El vaivén del mar extendía hacia el horizonte su cadencia ronca e infinita. Sobre la cubierta del barco, casi inmóvil gobernando en las aguas, Tristán miraba el terciopelo salpicado de diamantes que era el Mediterráneo a esa hora, reflejando el cielo. Recordaba la primera vez que había viajado en barco, aunque eso había sucedido hacia demasiado tiempo, cuando siendo solo un niño cruzó el Pacífico en una travesía con dirección a un destino que rechazó por sus verdaderas pasiones. Ya ni siquiera sentía nostalgia, aquellos recuerdos parecían pertenecerle a otra persona y su mente tendía rebeldemente hacia la ansiedad.
Sacó la invitación para la función de esa noche y volvió a hundirla en fondo de su bolsillo como si al sacarla de su vista pudiera sacarla de su mente. Era la noche. Se reencontraría con su amada y odiada Ilusionista, todos los que habían visto el espectáculo lo catalogaban de increíble y a su autora como una morena exótica y bella, además la tarjeta de invitación mostraba la fotografía de una máscara veneciana que él conocía bien, porque hacia casi doscientos años él mismo la había colgado en la pared de su apartamento.
-Teodosio…
Dijo Margarita acercándose a él vestida con un elegante vestido de fiesta rojo italiano y llevando una copa de daiquiri en la mano y de vino en la otra
-Me llamo Tristán, Margarita… luces linda ¿Qué sucede?
-El tipo de allí dice que…-dudó un rato y luego recitó de memoria- “Dejes de estar ahí como un niñito baboso y vengas a tomarte unas cervezas, que esto está lleno de mujeres y chequeras, que falta mucho para la función y disfrutes los pasajes gratis en un crucero de lujo”…ufff… fue largo
-De acuerdo. Vamos con él
Como bien hacía notar Dennis, el barco rebosaba de tales lujos y extravagancias que, aunque a menudo sus víctimas fueran de buena situación y por tanto los botines de los cadáveres bastante suculentos, la suntuosidad de algunos seguían asombrándolos. No había sido fácil conseguir los atavíos adecuados para encontrarse en ese lugar.
Dennis esperaba en un pequeño bar junto a una piscina, vestido con un moderno y elegante ambo, como es de suponer, con un buen vaso de la cerveza más cara que tenían
-¿Cómo estás, niñito?
-Bien…
-No lo pareces ¿Son los nervios o la falta de sangre?
-En serio, estoy bien. Solo pensaba en algunas cosas…
-Ah. Vamos con una historia, estoy un poco aburrido de estos burgueses
-Esa máscara, la de la fotografía. No puede ser coincidencia, estoy seguro de que es la mía, la fabriqué apenas dejé mi primera compañía, es decir, cuando me echaron
-¿Por qué te echaron?
Tristán rió un poco al recodar
-Por un estúpido malentendido. La mujer a la que quería deseaba ser actriz, pero en esos tiempos no era bien visto que las mujeres subieran al escenario, por eso la ayudé a entrar disfrazada de hombre. Cuando quise cobrar mi parte nos descubrieron tras bambalinas, o mejor dicho me descubrieron abrazando y quitándole la levita a un compañero… Fue clemente que me expulsaran y no me denunciaran por sodomía…
-JAJAJA… ¿Y ella?
-Ocupó mi lugar en la compañía. No fui capaz de delatarla aunque no hubiese hecho nada para ayudarme
-Como amante eres un idiota ¿lo sabes?
-Si, el hecho mismo de estar aquí ahora lo demuestra- suspiró- ¿Qué hora es?
Dennis consultó un carísimo reloj de pulsera que había encontrado por ahí
-Hora de irnos. Conste que hago un gran sacrificio en llegar temprano para que tengamos los mejores asientos…
-La función está por comenzar…
Murmuró Tristán mientras ayudaba a levantarse a Margarita. Ella se afirmó del brazo de Dennis y Tristán los siguió unos pasos más atrás, el camino en dirección al salón de la planta de abajo se hizo interminable.
Se acomodaron en las mesas dispuestas en torno al escenario, el programa yacía destrozado en pequeñas bolitas de papel junto a los codos de Tristán. Sus amigos compartían aquella ansiedad, o fingían hacerlo… por lo menos Dennis, Margarita es tan extraña.
De repente, la banda que amenizaba la función tocó un redoble de tambores y el anfitrión que guardaba una interesante semejanza con un pingüino, más allá del vestuario, inició una pomposa introducción a la que ninguno de los vampiros prestó atención. La ola de aplausos que siguieron a sus palabras fue una especie de despertar para Tristán que en ese momento sintió una presión en el pecho como no recordaba desde su conversión, algo doloroso y cálido a la vez que lo hacía sentir más vulnerable, un vértigo inusitado que subió hasta su marcada garganta cuando los cortinajes bermellón de los telones comenzaron a abrirse para mostrar en el centro del escenario la figura, sublimada por efecto de las luces, de una mujer de cabellera negra vestida estrafalariamente y cubierto el rostro por la ya conocida máscara veneciana.
La sorpresa que se llevó al verla se convirtió en segundos en una decepción tan intensa que sería difícil de describir. Era una humana, podía reconocerlo fácilmente, aunque tuvieran un cierto parecido físico con los efectos escénicos, carecía de la esencia exótica que caracterizaba a SU Ilusionista. Extrañamente, aquella desilusión que se colgó de su corazón no tenía gusto a tristeza ni derrota, sino un profundo matiz de alivio, de saber que el trance difícil ya había pasado y la herida abierta de su alma (o su cuello) seguiría como tal, sin abrirse más ni cicatrizar en la coagulación de un reencuentro.
-No es ella
Le dijo a Dennis que permanecía expectante de su reacción
-Lo siento
Tristán se encogió de hombros y se ocultó detrás del cristal en un sorbo de vino, casi sintiéndose culpable de no poder sufrir más. Pero es que los desengaños habían sido tan frecuentes y crudos a lo largo de los años de su existencia que casi temía un triunfo que lo situara en una posición difícil donde no sabría cómo actuar. La melancolía es más fácil de sobrellevar que la alegría, pensaba sonriente y trataba de darle un sentido al capricho de su mente, que lo hacía pensar en la falta de sangre de aquellas jornadas de navegación en lugar de concentrarse en el dolor y la frustración que debía sentir por la crueldad del sino. Además del asombro que le causaba su propia reacción, le parecía curiosa la coincidencia de la máscara que él mismo había diseñado y que aparecía en el espectáculo, sin embargo, no lograba encontrarle una explicación y optando por lo sano, a su juicio, dejó de buscársela.
-¿Qué haremos ahora?
-Si quieren seguir aquí, pues continuamos el viaje. Si no, nos bajamos en Italia… y buscamos más pistas
Dicho esto se levantó y salió del salón antes de que terminara la presentación. Sabía que no lo seguirían, Dennis pensaría que estaba destrozado y lo dejaría combatir su presunta tristeza a solas, mejor así. En la cubierta del barco, con el mar como único testigo no necesitaría fingir ante nadie que estaba mal, tampoco ante sí mismo, pues el ritmo misterioso del océano lo purgaba de todo intento de reflexión. Hubiese deseado llorar, para sentir alguna emoción, pero en el fondo sabía que estaba tranquilo y eso era todo, que lo había intuido, por tanto la sorpresa era menor. O eso suponía.
Se afirmó de la baranda y dejó que el viento jugara con sus cabellos rebeldes y que el tiempo se le disolviera lentamente como si nada existiera.
-oh… baby, baby it`s a wild worl…
Cantó en un susurro distraído un tema moderno que había rondado su cabeza. Esperaba lo inesperado, dispuesto a sorprenderse con lo más cotidiano.
A la mañana siguiente Dennis comprobó con extrañeza que Tristán no se encontraba en el cuarto que compartían, pero antes de que en su mente comenzaran a barajarse las hipótesis, el susodicho entró arrastrando su descuidada apariencia
-Pensé que habías hecho una locura, como esperar el amanecer… otra vez
-No, o tal vez si… ¿Y Margarita?
-Quiso salir a dar un paseo ahora que sabe que el sol no le hace daño
Tristán se tendió pesadamente en la cama, bajo el smoking Dennis creyó ver algo que brillaba
-Este… Tendremos que bajar en Sicilia, Siracusa. La maté
-¿A la ilusionista?
-No la llames así, preferiría decirle la “Mujer mago”
Dennis se encogió de hombros, en el fondo no lo sorprendía
-¿Por qué lo hiciste, Tristán?
-Quería preguntarle por la máscara y después… no lo sé, no pude soportarlo ¡Tenía que beberme su sangre!... cuando me di cuenta, solo pude hacer lo posible para que pareciera un suicidio
Inocentemente puso la mentada máscara sobre la mesita de noche
-Ah, niñito… -suspiró Dennis- dices que yo soy bueno para crear problemas, pero cuando quieres cagarla lo haces con ganas. De acuerdo, nos bajamos en Sicilia, ahora descansa
No le dijo más, dejarlo ser era la forma en que Dennis le demostraba su apoyo emocional, curioso, pero efectivo.