Capitulo 8: La noche más larga y la más corta de nuestras no vidas


Era una bóveda hermética sobre sus cabezas, húmeda y oscura, soberbia, palpitante, animada por una vida invisible que era muchas y solo una a la vez. Les acechaban sonidos misteriosos desde cada rincón, pero ellos no tenían miedo. Los árboles de copas imposibles de distinguir en la maraña clorofílica formaban intrincados laberintos en que debían luchar por abrirse paso, cortando, desgarrando, destrozando la flora animada que a cada instante volvía a crecer donde había sido extirpada para atravesarse en sus caminos haciéndolos trastabillar y perder el rumbo. Miles de formas de vida, mínimas e incomprensibles, pero maravillosamente sorprendentes surgían en aquella travesía épica por los parajes desconocidos donde jamás había estado un alma humana, insectos de tamaños inconcebibles, víboras, alimañas, criaturas de las cumbres de las cuales nunca conocieron más que los sonidos emitidos. Estaban en el corazón de un templo donde gobernaba la omnipotente potestad de la naturaleza salvaje, donde había que someterse a sus reglas o padecer, e incluso el tiempo perdía sus atributos, dejando la sensación de que allí no transcurrían las horas ni los días, de que estaban atrapados en un delirante presente verde y húmedo. Era lo más profundo de la selva amazónica y tres vampiros pugnaban por salir de allí.
El motivo que los había llevado hasta allí era el simple producto de las circunstancias que escapaban a sus dominios, o tal vez de la paradójica ingenuidad de quienes han escapado de los temores de la mortalidad. Acababan de llegar a Brasil, una madrugada poco antes del amanecer, cuando el país les dio la bienvenida con una implacable lluvia tropical que los obligó a tomar el primer taxi que encontraron y ordenar el traslado hacia lujoso hotel en cuyas reservaciones habían invertido las últimas ganancias de las apuestas; Varias horas tardaron en darse cuenta de que en lugar de avanzar hacia el centro de la ciudad se dirigían hacia los suburbios y de que estaban siendo secuestrados,  para desgracia de los malhechores, no se trataba de turistas ordinarios sino de tres vampiros que se demoraron mucho menos en reducirlos, echarlos fuera del vehículo y robarles lo que llevaban para luego conducir como desquiciados hasta la selva para refugiarse del avance de la luz del sol. No sabían ellos que en la Amazonía entrar es mucho más fácil que salir. Desde entonces seguían vagando en el intento de recuperar el rumbo hacia la civilización.
-Tristán, suelta esa cosa…. Es asquerosa
-No. Me gusta y yo a ella… ¿No es así, Micifuz?
-¿Micifuz? ¡Ese es nombre de gato!
-Es un nombre y punto
Así llevaban la marcha. Aburridos e inmutables. Margarita en la vanguardia recogiendo exóticas flores de su alrededor, fascinada con aquél ensueño selvático. A su espalda Tristán jugaba con la peligrosa serpiente que se le enredaba en los brazos y cuello intentando infructuosamente de hincarle los ponzoñosos colmillos a quien en ese jueguito ya tenía experiencia
-Querido, este cuello ya tiene su marca…
Decía divertido, respirando hondo toda la huraña soledad del paisaje, tan acorde a su espíritu romántico. Sin embargo, Dennis no compartía en absoluto su entusiasmo y a cada momento farfullaba amenazas dirigidas a la nueva mascota de Tristán, hay que decir que estaba realmente malhumorado y no se esforzaba por esconderlo ni tampoco sus compañeros en atenderlo; lo comprendían, era la abstinencia de cerveza.
Debido a la falta de luz no podían cuantificar el tiempo transcurrido, éste se les iba lentamente, derramándose por el medio de las hojas diluido en los periódicos goterones de lluvia que  caían de vez en cuando. Caminando y caminando, sin detenerse a nada, caminando y caminando. En algún punto el espacio comenzó a variar y el hermético techo de hojas filtró algunos tímidos rayos de luz que no supieron si provenía del Sol o la Luna, pero que de todos modos por prevención evitaron, deteniéndose en ciertos tramos hasta que los haces luminosos se volvieran oblicuos y terminaran por desaparecer. Sabían lo que significaba, se aproximaba el fin de aquella travesía salvaje y por eso, aunque tuvieran que pararse cada cierto tramo, estaban más entusiastas. El paulatino cambio continuó hasta que una noche vieron la Luna como un enorme agujero de cloro en el terciopelo azul del cielo y se descubrieron en una sierra solitaria, desde donde se veía una iluminada ciudad.
Los tres se dejaron caer en una carrera loca como almas a las que sigue el diablo, corriendo sierra abajo a una velocidad prodigiosa incluso para ellos mismos, riendo desbocados al sentir la brisa salada en sus rostros. Se diría que a ese paso pretendían echarse a volar y quizás lo hubiesen logrado de haber estado vestidos adecuadamente en lugar de los harapos con que salían de la selva.
La Luna se perdía en el cenit opacada por la colosal iluminación cuando llegaron a la urbe. Cruzando los turbios barrios marginales donde todo epíteto de la miseria sería mezquino, para llegar luego a un espectáculo tan distinto como magnífico e inefable. Era como si una enorme botella de champagne hubiese derramado su espuma por las calles, cubriéndolo todo con su burbujeo dorado y adamantino, o si las estrellas proyectaran en aquel lugar toda su carga de luz y sueños nocturnos. Una multitud de criaturas quiméricas provenientes de la maravillosa tierra donde convergen las fantasías más delirantes del ser humano desfilaba en una danza que era una provocación al asombro, enormes animales petrificados, estrafalarias cortes de reinos inverosímiles, plumas, brillos y máscaras, alegorías exóticas por doquier. La música que los animaba parecía nacer de las pulsaciones de todos los cuerpos presentes, los corazones daban el tono vital del bombo, los roces furtivos de caderas y muslos se denunciaban en la voz sensual de los cavaquinhos, y las extremidades arremolinadas salpicaban sones de pandero.  Los vampiros se detuvieron estupefactos, la grandiosa escena les quitaba la voz y no alcanzaban a comprender lo que ocurría, sospechando vagamente ser víctimas de una nueva alucinación colectiva, aunque esta vez la fastuosidad empequeñecía todo lo antes imaginado
-CARNAVAL DE RÍO DE JANEIRO!!
Grito a lo lejos un hombre extasiado, cuyo efecto en los vampiros no se dejó esperar. A la sola voz de “Carnaval” una sonrisa iluminó desde lo más profundo el rostro de Dennis.
Las reacciones fueron absolutamente espontáneas. A solo unos segundos Tristán ya se encontraba solo (a su serpiente Micifuz lo había lanzado en la sierra mientras corrían), pues Margarita y Dennis se desparecieron nuevamente en el gentío. Ni siquiera se molestó esta vez en tratar de buscarlos, después de todo, él tenía claro su objetivo.
Dennis, por su parte, se sumergió en la euforia carnavalesca como en si fuera una extensión de su interioridad. Excitado de tanta libertad, por momentos olvidó el curso del tiempo y sintió nuevamente la vida fluir por sus venas de joven eterno, de alma de carnestolendas. En tres minutos aprendió los pasos y comenzó a bailar. Entonces todo fue mágico, en cada movimiento fue liberando un recuerdo, una cicatriz; la fiesta se pobló con los fantasmas de su extenso pasado y todos se vestían de éxtasis, hasta los más tensos y dolorosos recibieron la comunión de la catarsis. Estrechó cinturas y besó labios para luego dejarlos ir en una incansable búsqueda de nuevas fragancias, cada cual tan o más fascinante que la anterior. Bailó con la memoria de Larisa rusa (o así lo recordó al día siguiente, sin poder conciliar lo vívido con lo imposible) y al fin pudo decirle con todo el amor que le quedaba: “Adiós”. Y fue libre. Y fue feliz. Todos los asistentes eran parte de él, formaban un solo gran organismo, porque él era el carnaval. El carnaval que gobierna las noches y rehúye el día, que es inmortal, que cambia de lugar y máscaras a lo largo del tiempo y sigue siendo el mismo. Carnaval y vampiro, ambos noche y fuego, asimismo honda melancolía en el embriagante trago del desenfreno. Carnaval y vampiro, bebedores de la vida que no pueden poseer.
Mientras iba por más cerveza se encontró con su amigo Tristán y no supo si lo que veía era real. Éste bailaba y reía locamente abrazando el cadáver de una bella mulata con un brazo y sosteniendo con el otro un vaso con jugo de frutos exóticos de dudosa procedencia decorado con una sombrillita de colores.
-Ahora entiendo por qué no me dejabas comer hippies en los 60`…
Le dijo sin dejar de reír
-La muerte es vida
Sentenció Dennis y se marchó con sus cervezas, suponiendo vagamente que se trataba de una ilusión simbólica.
Cuando se acercó al desfile de las escuelas de samba, vio en el medio de éste a Margarita bailando junto a los demás, vestida con un diminuto (realmente Diminuto) y encantador traje de abalorios y plumas, también lo supuso una ilusión, pero cuando otro bailarín se acercó a ella y la tomó de la mano, reaccionó sin pensar y se lanzó entre ellos, evadiendo todas las medidas de seguridad, mas su amiga sonreía dulcemente y eso le dio confianza. Además los flashes de cámaras como laderas de estrellas refulgentes y la música directa lo distrajeron con brumas de ensueño y en lugar de marcharse, subió a uno de los carros alegóricos a bailar, pues era él el rey de todo carnaval y tan bien lo hacía que los miembros de la escuela lo avalaron y celebraron.
 No supo cómo salió de ahí ni tampoco cómo diablos fue a dar a una playa. Nunca sabría si en realidad habían otras personas allí, ni le llegó a importar demasiado, solo tenía claro que él se vio a sí mismo enfrentado al mar como un alma ha de verse en el día último frente a la gran balanza y su juez. Si esa noche debía completar un misterioso rito de purificación como lo venía haciendo, éste culminaría en las aguas del mar. Le bastó esa certeza para desnudarse completamente y correr a sumergirse en las cálidas aguas avanzando a nado hasta que ni de pie alcanzaba a tener contacto con la arena; allí dejó que el océano hiciera su voluntad, siendo mecido hasta que se relajó al extremo y lentamente fueron cayéndose todas las cáscaras de su corazón, arrullado por el sonido de las olas que parecían decir su nombre con una sensual ternura de Yocasta.
No llevaba diez minutos en aquél trance sublime cuando con amargura comprobó cómo desde lo más lejano del horizonte comenzaba a alzarse el sol como una naranja media sumergida que salía a flote. En vano intentó lanzarle agua para que se apagara, por lo que cambió de estrategia y se fue corriendo a buscar refugio en un bar cercano. Para su suerte, a esas horas nadie le dio mucha importancia al hecho de que fuera desnudo y sin preguntas le abrieron la puerta a una protegida bodega donde se encerró maldiciendo a viva voz lo corta de las noches de verano en el trópico.
Al anochecer, sintiéndose increíblemente relajado, Dennis consiguió ropa y salió a buscar a sus amigos. En medio de la juerga que tímidamente intentaba resucitar, se preguntó a sí mismo dónde podría encontrar a Tristán, consultando infructuosamente en todas las dulcerías y librerías abiertas que encontró a su paso (no digamos que fueran demasiadas). Finalmente un inesperado indicio le dio la señal que esperaba; En un oscuro callejón vio un conteiner de basura temblando convulsiva y misteriosamente y se acercó a investigar, encontrando debajo de algunas capas de basura y un cuerpo muerto, a Tristán aun extraviado en el tiempo y en el espacio
-Hola- saludó Tristán- ¿Puedes creer que los alucinógenos siguen teniendo efecto en los vampiros?
-Ahora sí
-Es un descubrimiento interesante- añadió dichoso- ¿Y Margarita?
-Eso quisiera saber. Límpiate y vamos a buscarla
Encontrar a Margarita fue un poco más simple, en vista de que su presunta fantasía de Tristán era cierta, Dennis optó por creer a las nebulosas indicaciones de su mente, por lo cual  solo tuvieron que rastrear la escuela de samba donde habían estado bailando la noche anterior y allí estaba ella aun vestida con el estrafalario traje y celebrando con sus nuevos compañeros.
A medianoche ya estaban los tres sentados en una acera (Margarita aún de bailarina) pensando en qué hacer entonces.
-Aun no buscamos a la Ilusionista
Dijo Tristán
-De seguro ella ya no está aquí. Por muy genial ¡y de veras que es genial! Que sea el carnaval, cualquier vampiro consciente se iría de un lugar donde las noches duran menos que… no sé ¡vaya a saber dios de algo que dure poco!
Tristán reflexionó un poco la respuesta de Dennis y no pudo negar que el argumento era irrevocable, lo suficiente como para lograr que DENNIS SE FUERA DE UN CARNAVAL. Aceptó sin protestas y cuando se disponían a preguntarle su parecer también a Margarita descubrieron que ella ya no estaba con ellos, mas un rato después apareció tranquilamente por detrás de una esquina vestida con un lindo vestidito y ataviada con pañuelos. En su mano llevaba una billetera que alargó instintivamente a Tristán
 -¿Dónde estabas?
Margarita se encogió de hombros y luego hizo ademán de decir algo, pero entonces la atención estaba fijada en Tristán que sacaba asombrado unos papeles de la billetera
-Tres pasajes de avión hacia Rumania
-¿Cuándo sale el vuelo?
-En unas horas
Mientras Tristán buscaba desesperado alguien que le vendiera pasaportes falsificados, porque los de Dennis y Margarita habían quedado en las ropas que devoró el carnaval, los aludidos pudieron conversar un poco
-¿Dé dónde los sacaste, Margarita?
-Me los dio una amiga- respondió feliz la muchacha-… creo ¿o era una prostituta boxeadora?
Por suerte la Ilusionista nunca se enteraría de que en aquella oración habían cambiado su oficio.

1 comentario:

  1. Oh Dios mío, más pistas, más preguntas, el porqué del titulo.... ¡Mmm! Me siento ansioso, con ganas de más. Soy lectordependiente de la Prostituta Boxeadora, mi nueva droga, mi propio alucinógeno.

    El Chico de la Risa Estruendosa.

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