Para los vampiros visitar Rumania ha de ser como para un místico llegar al Tíbet, para un rastafari ir a Jamaica o para un otaku Akihabara. Pues Bucarest, la tímida “París del Este” que ofrece a los típicos recién llegados una noche luminosa y rica en panoramas, detrás de su faz de moderna metrópoli oculta otra realidad tan fascinante como la anterior, un mundo oscuro y seductor disfrazado de leyenda, donde las calles se pueblan de seres enigmáticos atraídos por el extraño magnetismo del lugar.
Al llegar en la noche, nuestros vampiros se dirigieron a un pequeño café cercano al aeropuerto. A decir verdad, no eran los únicos vampiros en las cercanías, habían visto a otros ejemplares prefiriendo mantener sus distancias; se notaba que aquellos vampiros que llegaban turisteando a Rumania solían ser de los más nuevos, aquéllos aun prendidos a los cánones típicos de la especie, a juzgar por sus vestuarios oscuros y abundantes en largos gabanes de cuero, tan distintos de las prendas comunes y silvestres de ellos. Para dar una idea de lo trivial de sus aspectos, decir que Tristán vestía jeans y un simple suéter negro (con que había cambiado en la aduana la guayabera que traía de Brasil) y Dennis, como de costumbre, parecía un rockero; en resumen, aparentaban ser jóvenes excursionistas de paseo en lugar de un par de vampiros. Y no simpatizaban con aquéllos que solo contribuían a convertir la especie en un producto mercantil, cuando ellos, los más viejos, pretendían simplemente llevar sus existencias tranquilamente como lo que en verdad eran: sutiles depredadores de la raza humana.
Pero me he desviado del tema, íbamos en que se encontraban en un pequeño y encantador café de estilo neoclásico que le traía brumosos recuerdos de juventud a Tristán. Los ánimos se notaban tranquilos, en especial Dennis después de la liberación emocional vivida en Río; pero no más pidieron sus órdenes, las frecuentes alusiones al pasado que decoraban el local comenzaron a escarbar las nostalgias de Tristán y por ende, reavivar la ansiedad por hallar a quien, por así decirlo, lo había condenado al exilio del tiempo
-Margarita- Preguntó mirando fijamente el azúcar que se disolvía en la profunda oscuridad de su taza de café-¿Qué más sabes de Susy?
-¿Susy? ¿Qué Susy?
Entre el desconcierto de la joven y la risita burlona de Dennis, Tristán desahogó su desagrado agitando con violencia la cucharita en la taza, pero Margarita continuaba
-¿Te llamas Susy?... ¿No era Teodoro?
La cucharita sufrió una súbita deformación en la mano de Tristán, no iba a discutirle ni regañarla. No es su culpa. La chica es así. Qué me lleve…, la chica es así.
-Susy…
Margarita estaría llamándolo de ese modo toda la noche.
En tanto, la mente de Dennis comenzaba a procesar una sutil idea, tan solo un presentimiento, como una pequeña llamita donde la verdad ardería. Algo que iba tomando forma, aunque no lo comprendía del todo. Seguro que Tristán no se daría cuenta jamás, con esa cabecita de niño, pero no se lo diría. Era preciso esperar a que no quedaran dudas.
Finalmente salieron del café dejando como propina unas monedas y una cucharita doblada en noventa grados, cuando Bucarest vivía el clímax de sus noches de bohemia. Recorrieron las calles a pie, disfrutando del paisaje cargado de historias, sin fijar demasiado la vista en los otros vampiros que eventualmente se les cruzaban sugestionados por la fantasía de Stoker. Aun no buscaban un hotel y Tristán refunfuñaba por lo mismo, o por lo menos esa era su excusa, junto a Dennis que se burlaba de él y Margarita que continuaba llamándolo Susy, inocente de la chanza que generaban sus palabras.
De repente y sin que sus amigos lo notaran en un principio, Margarita se detuvo junto a un farol. Cuando Dennis y Tristán se volvieron a verla, un hombre cruzaba la calle acercándose a ella con paso acechante y galán.
La vampira lo miró con la expresión cándidamente seductora de una Caperucita, con sus enormes ojos verdes alzados para poder fijarse en el rostro que desde su metro con ochenta y dos centímetros se detenía frente a ella. Era un hombre joven y atractivo, de movimientos suaves y seguros que a primera vista imponía la virilidad de su carácter; contextura atlética, de cabellos oscuros matizados con finas hebras cobrizas, ojos intensos de color gris pardo y una voz grave que en un susurro estremeció los oídos de Margarita
-Hola, pequeña… ¿Cómo te llamas?
Margarita miró a su alrededor buscando a sus amigos sin hallarlos, porque éstos se encontraban más atrás de ella. En su defecto, fijó la vista en un parque cercano donde crecían bellos árboles
-…. ¿Árbol?
-Su nombre es Margarita
Respondió secamente Tristán a su espalda, antes de que el invasor se repusiera del desconcierto de la respuesta
-¿Y ustedes…?
-Somos sus amigos
Terció esta vez Dennis. Cada uno situado a un lado de la muchacha con celo protector, como animales defendiendo su territorio
-Encantado. Yo soy Jack Elliot
-¿Cómo el cantante?
Las palabras de Tristán rompieron levemente la tensión ambiente por la extraña ingenuidad de su tono, que curiosamente no dejaba de ser frío. Los demás se miraron confusos entre sí
-¿Quién?
- Ramblin Jack Elliot… el del blues ¿Lo recuerdas, Dennis?
-Ah, sí. Buen músico… menos mal que no lo matamos
Las últimas palabras de Dennis, dichas con la vista fija en los ojos del hombre, no tenían la mínima pretensión de parecer casuales. Eran una amenaza y todos lo entendieron así.
El invasor retrocedió un paso sin bajar la vista, era una señal de que se retiraría pero no por mucho, sus ojos ardían de furor y su labio superior temblaba imperceptiblemente como su estuviera tratando de dominar el impulso de mostrar los dientes o atacar. Los vampiros continuaron estoicos en su posición, nunca habían demostrado tal seriedad en sus pálidos rostros, por vez primera sacaban a relucir el peligroso potencial de su condición.
-Bueno, nos veremos pronto, pequeña
Se despidió con una sonrisa forzada y desapareció en el parque de en frente, mirando a ratos hacia atrás, con más desafío que precaución.
Solo cuando ya estaba fuera de sus vistas, los vampiros relajaron sus cuerpos y rompieron el silencio con el mismo ánimo coloquial de siempre
-¿Quién era él, Susy?
-Lo mismo me pregunto yo
Respondió el aludido pasando por alto el hecho de que Margarita siguiera llamándolo así. Dennis permaneció callado un rato más, ya no tenso sino pensativo.
-Él no es humano…
Dijo al fin
-De eso pude darme cuenta, pero tampoco era vampiro
-Ah… niñito, aun eres joven en este mundillo –sonrió burlón- Claro que no es uno de nosotros… un licántropo, ni más ni menos
-Nunca había visto uno
-Son escasos, yo tampoco he visto demasiados en los últimos cinco siglos… por alguna razón son menos que nosotros. Creo que se eliminan entre ellos, en peleas de manadas… clanes, familias… o lo que sea que tienen
Tristán resopló cansado mientras retomaban el camino en busca de un hotel
-Con razón… siempre me han sido desagradables los perros
-¿Por qué a Susy no le gustan los cachorritos? Son lindos…
Nadie podría afirmar qué tan inocentes fueron las palabras de Margarita, pero no se preocuparon por el presunto sentido oculto de su expresión, pendientes de algo más
-De todos modos hay que tener cuidado con el cachorro -Dijo Dennis con inusual suspicacia, para agregar ante la mirada interrogativa de Tristán- Ningún hombre lobo se acerca a una vampira a flirtear…
-¿Qué?
-Somos enemigos naturales. Y no me preguntes el motivo, ya era así cuando me convirtieron
Tristán se encogió de hombros y continuaron caminando en silencio, claro que ahora, pendientes de que Margarita no se retrasara.
Se regodearon recorriendo hoteles hasta dar con uno de bella arquitectura romántica y cinco estrellas, pidiendo tres habitaciones individuales con pago por adelantado como lo hacían en todas las ciudades que visitaban… ¿o no?
Al día siguiente estaban los tres en la habitación de Margarita, turnándose Dennis y Tristán para descansar. Había sido un acuerdo tácito para mantener la vigilancia en todo momento en caso de un posible ataque diurno. Jack Elliot se había encargado de dejarles muy claro que se trataba de un enemigo, y uno difícil.
No ocurrió nada, lo cual ciertamente no era un consuelo. Dennis explicó vagamente lo que hacia siglos alguien le había explicado vagamente a él (o bien, “vagamente” lo había oído, ya no lo recordaba). Los licántropos eran una especie muy gregaria, necesitaban estar entre los suyos aunque fuera sólo para enfrentarse, por tanto cuando uno de ellos sufría un ataque sus compañeros no demoraban en reaccionar como grupo para ejecutar la justicia, pero ésta debía ser un acto de honor y por ende esperarían un enfrentamiento directo con los culpables en lugar de un ataque con la presa en desventaja; entonces era probable que uno de ellos hubiese actuado contra un hombre lobo y ahora estuviesen preparando la venganza, el problema es que ninguno recordaba haberlo hecho…
Cuando el ocaso hizo lo suyo y al abrir las cortinas la hermosa perla en el cielo les hizo reír nerviosamente, recordando las historias de lobos y Lunas llenas, decidieron por común acuerdo que lo mejor era salir como siempre y mantenerse juntos sin bajar la guardia ¿Miedo? Jamás, solo una ansiedad resignada de estar jugando una partida de rol en la que no les preguntaron si querían formar parte.
No obstante, no fue necesaria una larga espera de los acontecimientos. Apenas dejaban atrás el pasillo del ascensor, en el hall del hotel una pareja los esperaba con sonrisas desafiantes. Uno de ellos era, claramente, Jack Elliot; su compañía, una mujer pequeña y delgada que vestía suéter de lana y falda escocesa, su melena era de un extraño color grisáceo y sus ojos amarillos, poseedores de una fuerza misteriosa que denotaban un gran carácter forjado a costa de sacrificios y un aire huraño de loba esteparia.
No se precisaron las palabras cuando el encuentro fue ineludible. A su alrededor las cosas seguían funcionando normalmente como si no estuviera a punto de acontecer una batalla legendaria, pues el mundo no tiene tiempo para esas cosas cuando al mismo tiempo alguien reconoce que una actriz de telenovelas está entrando al hotel junto a su amante y las personas se arremolinan allí para pedir autógrafos y/o escupir (figuradamente) a la suripanta. Así pues se rompe el mito ése de que es tan fácil de reconocer a los vampiros y los licántropos, que aquí de lo más bien que pasaron desapercibidos y salieron del lugar sin llamar la atención de la masa, porque allí adentro el escándalo era insoportable.
Por iniciativa de Estela, la mujer loba que acompañaba a Jack Elliot, fueron todos a un café cercano. Estela fue la primera en hablar
-A decir verdad nuestro problema es solo con uno de ustedes- al decir eso fijó la vista de reojo en Margarita, para asombro de sus amigos… no, sin asombro, con ella ya nada les parecía sorpresivo- pero si conforman un grupo, no tenemos problema en arreglar cuentas con los tres
- Podríamos comenzar por saber cuál es el problema, creo yo
Replicó Dennis con sorna. Jack Elliot hizo una mueca que podría interpretarse como íntimo dolor o gran desprecio hacia ellos, ante lo cual los tres vampiros (incluso Margarita, créelo) reaccionaron inconscientemente tensando los músculos
-Tranquilos. No iniciaremos una pelea en un lugar público
-¿Tan mamones son los licántropos que temen asustar a un puñado de humanos?
El inusitado desafío de Tristán irritó a Jack Elliot y evidenció la que sería una debilidad: era fácil de provocar. Siguiendo el juego por diversión, Dennis agregó
-No, lo que pasa es que los lobos se deforman demasiado al atacar. En cambio, un vampiro siempre luce sexy
Dicho esto guiñó un ojo a Estela, para tensar más el ambiente. Los licántropos eran orgullosos de su especie y apenas podían contenerse, pero la mujer era firme y no cedió ante las burlas de su enemigo. Si antes no tenía nada en contra de ellos, ahora la situación se volvía personal
-La monstruosidad que está sentada entre ustedes asesinó a nuestro hermano Vasily y ese crimen no quedará impune. Llevamos años esperando su detestable regreso para hacer justicia. Sangre por sangre.
-Bien ¿Y?
Temblando de rabia, Estela se levantó seguida inmediatamente por su hermano
-Los esperamos en dos días en Transilvania. La ciudad de Sighisaroa, a la medianoche
-Transilvania ¿Por qué no en Bucarest?
Rezongó Tristán
-Porque Transilvania tiene más estilo
Contestó Jack Elliot con una sonrisa antes de dejarlos solos en la mesa.
- Mierda- resopló Tristán- Los muy canallas nos dejan con la cuenta
Dennis se encogió de hombros y terminó de beber la cerveza que había pedido
-¿Has cazado lobos algunas vez, Tristán?
-No
-Yo tampoco
-Pero ella sí, por lo visto…
Dijo señalando a la vampira. Margarita cortaba los tallos de las flores con que estaba decorada la mesa y acomodaba coquetamente una azucena en sus cabellos.