Capítulo 14: El tipo colgado del corazón de Margarita

Las dos noches se pasaron demasiado rápido.

-Son las cinco de la madrugada y aun no recibimos tus pistas, Dennis
Se burló Tristán bebiendo su vino con aires ganadores
-La ludopatía es una enfermedad ¿sabes? Te hace mal apostar
-Te recuerdo que tú lo propusiste
-…Si sigues así necesitaremos un especialista y eso será muy peligroso…
Dennis siguió ignorándolo con ligereza mientras terminaba su última cerveza de la noche. Luego seguirían las de la tarde que le llevaría Margarita en sus nuevos paseos diurnos.
Volvieron al hotel antes de que se les hiciera más tarde (o temprano, depende de cómo se mire) y Dennis entregó sin rechistar su muñequera a Tristán, dejando al descubierto los dos puntos encarnados de su muñeca mientras buscaba algo entre sus cosas con qué sustituirla.
A las dos horas, Margarita subió mostrándoles un sobre que la recepcionista le había dado. Tristán lo tomó y exhibió con gran sorna frente a las narices de Dennis los tres pasajes hacia Londres.
-No es justo. Dame tu reloj
-La apuesta era hasta el amanecer: Perdiste
-¡Tramposo! ¡Aun no amanece!
-Bien, no perdía nada… si tanto querías mi reloj podías haberlo pedido, no tiene demasiado valor para mí.
Sin más Tristán le entregó el reloj y Dennis tras hacer un espectáculo comparable con el Gollum, envió a Margarita a buscar una casa de empeño abierta y traer todo el dinero en cervezas.
En algún lugar de Londres, Dave Miller trataba de capear a duras penas la lluvia bajo una carpeta, para no mojar demasiado su uniforme de guardia de seguridad. Otra vez había dejado el paraguas en algún rincón del catastrófico cuchitril que era su departamento de soltero con sueldo miserable. Poco antes de llegar a su lugar de trabajo, el grito avasallador del Big Ben le anunció que nuevamente llegaba tarde, por lo que puteó con ganas a la engreída campana cuando ingresó a su torre para realizar el cambio de turno. Ayudó a su compañero a corretear a los últimos turistas que rondaban el mítico reloj y finalmente pudo quedarse solo y respirar a gusto la intensa soledad del ambiente esa noche.
Dave se consideraba a sí mismo como un hombre raro, aunque era joven tenía alma de un viejo y ante todo amaba la absoluta soledad que le propiciaba su corriente vida de obrero del sistema en una capital. Por eso en el fondo disfrutaba su trabajo, aunque lo maldijera constantemente como a todo en su vida, pues en las noches londinenses era lo único que le permitía estar consigo mismo para rumiar sus amarguras en paz. Sin embargo la noche le tenía reservada una sorpresa al joven Dave. Cabeceaba en la puerta de la torre del Big Ben, contando los minutos para que terminara su turno e ir a engullirse un sándwich antes de regresar a su casa a dormir con la tele prendida. De repente, mientras sus párpados caían de cansancio, sintió un movimiento a su lado, casi una brisa que provocó un escalofrío en su espalda. Dave se levantó buscando a tropezones la linterna y la luma que le entregaba la compañía, para entrar a la torre a explorar.
Eran las tres de la madrugada en punto según su reloj, pero su reloj estaba mal si es que el gran Ben no lo corroboraba. No pretendía encontrar nada peligroso y al poco andar retrocedió sin hallar nada, pero no bien lo hizo otro ruido lo sobresaltó, solo que esta vez no se trató de una falsa alarma. La gran campana comenzó a repicar y bajo el halo dorado de su linterna una muchacha se encogió de sorpresa.
-¿Quién eres?
Preguntó Dave, sorprendiéndose a sí mismo temblando sin razón. La joven no respondió, era de una belleza extraña, especialmente su mirada vítrea, como si estuviera sin estar. El cuidador estaba sobrecogido de emoción y no asimilaba que se tratara de una visión real
-¿Cómo te llamas?
Gritó para hacerse oír entre los ecos de las campanadas
-…… ¿Campana?
Luego salió corriendo hacia arriba seguida a largas sentadas por el cuidador y cuando Dave creyó encontrarla se golpeó de frente con una soledad que de repente ya no le parecía tan gratificante. En ese momento, supo que no la olvidaría jamás.
Pasó el resto de la noche divagando en torno a la aparición de la chica campana. Cada vez que la recordaba, le parecía más bella y mágica, más sublime, y la obsesión hundía sus raíces en su corazón de solitario trabajador mal pagado.
Cuando terminó su turno ya comenzaba a creer que todo había sido un fantástico sueño y se entregó de lleno al ritmo cotidiano y grisáceo de la vida, con el ansiado sándwich en el café de siempre, no obstante, poco más allá de la torre de la catedral de W, cuando el Big Ben anunciaba ya que eran las seis en punto, como una ilusión se cruzó en su camino la muchacha, que caminaba en dirección nuevamente al reloj con el gesto absorto, tal cual un secreto llamado. Nuevamente siguió sus pasos y cuando terminaron de resonar las campanadas, sin quitarle la vista de encima, el cuidador dejó atrás todas las convenciones de la gente normal para seguir como un maníaco la estela de un difuso sueño.
En su cuarto de hotel, Tristán y Dennis compartían unos tragos en la salita. Todas las ventanas estaban cubiertas para evitar cualquier entrada de luz, de fondo se oía a los inmortales Beatles y ellos conversaban animadamente de la primera vez que habían visitado la isla y cómo se habían llevado tan bien con esos chiquillos en Liverpool que insistían en formar una banda con un estilo tan extraño. Eran cerca de las diez de la mañana y no se preocupaban por Margarita, pues en el fondo sabían que alguien permanecía siempre cerca de ella para cuidarla, alguien que llevaba un tiempo jugando con ellos. La puerta sonó suavemente y Tristán se levantó a abrir a Margarita, solidarizando con el desconcierto fatal que a los dos les causaban las tarjetas magnéticas de los hoteles.
Una sorpresa.
-¿Quién es él, Margarita?
La aludida miró a su lado y miró el brazo al cual estaba aferrada
-….. Reloj
-Me… me llamo Dave Miller
Respondió nerviosamente el joven que después de compartir un helado de piña bajo la lluvia con la mujer más extraña que había conocido en la vida ya no se asombraba de que les abriera la puerta un joven de aspecto anacrónico y triste hablando en español.
-Pasen, despejaré un poco adentro
-¿Qué sucede?
Dijo Dennis en un susurro cuando vio a Tristán recogiendo bultos y a Margarita con un hombrecillo trémulo en la puerta
-¿Qué se yo? ¿Servicio al cuarto?
-Hola
Saludó el “Servicio al cuarto” sentándose en un pequeño diván.
-Hola. Soy Dennis y el niñito de ahí se llama Tristán. No habla mucho inglés, pero le hace empeño. Somos…. Primos de Margarita ¿y tú?
-Esto… amigos, sí, nos conocimos esta mañana…
No cuestionó la historia, aunque le llamó la atención el presunto lazo familiar entre los tres jóvenes que no tenían nada en común más que una palidez espectral acentuada por la luz artificial que en plena mañana iluminaba el cuarto
-¿Y qué hacen en Inglaterra? ¿De dónde vienen?
Dijo tratando de parecer casual. Los vampiros concentraron sus miradas en Dennis, el eximio fabricante de mentiras
-Venimos de… América, Sudamérica… y…
-Buscamos a alguien
Agregó secamente Tristán en su penoso inglés con acento
-oh, muy bien
Sucedió un largo silencio de escrutinios mutuos mientras Margarita tarareaba So happy together haciendo sombras en la pared con las manos.
-¿Hablas francés, Dave?
Inquirió Tristán
-No… lamento reconocer que reprobé el curso
-Macanudo- luego se dirigió a Margarita- Pourquoi avez-vous amené? (¿Por qué lo trajiste?)
- Parce que c'est mignon... et me veulent du bien. Je dois le retourner? (Porque es lindo… y me quiere bien ¿Debo devolverlo?)
- Sait-il ce que nous sommes? (¿Sabe lo que somos?)
- Ce que nous sommes? (¿Qué somos?)
-Si seulement il savait... ne serais pas venu (Si lo supiera, no habría venido) – interrumpió Dennis-Nous devrions être civilisé. Le garçon est nerveux... Je pense qu'ils uriner (Debemos ser civilizados. El chico está nervioso… creo que se orinará)
-Je ne pense pas que cela ait une bonne fin (No creo que esto vaya a tener un buen final…)
-Vous ne pensez jamais les choses se passent bien (Tú nunca crees que las cosas irán bien)
-¿Sucede algo?
Dijo Dave
-No, en absoluto ¿Quieres cerveza? ¿Vino tinto?
-O prefieres un tequila Margarita
Añadió apáticamente Tristán para tensar aun más la situación
-Ignóralo, Dave…-replicó Dennis- Celos paternales
-¿Cómo se conocieron? Habla
Dave buscó nerviosamente a Margarita con la mirada, pero esta vez ella se encontraba distraída hundiendo las manos en la hielera de la mesa de centro (cada vez que tocaba el hielo decía “Frío…” y volvía a repetir el ejercicio). Enternecido de amor, Dave se volvió a sus interlocutores
-Nos conocimos en mi trabajo… soy… guardia del Big Ben- en lugar de la mirada réproba que se esperaba por lo que consideraba una patética vida, halló simple indiferencia y quizá algo de curiosidad.
La velada siguió su curso penosamente hasta que Dave se fue a descansar un poco antes de su próximo turno.
Las visitas se sucederían invariablemente durante los días próximos esbozando un sueño increíble cuyo final nunca deseaba.
Eran las siete en punto según el Big Ben y el cielo de mostraba encapotado como en las más sórdidas historias del Londres victoriano afuera de la torre, pero para Dave eran simplemente la hora más importante de su vida. Quería dar un pequeño paso que por tratarse de una chica tan peculiar cobraba proporciones épicas, esa tarde pretendía besarla.
Librarse de la presencia constante de los extraños primos de Margarita no había sido fácil, las mañanas eran la única instancia en que no lo agobiaban con sus presencias celosas, pero deseaba que ese momento especial ocurriera en la oscuridad (para no dejar en evidencia su turbación) y en el lugar mismo donde el sueño había comenzado.
Ahora lucía tan bella como esa vez, con un abriguito rojo y una falda escocesa que acentuaba su inocencia, Dave se conmovía solo con ver sus ojos de intenso verde extraviados en el olvido
-Margarita….-dijo con un hilo de voz-debo decirte algo…- sus miradas se encontraron en lo que a él le pareció una eternidad-… Yo te amo
Silencio.
Margarita miró un poco detrás de él y luego le respondió con una dulce sonrisa con un lejano trasfondo de benevolencia
-También debo decirte algo, Dennis
-Eemmm… me llamo Dave, Dennis es tu primo
-Si… eso- calló un rato más para martirio del enamorado- Soy una vampira… espera, no… ¡Dampira! Eso soy
Un poeta dijo que el amor no acepta cuerdas reflexiones y todos lo hemos comprobado alguna vez. El amor es un chiquillo rebelde y adicto a inyectarse mentiras de consuelo que había armado su campamento en el corazón de Dave.
El joven se quedó mirándola sin entender, de cierto modo lo que oía tenía sentido (era taaan rara y sus amigos los fotofóbicos mucho más) y seguía adorándola aunque sintiera que debía sentirse burlado por una broma estúpida o más tal vez íntimamente asustado. Margarita sonreía y el pequeño filo de un colmillo asomó a un lado de su labio
-Autch…-dijo sobándose- … a veces se escapa
El colmillo se recogió, Dave tragó saliva…. Y siguió amándola por dampira, aunque ahora comprendiera que realmente debía sentir miedo.
-¿Es que nadie va a respetar la puta regla de no decirle a los humanos lo que somos?
Bufó Tristán saliendo de entre la oscuridad, simultáneamente Dennis se descolgó grácilmente desde lo alto de la torre
-Dedícate a buscar a la Ilusionista, en lugar de seguir a los demás
-No la hallaré si ella no quiere. Por eso nos tiene dando botes por el mundo
-Así que lo descubriste
Dave miró a uno y otro sin comprender ni la situación ni la conversación. Temblaba de miedo e instintivamente estrechó la mano de Margarita. Era sin duda lo más bizarro que había vivido y jamás nada podría superar la experiencia.
-¿Quieres venir?
Las palabras de su amada hicieron saltar su corazón. Eran dulces en su voz etérea y asimismo ocultaban una inusitada profundidad, peligrosa y seductora. Dave vio al amor de su vida invitándolo al misterio de la oscuridad, vio a un vampiro con aspecto jovial mirándolo amargamente como si recordara algo y a un vampiro melancólico estremeciéndose de asombro. Eso fue lo último que vería en su vida.
-Mal yerno
Nadie alcanzó a asimilar muy bien los vertiginosos hechos. Sorpresivamente Dave cayó al suelo con el cuello roto de una sola torcedura y la mujer más bella que habían visto se detuvo ante ellos con una reconocible sonrisa felina.
-Nos vemos en el Salón de los Delirios, querido
Fue lo único que dijo la Ilusionista antes de desaparecer en el umbral de la torre con su paso exótica de cazadora al acecho.
Contra todo lo esperado, Dennis fue el primero en reaccionar en un violento intento por salir detrás de ella y Tristán quien lo detuvo del brazo sin saber exactamente por qué lo hacía. Sería que la conmoción de su cuerpo se expandía o realmente Dennis temblaba como él, nunca lo supo, o mejor dicho nunca reconoció que sabía el real motivo; pese a todo, quería protegerla de su amigo.
-¿Mamá?
La nueva sorpresa de Margarita les arrebató definitivamente el habla. Los tres permanecieron petrificados por demasiadas sensaciones que se agitaban bajo la quietud escalofriante de la torre y su silencio.
Eran las siete y media cuando dejaron en secreto el Big Ben con el cuerpo de Dave Miller muerto por una fractura cervical y con los ojos cerrados delicadamente por la misma Margarita.
Eran las ocho y cuarto cuando dejaron Inglaterra en silencio.
Margarita no dio muestra alguna de tristeza, solo se sentó en el asiento del medio del avión y se encogió entre sus amigos, perdida en los laberintos del olvido.
Lo sabían se aproximaba el final.