de la muchacha con celo protector, como animales defendiendo su territorio
-Encantado. Yo soy Jack Elliot
-¿Cómo el cantante?
Las palabras de Tristán rompieron levemente la tensión ambiente por la extraña ingenuidad de su tono, que curiosamente no dejaba de ser frío. Los demás se miraron confusos entre sí
-¿Quién?
- Ramblin Jack Elliot… el del blues ¿Lo recuerdas, Dennis?
-Ah, sí. Buen músico… menos mal que no lo matamos
Las últimas palabras de Dennis, dichas con la vista fija en los ojos del hombre, no tenían la mínima pretensión de parecer casuales. Eran una amenaza y todos lo entendieron así.
El invasor retrocedió un paso sin bajar la vista, era una señal de que se retiraría pero no por mucho, sus ojos ardían de furor y su labio superior temblaba imperceptiblemente como su estuviera tratando de dominar el impulso de mostrar los dientes o atacar. Los vampiros continuaron estoicos en su posición, nunca habían demostrado tal seriedad en sus pálidos rostros, por vez primera sacaban a relucir el peligroso potencial de su condición.
-Bueno, nos veremos pronto, pequeña
Se despidió con una sonrisa forzada y desapareció en el parque de en frente, mirando a ratos hacia atrás, con más desafío que precaución.
Solo cuando ya estaba fuera de sus vistas, los vampiros relajaron sus cuerpos y rompieron el silencio con el mismo ánimo coloquial de siempre
-¿Quién era él, Susy?
-Lo mismo me pregunto yo
Respondió  el aludido pasando por alto el hecho de que Margarita siguiera llamándolo así. Dennis permaneció callado un rato más, ya no tenso sino pensativo.
-Él no es humano…
Dijo al fin
-De eso pude darme cuenta, pero tampoco era vampiro
-Ah… niñito, aun eres joven en este mundillo –sonrió burlón- Claro que no es uno de nosotros… un licántropo, ni más ni menos
-Nunca había visto uno
-Son escasos, yo tampoco he visto demasiados en los últimos cinco siglos… por alguna razón son menos que nosotros. Creo que se eliminan entre ellos, en peleas de manadas…  clanes, familias… o lo que sea que tienen
Tristán resopló cansado mientras retomaban el camino en busca de un hotel
-Con razón… siempre me han sido desagradables los perros
-¿Por qué a Susy no le gustan los cachorritos? Son lindos…
Nadie podría afirmar qué tan inocentes fueron las palabras de Margarita, pero no se preocuparon por el presunto sentido oculto de su expresión, pendientes de algo más
-De todos modos hay que tener cuidado con el cachorro -Dijo Dennis con inusual suspicacia, para agregar ante la mirada interrogativa de Tristán- Ningún hombre lobo se acerca a una vampira a flirtear…
-¿Qué?
-Somos enemigos naturales. Y no me preguntes el motivo, ya era así cuando me convirtieron
Tristán se encogió de hombros y continuaron caminando en silencio, claro que ahora, pendientes de que Margarita no se retrasara.
Se regodearon recorriendo hoteles hasta dar con uno de bella arquitectura romántica y cinco estrellas, pidiendo tres habitaciones individuales con pago por adelantado como lo hacían en todas las ciudades que visitaban… ¿o no?

Al día siguiente estaban los tres en la habitación de Margarita, turnándose Dennis y Tristán para descansar. Había sido un acuerdo tácito para mantener la vigilancia en todo momento en caso de un posible ataque diurno. Jack Elliot se había encargado de dejarles muy claro que se trataba de un enemigo, y uno difícil.
No ocurrió nada, lo cual ciertamente no era un consuelo. Dennis explicó vagamente lo que hacia siglos alguien le había explicado vagamente a él (o bien, “vagamente” lo había oído, ya no lo recordaba). Los licántropos eran una especie muy gregaria, necesitaban estar entre los suyos aunque fuera sólo para enfrentarse, por tanto cuando uno de ellos sufría un ataque sus compañeros no demoraban en reaccionar como grupo para ejecutar la justicia, pero ésta debía ser un acto de honor y por ende esperarían un enfrentamiento directo con los culpables en lugar de un ataque con la presa en desventaja; entonces era probable que uno de ellos hubiese actuado contra un hombre lobo y ahora estuviesen preparando la venganza, el problema es que ninguno recordaba haberlo hecho…
Cuando el ocaso hizo lo suyo y al abrir las cortinas la hermosa perla en el cielo les hizo reír nerviosamente, recordando las historias de lobos y Lunas llenas, decidieron por común acuerdo que lo mejor era salir como siempre y mantenerse juntos sin bajar la guardia ¿Miedo? Jamás, solo una ansiedad resignada de estar jugando una partida de rol en la que no les preguntaron si querían formar parte.
No obstante, no fue necesaria una larga espera de los acontecimientos. Apenas dejaban atrás el pasillo del ascensor, en el hall del hotel una pareja los esperaba con sonrisas desafiantes. Uno de ellos era, claramente, Jack Elliot; su compañía, una mujer pequeña y delgada que vestía suéter de lana y falda escocesa, su melena era de un extraño color grisáceo y sus ojos amarillos, poseedores de una fuerza misteriosa que denotaban un gran carácter forjado a costa de sacrificios y un aire huraño de loba esteparia.
No se precisaron las palabras cuando el encuentro fue ineludible. A su alrededor las cosas seguían funcionando normalmente como si no estuviera a punto de acontecer una batalla legendaria, pues el mundo no tiene tiempo para esas cosas cuando al mismo tiempo alguien reconoce que una actriz de telenovelas está entrando al hotel junto a su amante y las personas se arremolinan allí para pedir autógrafos y/o escupir (figuradamente) a la suripanta. Así pues se rompe el mito ése de que es tan fácil de reconocer a los vampiros y los licántropos, que aquí de lo más bien que pasaron desapercibidos y salieron del lugar sin llamar la atención de la masa, porque allí adentro el escándalo era insoportable.
Por iniciativa de Estela, la mujer loba que acompañaba a Jack Elliot, fueron todos a un café cercano. Estela fue la primera en hablar
-A decir verdad nuestro problema es solo con uno de ustedes- al decir eso fijó la vista de reojo en Margarita, para asombro de sus amigos… no, sin asombro, con ella ya nada les parecía sorpresivo- pero si conforman un grupo, no tenemos problema en arreglar cuentas con los tres
- Podríamos comenzar por saber cuál es el problema, creo yo
Replicó Dennis con sorna. Jack Elliot hizo una mueca que podría interpretarse como íntimo dolor o gran desprecio hacia ellos, ante lo cual los tres vampiros (incluso Margarita, créelo) reaccionaron inconscientemente tensando los músculos
-Tranquilos. No iniciaremos una pelea en un lugar público
-¿Tan mamones son los licántropos que temen asustar a un puñado de humanos?
El inusitado desafío de Tristán irritó a Jack Elliot y evidenció la que sería una debilidad: era fácil de provocar. Siguiendo el juego por diversión, Dennis agregó
-No, lo que pasa es que los lobos se deforman demasiado al atacar. En cambio, un vampiro siempre luce sexy
Dicho esto guiñó un ojo a Estela, para tensar más el ambiente. Los licántropos eran orgullosos de su especie y apenas podían contenerse, pero la mujer era firme y no cedió ante las burlas de su enemigo. Si antes no tenía nada en contra de ellos, ahora la situación se volvía personal
-La monstruosidad que está sentada entre ustedes asesinó a nuestro hermano Vasily y ese crimen no quedará impune. Llevamos años esperando su detestable regreso para hacer justicia. Sangre por sangre.
-Bien ¿Y?
Temblando de rabia, Estela se levantó seguida inmediatamente por su hermano
-Los esperamos en dos días en Transilvania. La ciudad de Sighisaroa, a la medianoche
-Transilvania ¿Por qué no en Bucarest?
Rezongó Tristán
-Porque Transilvania tiene más estilo
Contestó Jack Elliot con una sonrisa antes de dejarlos solos en la mesa.
- Mierda- resopló Tristán- Los muy canallas nos dejan con la cuenta
Dennis se encogió de hombros y terminó de beber la cerveza que había pedido
-¿Has cazado lobos algunas vez, Tristán?
-No
-Yo tampoco
-Pero ella sí, por lo visto…
Dijo señalando a la vampira. Margarita cortaba los tallos de las flores con que estaba decorada la mesa y acomodaba coquetamente una azucena en sus cabellos.

Capitulo 8: La noche más larga y la más corta de nuestras no vidas


Era una bóveda hermética sobre sus cabezas, húmeda y oscura, soberbia, palpitante, animada por una vida invisible que era muchas y solo una a la vez. Les acechaban sonidos misteriosos desde cada rincón, pero ellos no tenían miedo. Los árboles de copas imposibles de distinguir en la maraña clorofílica formaban intrincados laberintos en que debían luchar por abrirse paso, cortando, desgarrando, destrozando la flora animada que a cada instante volvía a crecer donde había sido extirpada para atravesarse en sus caminos haciéndolos trastabillar y perder el rumbo. Miles de formas de vida, mínimas e incomprensibles, pero maravillosamente sorprendentes surgían en aquella travesía épica por los parajes desconocidos donde jamás había estado un alma humana, insectos de tamaños inconcebibles, víboras, alimañas, criaturas de las cumbres de las cuales nunca conocieron más que los sonidos emitidos. Estaban en el corazón de un templo donde gobernaba la omnipotente potestad de la naturaleza salvaje, donde había que someterse a sus reglas o padecer, e incluso el tiempo perdía sus atributos, dejando la sensación de que allí no transcurrían las horas ni los días, de que estaban atrapados en un delirante presente verde y húmedo. Era lo más profundo de la selva amazónica y tres vampiros pugnaban por salir de allí.
El motivo que los había llevado hasta allí era el simple producto de las circunstancias que escapaban a sus dominios, o tal vez de la paradójica ingenuidad de quienes han escapado de los temores de la mortalidad. Acababan de llegar a Brasil, una madrugada poco antes del amanecer, cuando el país les dio la bienvenida con una implacable lluvia tropical que los obligó a tomar el primer taxi que encontraron y ordenar el traslado hacia lujoso hotel en cuyas reservaciones habían invertido las últimas ganancias de las apuestas; Varias horas tardaron en darse cuenta de que en lugar de avanzar hacia el centro de la ciudad se dirigían hacia los suburbios y de que estaban siendo secuestrados,  para desgracia de los malhechores, no se trataba de turistas ordinarios sino de tres vampiros que se demoraron mucho menos en reducirlos, echarlos fuera del vehículo y robarles lo que llevaban para luego conducir como desquiciados hasta la selva para refugiarse del avance de la luz del sol. No sabían ellos que en la Amazonía entrar es mucho más fácil que salir. Desde entonces seguían vagando en el intento de recuperar el rumbo hacia la civilización.
-Tristán, suelta esa cosa…. Es asquerosa
-No. Me gusta y yo a ella… ¿No es así, Micifuz?
-¿Micifuz? ¡Ese es nombre de gato!
-Es un nombre y punto
Así llevaban la marcha. Aburridos e inmutables. Margarita en la vanguardia recogiendo exóticas flores de su alrededor, fascinada con aquél ensueño selvático. A su espalda Tristán jugaba con la peligrosa serpiente que se le enredaba en los brazos y cuello intentando infructuosamente de hincarle los ponzoñosos colmillos a quien en ese jueguito ya tenía experiencia
-Querido, este cuello ya tiene su marca…
Decía divertido, respirando hondo toda la huraña soledad del paisaje, tan acorde a su espíritu romántico. Sin embargo, Dennis no compartía en absoluto su entusiasmo y a cada momento farfullaba amenazas dirigidas a la nueva mascota de Tristán, hay que decir que estaba realmente malhumorado y no se esforzaba por esconderlo ni tampoco sus compañeros en atenderlo; lo comprendían, era la abstinencia de cerveza.
Debido a la falta de luz no podían cuantificar el tiempo transcurrido, éste se les iba lentamente, derramándose por el medio de las hojas diluido en los periódicos goterones de lluvia que  caían de vez en cuando. Caminando y caminando, sin detenerse a nada, caminando y caminando. En algún punto el espacio comenzó a variar y el hermético techo de hojas filtró algunos tímidos rayos de luz que no supieron si provenía del Sol o la Luna, pero que de todos modos por prevención evitaron, deteniéndose en ciertos tramos hasta que los haces luminosos se volvieran oblicuos y terminaran por desaparecer. Sabían lo que significaba, se aproximaba el fin de aquella travesía salvaje y por eso, aunque tuvieran que pararse cada cierto tramo, estaban más entusiastas. El paulatino cambio continuó hasta que una noche vieron la Luna como un enorme agujero de cloro en el terciopelo azul del cielo y se descubrieron en una sierra solitaria, desde donde se veía una iluminada ciudad.
Los tres se dejaron caer en una carrera loca como almas a las que sigue el diablo, corriendo sierra abajo a una velocidad prodigiosa incluso para ellos mismos, riendo desbocados al sentir la brisa salada en sus rostros. Se diría que a ese paso pretendían echarse a volar y quizás lo hubiesen logrado de haber estado vestidos adecuadamente en lugar de los harapos con que salían de la selva.
La Luna se perdía en el cenit opacada por la colosal iluminación cuando llegaron a la urbe. Cruzando los turbios barrios marginales donde todo epíteto de la miseria sería mezquino, para llegar luego a un espectáculo tan distinto como magnífico e inefable. Era como si una enorme botella de champagne hubiese derramado su espuma por las calles, cubriéndolo todo con su burbujeo dorado y adamantino, o si las estrellas proyectaran en aquel lugar toda su carga de luz y sueños nocturnos. Una multitud de criaturas quiméricas provenientes de la maravillosa tierra donde convergen las fantasías más delirantes del ser humano desfilaba en una danza que era una provocación al asombro, enormes animales petrificados, estrafalarias cortes de reinos inverosímiles, plumas, brillos y máscaras, alegorías exóticas por doquier. La música que los animaba parecía nacer de las pulsaciones de todos los cuerpos presentes, los corazones daban el tono vital del bombo, los roces furtivos de caderas y muslos se denunciaban en la voz sensual de los cavaquinhos, y las extremidades arremolinadas salpicaban sones de pandero.  Los vampiros se detuvieron estupefactos, la grandiosa escena les quitaba la voz y no alcanzaban a comprender lo que ocurría, sospechando vagamente ser víctimas de una nueva alucinación colectiva, aunque esta vez la fastuosidad empequeñecía todo lo antes imaginado
-CARNAVAL DE RÍO DE JANEIRO!!
Grito a lo lejos un hombre extasiado, cuyo efecto en los vampiros no se dejó esperar. A la sola voz de “Carnaval” una sonrisa iluminó desde lo más profundo el rostro de Dennis.
Las reacciones fueron absolutamente espontáneas. A solo unos segundos Tristán ya se encontraba solo (a su serpiente Micifuz lo había lanzado en la sierra mientras corrían), pues Margarita y Dennis se desparecieron nuevamente en el gentío. Ni siquiera se molestó esta vez en tratar de buscarlos, después de todo, él tenía claro su objetivo.
Dennis, por su parte, se sumergió en la euforia carnavalesca como en si fuera una extensión de su interioridad. Excitado de tanta libertad, por momentos olvidó el curso del tiempo y sintió nuevamente la vida fluir por sus venas de joven eterno, de alma de carnestolendas. En tres minutos aprendió los pasos y comenzó a bailar. Entonces todo fue mágico, en cada movimiento fue liberando un recuerdo, una cicatriz; la fiesta se pobló con los fantasmas de su extenso pasado y todos se vestían de éxtasis, hasta los más tensos y dolorosos recibieron la comunión de la catarsis. Estrechó cinturas y besó labios para luego dejarlos ir en una incansable búsqueda de nuevas fragancias, cada cual tan o más fascinante que la anterior. Bailó con la memoria de Larisa rusa (o así lo recordó al día siguiente, sin poder conciliar lo vívido con lo imposible) y al fin pudo decirle con todo el amor que le quedaba: “Adiós”. Y fue libre. Y fue feliz. Todos los asistentes eran parte de él, formaban un solo gran organismo, porque él era el carnaval. El carnaval que gobierna las noches y rehúye el día, que es inmortal, que cambia de lugar y máscaras a lo largo del tiempo y sigue siendo el mismo. Carnaval y vampiro, ambos noche y fuego, asimismo honda melancolía en el embriagante trago del desenfreno. Carnaval y vampiro, bebedores de la vida que no pueden poseer.
Mientras iba por más cerveza se encontró con su amigo Tristán y no supo si lo que veía era real. Éste bailaba y reía locamente abrazando el cadáver de una bella mulata con un brazo y sosteniendo con el otro un vaso con jugo de frutos exóticos de dudosa procedencia decorado con una sombrillita de colores.
-Ahora entiendo por qué no me dejabas comer hippies en los 60`…
Le dijo sin dejar de reír
-La muerte es vida
Sentenció Dennis y se marchó con sus cervezas, suponiendo vagamente que se trataba de una ilusión simbólica.
Cuando se acercó al desfile de las escuelas de samba, vio en el medio de éste a Margarita bailando junto a los demás, vestida con un diminuto (realmente Diminuto) y encantador traje de abalorios y plumas, también lo supuso una ilusión, pero cuando otro bailarín se acercó a ella y la tomó de la mano, reaccionó sin pensar y se lanzó entre ellos, evadiendo todas las medidas de seguridad, mas su amiga sonreía dulcemente y eso le dio confianza. Además los flashes de cámaras como laderas de estrellas refulgentes y la música directa lo distrajeron con brumas de ensueño y en lugar de marcharse, subió a uno de los carros alegóricos a bailar, pues era él el rey de todo carnaval y tan bien lo hacía que los miembros de la escuela lo avalaron y celebraron.
 No supo cómo salió de ahí ni tampoco cómo diablos fue a dar a una playa. Nunca sabría si en realidad habían otras personas allí, ni le llegó a importar demasiado, solo tenía claro que él se vio a sí mismo enfrentado al mar como un alma ha de verse en el día último frente a la gran balanza y su juez. Si esa noche debía completar un misterioso rito de purificación como lo venía haciendo, éste culminaría en las aguas del mar. Le bastó esa certeza para desnudarse completamente y correr a sumergirse en las cálidas aguas avanzando a nado hasta que ni de pie alcanzaba a tener contacto con la arena; allí dejó que el océano hiciera su voluntad, siendo mecido hasta que se relajó al extremo y lentamente fueron cayéndose todas las cáscaras de su corazón, arrullado por el sonido de las olas que parecían decir su nombre con una sensual ternura de Yocasta.
No llevaba diez minutos en aquél trance sublime cuando con amargura comprobó cómo desde lo más lejano del horizonte comenzaba a alzarse el sol como una naranja media sumergida que salía a flote. En vano intentó lanzarle agua para que se apagara, por lo que cambió de estrategia y se fue corriendo a buscar refugio en un bar cercano. Para su suerte, a esas horas nadie le dio mucha importancia al hecho de que fuera desnudo y sin preguntas le abrieron la puerta a una protegida bodega donde se encerró maldiciendo a viva voz lo corta de las noches de verano en el trópico.
Al anochecer, sintiéndose increíblemente relajado, Dennis consiguió ropa y salió a buscar a sus amigos. En medio de la juerga que tímidamente intentaba resucitar, se preguntó a sí mismo dónde podría encontrar a Tristán, consultando infructuosamente en todas las dulcerías y librerías abiertas que encontró a su paso (no digamos que fueran demasiadas). Finalmente un inesperado indicio le dio la señal que esperaba; En un oscuro callejón vio un conteiner de basura temblando convulsiva y misteriosamente y se acercó a investigar, encontrando debajo de algunas capas de basura y un cuerpo muerto, a Tristán aun extraviado en el tiempo y en el espacio
-Hola- saludó Tristán- ¿Puedes creer que los alucinógenos siguen teniendo efecto en los vampiros?
-Ahora sí
-Es un descubrimiento interesante- añadió dichoso- ¿Y Margarita?
-Eso quisiera saber. Límpiate y vamos a buscarla
Encontrar a Margarita fue un poco más simple, en vista de que su presunta fantasía de Tristán era cierta, Dennis optó por creer a las nebulosas indicaciones de su mente, por lo cual  solo tuvieron que rastrear la escuela de samba donde habían estado bailando la noche anterior y allí estaba ella aun vestida con el estrafalario traje y celebrando con sus nuevos compañeros.
A medianoche ya estaban los tres sentados en una acera (Margarita aún de bailarina) pensando en qué hacer entonces.
-Aun no buscamos a la Ilusionista
Dijo Tristán
-De seguro ella ya no está aquí. Por muy genial ¡y de veras que es genial! Que sea el carnaval, cualquier vampiro consciente se iría de un lugar donde las noches duran menos que… no sé ¡vaya a saber dios de algo que dure poco!
Tristán reflexionó un poco la respuesta de Dennis y no pudo negar que el argumento era irrevocable, lo suficiente como para lograr que DENNIS SE FUERA DE UN CARNAVAL. Aceptó sin protestas y cuando se disponían a preguntarle su parecer también a Margarita descubrieron que ella ya no estaba con ellos, mas un rato después apareció tranquilamente por detrás de una esquina vestida con un lindo vestidito y ataviada con pañuelos. En su mano llevaba una billetera que alargó instintivamente a Tristán
 -¿Dónde estabas?
Margarita se encogió de hombros y luego hizo ademán de decir algo, pero entonces la atención estaba fijada en Tristán que sacaba asombrado unos papeles de la billetera
-Tres pasajes de avión hacia Rumania
-¿Cuándo sale el vuelo?
-En unas horas
Mientras Tristán buscaba desesperado alguien que le vendiera pasaportes falsificados, porque los de Dennis y Margarita habían quedado en las ropas que devoró el carnaval, los aludidos pudieron conversar un poco
-¿Dé dónde los sacaste, Margarita?
-Me los dio una amiga- respondió feliz la muchacha-… creo ¿o era una prostituta boxeadora?
Por suerte la Ilusionista nunca se enteraría de que en aquella oración habían cambiado su oficio.

Capitulo 7: Convención de Vampiros

La convención, según el panfleto, se realizaría en un hotel de carretera algo alejado de la ciudad, por lo cual el trío de vampiros tuvo se vio en la obligación de hacer autostop para dirigirse al esperado evento ¿Qué sucedió con el dinero “ganado” en la noche de reconocimiento? Seguía intacto, pues decidieron que podía serles útil para ayudar o sobornar a sus compañeros de raza. Ninguno se molestaba en disimular su ansiedad por ver a más vampiros, los dos varones llevaban décadas sin toparse con uno como ellos, sin contar a Margarita, quien no recordaba conocer a otros que no fueran sus amigos Tristán y Dennis. Todos coincidían en que al parecer los vampiros estaban sufriendo el mismo destino que la mayoría de las especies exóticas, extinguirse después de ponerse de moda. Por ello es que mostraban tanto entusiasmo y también es que iban engalanados con las prendas que cada uno consideró más pertinente para la ocasión, aunque siendo objetivas, las cosas iban así; Dennis lucía como un rockstar después de Woodstock, Tristán elegante y anacrónico como un caballero de mediados del siglo XIX y Margarita… como una hippie. Un extravagante conjunto, ni qué decir. Tal vez por eso fue que en cuarenta y cinco minutos nadie detuvo el auto por ellos, pero Tristán había descubierto algo en la pequeña Gomorra de la noche anterior y propuso una estrategia.
Cuando el obeso chofer del camión se detuvo para invitar a subir a la hermosa muchachita de rizos castaños y mirada extraviada que esperaba en la cuneta, no imaginó que apenas parara el motor, subirían al asiento trasero dos jóvenes hombres de aspecto estrafalario presentándose como amigos de la carnad…, digo, frágil joven que había visto. Sin poder negar que había caído preso de la dulzura de la chica y la astucia de sus compañeros, los llevó taimadamente a destino sin siquiera preguntarles sus nombres, lo que en todo caso no fue necesario porque Dennis inició inmediatamente una ruidosa charla en que trató de explicarle la historia de su viaje omitiendo, obviamente, que eran vampiros y que iban a una convención.
El camino se hizo más largo de lo que correspondía, por el clima de antipatía y la cháchara intermitente de Dennis que ya comenzaba a agotarse como una radio con poca batería. Sin embargo, el chofer poco a poco comenzó a cambiar su visión de la situación al suponer que estos extraños jóvenes venían completamente drogados (fundamentándose en sus rasgos pálidos y sus palabras sin sentido) e ideó un modo para sacar provecho de ello. Dada su prominente masa corporal no le era difícil rozar disimuladamente el cuerpo de Margarita y pensó en que de ese modo sería fácil extender un poco más su mano sin que los narcotizados se dieran cuenta, sólo que no contaba con el hecho de que el par a sus espaldas pudiese oler las hormonas que comenzaba a emitir y al realizar el primer lascivo movimiento un par de dedos se hundieron mortalmente en su grasoso cuello tan sorpresivamente que ni siquiera se alcanzó a preguntar cómo era posible eso, por suerte para los pasajeros en su último impulso frenó el vehículo a un lado de la calzada.
-Muy bien, Tristán, nos quedamos sin chofer
-Alguien tarde o temprano iba a hacerlo, además ahora tenemos auto, siempre dices que quieres uno, no te quejes
Dennis se encogió de hombros, en eso tenía razón. Entre los dos sacaron el pesado cadáver y lo lanzaron en la oscuridad mientras Dennis se acomodaba en el asiento de chofer y retomaba la marcha.  Aquél sería un ruidoso viaje en que Dennis, para variar, traumaría a Tristán con el escándalo de la bocina que cruzó la carretera como un enorme animal enloquecido.
Por eso fue que los vampiros pudieron llegar a tiempo a la convención y en su propio vehículo.
Estacionaron el camión en el aparcamiento junto al recinto. En la recepción pagaron su acreditación al evento y se llevaron la primera sorpresa comprobando que los trabajadores humanos del hotel seguían vivos, pero se sosegaron pensando que sería una actitud de decencia y para evitar escándalos.
En ese momento se estaba desarrollando una fiesta de inauguración en el salón principal del hotel, hacia donde se dirigió inmediatamente el trío. Dennis abrió con parsimonia las puertas del lugar y…. silencio. Los tres vampiros se quedaron en un silencio desconcertado
-Tal vez… tal vez sean el aperitivo
Terció Tristán, por decir algo, ya que cada uno comenzaba a intuir que algo en aquella convención iba mal.
Lo primero fue el estruendo que los golpeó, una música profunda y violenta como un lúgubre terremoto en gestación que agitaba a los extravagantes presentes en pulsaciones rítmicas emulando un oscuro nido de víboras. Lo siguiente que llamó su atención fue el olor, una mezcla de transpiración fluidos corporales alcohol y drogas, aromas característicos de los seres humanos.
Esta vez la misma multitud se encargó de separarlos, sumergiéndolos en la vorágine del desenfreno. Margarita y Tristán estaban desconcertados y Dennis dichoso, se dejaron llevar por la marea de cuerpos, los roces del cuero y los encajes almidonados, el sonido de las cadenas, el tintineo de las cruces, la punzada de las púas y remaches. Cada uno por su lado comprendió que la “Convención de vampiros” era en realidad una fiesta de los llamados góticos.
Dennis, según su costumbre, se adaptó de inmediato; de algún modo se las arregló para llegar a la barra y pedir una cerveza. Para Tristán fue más difícil, había tardado quince años en aceptar que el jazz tenía calidad artística y otros veinte para tolerar el rock&roll… ahora debía enfrentarse al ataque del goth-metal y sus defensores; finalmente logró arrimarse a una pared y se quedó quietecito esperando a que todo se tranquilizara un poco para huir de aquel dantesco caos ¿Y Margarita? Margarita fue una pluma en el ojo el huracán, arrastrada sin comprender por qué todos se movían así y algunos se quedaban pegados mirando los colores de su vestido de hippie como si fuera lo más espectacular del mundo.
No era lo que esperaban. Habían llegado hasta allí buscando a su especie y se habían encontrado con la huella de una sociedad con tendencia a la venta mayorista de mentiras, exponiendo todas aquellas viciosas delicias tan fáciles de encontrar en las aglomeraciones de jóvenes. Tristán fue el que más reflexionó acerca de eso (de hecho fue el único) los veía con curiosidad y algo de soberbia, los asistentes con sus trajes negros y maquillajes exagerados, algunos incluso con las dentaduras operadas para exhibir los colmillos afilados, se consideraban a sí mismos entes de la oscuridad, pero no alcanzaban a comprender todo lo que ello implicaba, desconocían el sabor a vida que tenía la sangre, el hondo vacío de la muerte y el pánico indescriptible que les causaba la luz del sol. Toda la oscuridad de la leyenda del vampirismo se había convertido en merchandising de colección.
 Hubiese pensado más al respecto, pero el bullicio le impedía oír sus propios pensamientos y porque justo en ese momento una mujer se le acercó ofreciéndole provocativamente una cerveza que, contra lo usual, aceptó. La mentada mujer vestía un atuendo semejante a los vestidos de su tiempo, pero considerablemente más sensual y la acompañaban otras amigas igualmente extravagantes que en poco tiempo lo rodearon y bombardearon con preguntas como “dónde has comprado ese sombrero de copa?” “Este reloj de cadena es de plata auténtica?” “Qué base usas para lucir tan pálido y no parecer maquillado?” entre otras de esa lid. Por aquellos mismos momentos, también, la banda que estaba tocando dejaba el escenario porque la vocalista había decidido acercarse a un atractivo joven rubio que bebía cerveza como un desquiciado en la barra y otra agrupación los reemplazaba. El cantante de la nueva banda en escena saludó a los presentes con un motivado
-WHAT`S UP, VAMPIRES??!!
Entonces todo salió de control, tan  rápido que muchos nunca terminarían de comprenderlo.
Inesperadamente una muchacha hippie subió al escenario de un salto y mordió el cuello del músico que tras convulsionarse un poco quedó inerte en lo brazos de su agresora. El silencio fue total cuando sin inmutarse, la joven tomó el micrófono de la mano cadáver y comenzó a cantar en portugués una extraña canción con una impresionante voz que cualquiera habría adjudicado a una jazzista negra.
-¿Margarita?
Pensaron a un tiempo los vampiros, tan asombrados por la voz de su amiga como por la gran ovación que recibió por parte del público que al parecer estaba demasiado distorsionado para lamentar el deceso del anterior vocalista. Pero ellos no estaban como para admirar los talentos de la muchacha, pues cada uno estaba en ese instante en una poco favorecedora posición. Mientras Dennis tenía la cabeza presionada contra la barra por el gigante novio de la cantante con la que había coqueteado, pensando en un modo de zafarse sin ocupar el total de su fuerza lo que podría romper el cercano barril de cerveza y provocar una catástrofe tan grande como desperdiciar esa cantidad de alcohol; Tristán veía colmada su paciencia con las chillonas góticas que lo habían estado acosando y se preguntaba qué hacer ahora que estaba rodeado de sus cadáveres.
Lo curioso es que a partir de entonces la fiesta tomó dimensiones apoteósicas, tal vez causadas por el baño de sangre que excitó a los freaks asistentes o por los efectos distorsionadores de la voz de Margarita que estuvo cantando temas de dios-sabe-qué-época toda la noche , lo único seguro es que el clímax llegó hasta el punto que hizo parecer las bacanales griegas una pijama-party al lado de esta orgía disque vampírica, y que a partir de entonces nadie recordó nada más que imágenes nebulosas y colorcitos sicodélicos que se movían sin cesar.
Cuando el fatídico sol rompedor de ilusiones comenzó a repuntar en el alba, nuestros vampiros se juntaron en la puerta y sin cruzar una palabra entre sí, corrieron hasta el automóvil. Cuando se vieron lo suficientemente lejos, cubrieron el parabrisas con una lona y las ventanillas con sus chaquetas, encerrándose de tal modo que ni la luz ni nada pudiese importunar sus descansos.
En tanto, en el sitio del suceso, los policías acudieron ante el llamado alarmado de los dueños del hotel que veían con espanto el piso sembrado de cuerpos semidesnudos como si se tratara de un campo de batalla devastado. Con el ceño fruncido los especialistas se dedicaron a examinar la evidencia para entregar a eso del mediodía un reporte en el que se entregaba un detallado análisis de la situación, un espeluznante resumen de los daños materiales y un saldo de las víctimas fatales que señalaba: cuatro sobredosis, un asesinato a arma blanca con características rituales, dos infartos, una asfixia, seis intoxicaciones por alcohol y nueve inexplicables desangramientos. Algunos testigos hablaron de vampiros, pero el examen antidrogas no avaló sus palabras. Al final para todos los sobrevivientes de la masacre-juerga lo sucedido se convirtió en una espectacular alucinación colectiva provocada por los excesos y la música y nadie más quiso recordar nada de lo presuntamente ocurrido para no revivir la resaca apocalíptica del día siguiente.
Por la noche, los vampiros quitaron las lonas que los protegían y enfilaron el camión de vuelta a la ciudad. Pese a que eran incapaces de sentir los efectos de la noche anterior y de que en verdad la habían pasado de lujo, en los asientos de adelante Tristán y Dennis iban en un tenso silencio, mientras Margarita en la parte trasera jugaba con unas cadenas con dijes de símbolos paganos que le había quitado a algún descuidado o desafortunado gótico. En vista de que al parecer nadie tenía la más mínima intención de compartir alguna idea con los demás, Tristán expuso su malestar
-Aun no hemos buscado a la Ilusionista…
-Ja, verdad que veníamos por eso
- Me siento un poco…
-¿Culpable? ¿Miserable? ¿Frustrado?
-…
-Niñito, siempre como un niñito. No llores, la buscaremos esta noche
Tal y como lo hacía notar su amigo, Tristán se tranquilizó al igual que un pequeño lo hace cuando sus padres le prometen lo que quiere. Aunque su deseo había madurado, la idea de reencontrarse con la vampira que lo había convertido no dejaba de ser una hoguera en el fondo de su alma quemando sus días.
Al llegar de vuelta a la ciudad, hicieron lo que cualquier ser racional haría al buscar a alguien: pararse en medio de un lugar público a preguntarle a todos los transeúntes. ¿Que la actitud racional era ir a la policía? Tenían sus motivos para no hacerlo, fuera de la desconfianza innata hacia la autoridad que particularmente presentaban estos tres ejemplares, temían que al iniciar una búsqueda formal se les obligara a presentar información personal de la cual carecían y tratar de dar explicaciones a fenómenos que no sabrían cómo explicar. Por eso fue que decidieron pararse a lo largo de una importante avenida a interrogar a quien se les atravesara, sin más herramienta de búsqueda que la descripción que les diera Tristán, “Mujer de unos treinta años, 1.65 de altura, contextura delgada, cabello negro largo y ondulado, piel blanca, ojos negros y belleza sobrehumana”; Escueta descripción que por lo demás Margarita olvidó apenas terminó de oírla, pero para ayudar a su camarada fingió recordarla y cada vez que se acercaba a alguien comenzaba a enumerar las características físicas de su interlocutor, para gran desconcierto del mismo.
Como es de suponer, la búsqueda no avanzó demasiado. Por ahí, Tristán hablando con un caballero, recordó que en su pantalón llevaba el retrato doblado y antes de que el hombre se marchara lo detuvo para mostrarle el dibujo desdoblado
-¿Usted me quiere hacer una prueba siquiátrica?
Preguntó el caballero, ante lo cual intrigado Tristán miró su obra descubriendo que lo que tenía en frente era una enorme mancha de tinta emborronada. Su rostro se nubló de vergüenza y rabia, a su mente llegaron en tropel todos los improperios que había conocido en sus casi doscientos años e incluso algunos nuevos que acababa de inventar al recordar que había estado una semana durmiendo en el fondo de un lago en Finlandia y que obviamente su gran obra se había empapado sin que recordara hacer algo al respecto.
-Lo siento, fui un… estúpido y mojé el único retrato que tengo de ella. Pero… pero puedo describírsela. Es una mujer ilusionista de unos treinta años bien cuidados… es hermosa, seductora, de andar felino con una cabellera azabache que le cae rebeldemente sobre esos hombros elegantes y blancos en unos rizos como de olas de mar. Y sus ojos… sus ojos negros son magnetitas ardientes. Labios… besables. Piel blanca y fría como el metal, voz baja algo grave… y… y…y es una oscura diosa de la fertilidad que en una sola noche puede ser inolvidable… ¿la ha visto?
El caballero lo miró de arriba abajo con estupefacción ¿o era compasión? Y se alejó rápidamente sin mirar atrás, diciéndose a sí mismo que nunca más se detendría a escuchar las peroratas de los lunáticos vagabundos. No obstante, desde la penumbra de un callejón asomó la silueta corpulenta de un hombre moreno con unos profundos y fríos ojos color miel que se movía con la sobria seguridad casi melancólica de los más viejos de su especie
-Hola hermano, iba por aquí andando y casualmente te oí… ¿Tristán? ¿Es ése tu nombre?
El hombre hablaba con amabilidad y su voz se oía como un son ligero y sensual debido al acento latino que lo había seguido hasta la no-vida
-¿Cómo…?
Tristán tensó los músculos recelando. Al fin había dado con uno de los suyos, pero como todo ente acostumbrado a la soledad, no dejaba de desconfiar
-Lo siento, tengo un oído demasiado fino. Anoche te vi con tus amigos en la fiesta ¡Vaya numerito el que hicieron, muchacho! Pero no niego que me aproveché de las circunstancias ¿Por qué no? Yo también me sentí engañado con ese anuncio…- el vampiro notó la inquietud en los movimientos de Tristán y rió con deliciosa benevolencia- Tranquilo, tranquilo, hermanito… nos hemos vuelto huraños con los tiempos ¿no? Somos una especie de solitarios ¡Qué mal! te lo dije, iba pasando y te oí algo interesante, una descripción…-
La mirada de Tristán se clavó en el rostro canela del desconocido tratando de indagar algo detrás de esa sonrisa blanca, sin resultado. Trataba de parecer distante, una roca fría, pero no podía disimular la ansiedad que el tema le inspiraba
-Me sonaba familiar ¿sabes? Después de todo, el mundo es bastante pequeño para los de nuestra clase. No la conocí, pero sí mi vieja compañera… ella la llamaba Su
“Su… ¡Suzy!” pensó Tristán
-¡¿Cuándo fue eso?! ¡¿Dónde?!
El vampiro moreno se fue desvaneciendo en la oscuridad de la cual había venido, hasta que no quedó de él más que la sonrisa a semejanza de un antiguo cuento infantil
-No hace mucho, hermanito, en Brasil….

Capitulo 6: Tierra de Fantasía

Como suele pasar, el aeropuerto de Helsinki estaba atestado de gente que aprovechaba el eventual buen tiempo para tomar un vuelo hacia tierras más cálidas. En medio de aquél hormiguero humano, los tres vampiros corrían hacia la fila de los boletos de avión con destino a Estados Unidos. La súbita decisión había surgido a poco arribar en la capital finlandesa, cuando Tristán con el ánimo ya estabilizado en su usual melancolía, hizo una pregunta retórica contemplando el fondo de su copa de vino
-Si fueras ilusionista ¿A dónde irías?
-A Las Vegas- respondió Dennis distraído, para luego reflexionar un poco sobre sus propias palabras y agregar con una enorme sonrisa presagiadora de locuras- ¡Nos vamos a Las Vegas!
Desde aquél momento hasta el presente en que corrían por el aeropuerto  solo mediaban dos horas.
 -Dennis, tengo una pregunta
Dijo tímidamente Tristán cuando ya se habían ubicado en la fila
-¿Qué?
-¿No necesitamos pasaportes para salir del país?
Un silencio sombrío se cuajó entre los vampiros por extensión de unos minutos, sin que ninguno hiciera el intento de decir algo más. Finalmente Dennis fue el que abrió la boca
-Dale el dinero a Margarita y acompáñame
 Tras una nueva carrera contra el tiempo, nuestros  bizarros vampiros regresaron al aeropuerto portando unos pasaportes falsificados y nuevas prendas de vestir (sin comentarios…). Margarita los esperaba enarbolando triunfalmente los tres boletos que cada uno tomó sin mirar para correr nuevamente porque la voz artificial de una mujer ya anunciaba por altoparlante que su avión estaba a punto de salir.
Finalmente se vieron sentados en sus respectivos lugares, descansando al fin. La distribución fue simple y práctica; Margarita se apropió del asiento junto a la ventanilla, adhiriéndose a ésta como un molusco, Tristán fue dejado al medio sin derecho a replicar para controlar desde esa posición su apetito insaciable capaz de inhibir la timidez y discreción natural de su persona, mientras Dennis se acomodó felizmente en el asiento del pasillo, desde donde podría interactuar más fácilmente con las bellas azafatas, pedir una cerveza e incluso flirtear un poco.
El viaje fue humanamente aburrido, algo que las personalidades inquietas de Dennis y Margarita no se molestaron en disimular, fastidiando incesantemente al paciente Tristán que precariamente trataba de poner atención a la lectura del folleto turístico que se había encontrado en el bolsillo de alguien. En vano les susurraba airado “Sosegaos, no sois dignos de llamaros vampiros… parecéis pendejos…”, pues así solo avivaba más los ánimos de sus amigos, renovando los bríos de sus charlas incoherentes hasta provocar que las personas de otros asientos se volvieran hacia ellos exacerbados.
Para satisfacción de todos los pasajeros acabó expeditamente el tedioso periplo de cruzar el atlántico en avión, pues para los que iban allí fue realmente una aventura viajar junto a esos ruidosos pasajeros, aun cuando no medían el real riesgo de la situación. Cuando aterrizaron y nuestros vampiros pusieron el primer pie en tierra, comprobando complacidos de que aun era de noche y que aparentemente nadie había descubierto el fraude de los pasaportes (o si lo hicieron se intimidaron con sus aspectos espectrales), se llevaron la primera gran sorpresa que les deparaba aquél nuevo viaje
-Dennis… ¿En qué estado está Las Vegas?
-Nevada, ¿Por qué?
-Porque veo que todo dice “Welcome California”
Las dos miradas se volvieron simultáneamente hacia Margarita, quien con toda la dicha posible en su rostro de niña-nube exclamaba extasiada
-¡¡DISNEYLAAAND!!
 ¿Qué demonios hacen tres vampiros en Disneyland? Lo mismo que cualquiera: Turismo. Al poco llegar reservaron tres cuartos en uno de los hoteles junto al complejo de fantasías y conversaron esa noche en el hall, sin ánimos para salir de cacería. Mientras la muchacha divagaba excitada platicando sola acerca de sus películas favoritas y soñaba con conocer a sus personajes preferidos, preguntándose por ejemplo si las hadas de La Bella durmiente descubrirían que ella era vampira o si el simpático Guffy tenía sangre de perro o de humano; sus amigos se tragaban a duras penas la frustración de encontrarse en aquél meloso lugar donde, según ellos, todo su orgullo de cazadores se iba a la mismísima mierda. Misteriosamente Dennis lucía un vago nerviosismo que contradecía su habitual filosofía de no darle importancia a nada.
A la noche siguiente apenas se puso el sol, el trío se apareció en la entrada del parque de diversiones. Si bien a esa hora quedaban relativamente pocos turistas, los amigos se dispersaron rápidamente. Margarita aprovechó para subir a todos los juegos que encontró, incluso aquellos enfocados a los niños pequeños, y saludar a los personajes de cuentos de hadas con una dicha e inocencia que ya quisieran todos los padres hallar en sus hijos adolescentes, aunque eso también es relativo, puesto que algunos adultos se sintieron molestos cuando la joven se abrió paso entre sus pequeñines para acaparar la atención absoluta de los mágicos seres, desatando un llanto generalizado de niños decepcionados que, pese a la delicadeza de sus oídos, no logró inmutar ni un poco a la ilusionada vampira. En tanto en el sector de suvenires, antes de separarse, Tristán y Dennis conversaron un rato mirando de vez en cuando a Margarita, al igual que los demás padres en el recinto
-Te veo serio. De mí se esperaría ¿Pero tú?- dijo Tristán con algo de sorna- estamos en la  tierra de la alegría… o por lo menos para eso pagamos
-No pasa nada, tranquilo
Tristán guardó sus distancias, recordando los últimos sucesos vividos por su amigo
-Buscaré una cerveza
-¿Te consta que es un parque familiar?
-Niño ingenuo, no sabes con quien hablas
Replicó Dennis haciendo un guiño antes de desaparecer  entre los aparadores repletos de multicolores artilugios del célebre ratón Mickey.
Así Tristán quedó solo y comenzó a caminar sin rumbo por si eventualmente la fortuna se apiadaba de él y se encontrara con la Ilusionista en el lugar más inverosímil del mundo. A poco andar algo misterioso sucedió, se sintió perseguido y apuró el paso comprobando que la presencia a sus espaldas también aceleraba. Algo se inquietó en su interior, mientras trataba de analizar la situación, sí, sé que suena bastante extraño que un vampiro ande paranoico, pero ya se ha dicho que Tristán estaba acostumbrado a pasar desapercibido y en estos casos el sentirse acosado sí es alarmante. Pasados unos treinta metros de seguimiento, Tristán se volteó desafiante encontrándose frente a frente con la diabólica sonrisa de un enorme pato blanco vestido de marinero y sin pantalones empuñando una gran cantidad de globos. El vampiro resopló azorado y agregó educadamente en su penoso inglés
-Could you stop following me, please (Podría dejar de perseguirme, por favor)
Mas cuando reanudó su marcha, el irritante doble del pato Donald continuó hostigándolo con su puñado de globos, hasta que una idea cruzó la mente de Tristán, dejando de huella una sonrisa sagaz. Disimuladamente se alejó dejándose  seguir por sectores oscuros y quien lo hubiese visto habría comprobado que iba saboreándose los labios.
Para no profanar los hábitos de los buenos niños que se van a dormir temprano, los guardias comenzaron a corretear a los rezagados a eso de las once de la noche. Fue por eso que Tristán dejó su escondite, donde casualmente se veía la tierra removida en un bulto misterioso, portando unos encantadores globitos y se dirigió a buscar a sus amigos. El primero en ser hallado fue Dennis, en una situación que no pudo menos que dejar anonadado al vampiro de los globos, no solo por el hecho de que estuviera rodeado de latas de cerveza (¡Que sí, que el genio las encontró!), sino porque se encontraba ovillado contra una pared, espantado y acorralado por Mickey y su pandilla, o mejor dicho, un grupo de pobres tipos disfrazados que trataban de venderle sus globitos policromos.
-¿Qué sucede?
-¡Tristán, sácalos!
Exclamó el vampiro con un hilillo de voz. Antes de exigir las justas explicaciones, Tristán, quien ya venía excitado con su primera cacería de la noche, no dudó en mostrarles los filosos colmillos aun con rastros de sangre a los molestos personajes que en segundos desaparecieron como si jamás hubiesen estado allí, tan despavoridos que más adelante ni siquiera atinarían a creerse a sí mismos al recordar lo ocurrido.
-Ya pasó. Ahora sí me explicas qué fue eso
-Me horrorizan esas cosas… son tan… intimidante y monstruosas…
La sonrisa torcida de Tristán se convirtió llanamente en una gran carcajada
-¿Qué tu…? JAJAJAJA ¡En un siglo nunca me contaste eso! Bueno, tampoco es para andar presumiendo el hecho de que te asusten… jaja, los disfraces… HAHAHAHA ¡Por dios, eres un vampiro! Haha…
Dennis intentó replicar algo, pero se detuvo. Su ya vejado orgullo le impidió seguir agrandando la herida. Por su parte, Tristán se contuvo también en su tentación de vengarse de todas las burlas de su amigo bullando más la vergüenza y aun riéndose lo instó a levantarse
-¡Y yo que creía que no me llevaría mayores sorpresas en este lugar! Ven, hay que buscar a Margarita
-Oye… no vayas…
-Ja, descuida… tu secreto está seguro…jejejeje ¿Quieres un globo de consuelo?
En desquite, Dennis tomó uno de los globos y lo reventó con sus garras, hecho que alertó la sutil audición de Margarita y le permitió encontrar a sus compañeros. Cuando al fin se reunieron los tres para salir del parque en dirección al hotel, la vampira comenzó a narrar entusiasmada sus experiencias de la noche, llevando mil chucherías de recuerdos (sombrero con orejas de ratón, incluido) más los globos que recientemente le regalara Tristán. El bello rostro de Margarita se iluminaba con tal júbilo que ninguno se atrevió a interrumpir la inocente charla de sus andanzas
-… ¿Y ustedes qué hicieron?
Preguntó haciendo refulgir sus soles de inocencia, mas por toda respuesta recibió una mueca de Dennis y una risita contenida de Tristán, incapaz de revelar el secreto de su amigo ni confesarle a la muchacha que se había alimentado de unos de sus personajes preferidos para no romper aquella frágil ilusión.
Al amanecer en el hotel, los tres vampiros solo pudieron concluir que la gran ganadora de aquella aventura era indiscutiblemente la consentida Margarita, lo que significaba que ninguno de los dos tendría derecho a reclamar por ello. Pero la travesía de nuestros protagonistas en el gran imperio del norte no terminaba en California, de hecho ni siquiera debía haber comenzado por allí, por lo cual en la hora del crepúsculo, Tristán fue el encargado de comprar los boletos en dirección a Las Vegas para retomar la postergada búsqueda de la Ilusionista.
 Al llegar a la capital del divertimento nocturno, paradójicamente en la hora más luminosa del día lo cual los obligó a ocultarse en una bodega de equipajes perdidos, los vampiros se dieron el tiempo de planificar la nueva etapa de su épica búsqueda.
-¿Cuánto creen que nos tardaremos en revisar todos los lugares donde pudiera presentarse una Ilusionista?
La mirada sarcástica de Dennis bastó para confirmar que eran demasiados como para cuantificarlos, eso además del hecho de que ninguno conocía la ciudad más que por las películas, lo cual ciertamente no es impedimento para aquellos que ya no tienen nada que perder… salvo Tristán el inadaptado, pero él se sentía seguro junto a sus amigos.
-Propongo una primera noche de exploración y después la búsqueda sistemática de tu chica
-Muy bien
Aceptó Tristán, comprendiendo que detrás de aquella propuesta, Dennis estaba pensando en la ingrata experiencia en Disneyland y quería desquitarse en la ciudad que nunca duerme. Margarita también aceptó la moción, o mejor dicho, no se opuso, lo que en fines prácticos es lo mismo, estando demasiado concentrada en hurgar las maletas de la bodega y extrayendo joyas u otros objetos brillantes que llamaran su atención.
Horas después, como movido por un resorte invisible, Dennis tomó uno de los relojes que había encontrado su amiga (creo que decía por ahí “Rolex”, pero nadie le dio importancia) y anunció que ya podían hacer el reconocimiento.
Mucho habían recorrido estos vampiros en las distintas realidades que les concedía la inmortalidad, sin embargo, ninguna de esas experiencias anteriores los preparaba para lo que encontraron al abandonar el aeropuerto. La luz lo invadía todo con infinidad de colores y formas, como ellos nunca habían visto desde sus tiempos de vida al sol. Caminaron juntos, algo intimidados por la luminosidad amenazante y los excesos que atiborraban sus sentidos; tantos olores, tantos sonidos y tanta multitud que les impedía el paso. Si es posible que un lugar empequeñezca a un grupo de experimentados depredadores, es Las Vegas, allí donde todo es posible y la realidad puede adaptarse a la medida de cualquier criatura.
-Dennis, ¿Estás seguro de que debemos separarnos?...-preguntó Tristán- ¿Dennis?
El vacío a su lado le indicó que el indomable rubio se había ido a embriagar con el espíritu de la ciudad. Por suerte, pensó, Margarita seguía aferrada a su brazo y lo miraba con cierta súplica, amedrentada por el exceso de luz que encandilaba su mirada. Se encogió de hombros y entró al primer casino que encontró a su paso, para preguntar si por casualidad tenían en su repertorio el show de una Ilusionista.
 Dennis se dejó llevar por las multitudes, era experto en eso e incluso había desarrollado una técnica que le permitía dirigirse fácilmente en los lugares más atochados del mundo. Las Vegas se le ofrecía como una flor libidinosa que él no dudaría en oler y poseer, liberándose de todas las cargas que se habían colgado de su alma en el último tiempo. Era su terapia y liberación. Volvería a degustar el licor amargo y sabroso de su oscura inmortalidad y llenar con él cualquier vacío. Por eso, lo primero que debía hacer era conseguir sangre joven y, para mejorarla aun más, cerveza, recursos de sobra en la mítica ciudad. Se metió en un bar con el paso presuntuoso del depredador y buscó con la mirada a las mujeres presentes hasta dar con una que llamara su atención para iniciar la cacería acercándose con la mejor de sus sonrisas a invitarla a un trago. Lo demás sería predecible, placenteramente predecible, pensó, mientras conversaba derramando en la elegida el bálsamo embriagante de su voz.
Dejemos a Dennis con sus técnicas de seducción, sí dejémoslo en su privacidad, no insistas, esta no es “esa clase” de historias.
 En tanto, Tristán y Margarita seguían en el primer casino al que habían entrado. La búsqueda había sido vana y la entrada muy cara, por lo cual, para no desperdiciar el dinero invertido, Tristán decidió quedarse a probar suerte en una máquina tragamonedas.
 Es increíble cómo en más de doscientos años uno puede seguir sorprendiéndose de sí mismo, pues así le sucedió a Tristán con su recién descubierta ludopatía. Los primeros dos intentos fallidos fueron acompasados por una risita condescendiente, mas en los sucesivos la sonrisa fue paulatinamente reemplazada por una mueca nerviosa y un frenético “Veamos si ahora tenemos más suerte…” cada vez que bajaba la palanca de la máquina. En eso se la llevó por una hora, hasta que la inoportuna vocecita de la conciencia le comunicó que estaba cayendo en una obsesión enfermiza (otra vez) cuando ya solo le quedaba una ficha para jugar.
-Ten Margarita- dijo con culpa entregándole la ficha a su amiga- sálvame de la degradación
-¿Qué hago con ella?
-Lo que quieras, solo aléjala de mí
Margarita se encogió de hombros y vio cómo Tristán se dirigía al bar por una copa de vino. Al poco rato llegó junto a él con una pregunta en los ojos y la tela de su vestido usado como canasta rebalsando con las fichas del máximo premio de la máquina tragamonedas.
-¿Qué hago con éstas?
La mirada de Tristán era una mezcla de angustia, desconcierto y ansiedad. Con el dolor de su alma apuró la copa de vino y llevó del brazo a la joven hasta la mesa donde se jugaba la ruleta.
 Dicen que Las Vegas guarda sorpresas para todos y bien lo comprobó este trío. Así como Tristán descubrió su adicción a las apuestas y Margarita un don increíble para ganar en las mismas, Dennis en un lujoso hotel descubrió que podía sacarle otro provecho a su talento de galán cuando su compañera y presunta presa dejó junto al velador de la cama una suculenta suma de dinero en pago por su compañía. Interesante información que lo llevó a convertirse en un improvisado vampiro gigoló.
La fiesta colectiva duró hasta que el amanecer comenzó a dar tímidas señales, como si tuviera miedo de exponer sus inocentes rayos de luz ante los lúbricos carteles de neón. Esta hora sorprendió a Dennis en la cama de su última ¿clienta? que desafortunadamente coincidió con el momento en que el vampiro se dio cuenta de que no se había alimentado en toda la noche; supongo que no se precisa más información. En otro lugar y otra situación, Tristán y Margarita se dieron cuenta de la pronta aurora cuando estaban perdiendo todo lo ganado en la noche en una partida de póker con los peces más gordos de la zona en la sección vip del casino.
Los tres se encontraron en la bodega del aeropuerto (punto de encuentro) justo antes de que los rayos del sol tocaran la puerta. Se miraron inquisitivos entre sí. Dennis venía abanicándose con una gran suma de dinero, mientras Tristán, aun frenético, hacía lo mismo con las ganancias del juego de póker y la nueva camisa italiana que había obtenido después de ensuciar la suya con sangre de mafiosos. Creo que tampoco precisa explicación.
-¿Encontraste a la Ilusionista?
Preguntó Dennis. Tristán alzó su índice en ademán de decir algo para callar y bajar la mirada decepcionado
-No… ¿Y tú?
-No
Se miraron en silencio, sin atreverse a decir nada recriminatorio que pudiera aplicarse también a sí mismos. La búsqueda no llevaba a ninguna parte y no daba muestras de querer hacerlo si cada vez que se dispusieran a hacerlo cayeran en sus respectivos vicios. En el afán de cambiar el embarazoso tema ambos miraron a Margarita y emitieron una exclamación de asombro al mismo tiempo al ver el papel que ella leía distraídamente. Se trataba de un panfleto fotocopiado que decía:
“GRAN CONVENCIÓN DE VAMPIROS”