Último Capítulo: ¿El Final?

Pese a que deseaba con todo su corazón que aquél fuera el viaje más tranquilo de su no vida, Tristán sufrió el vuelo más inquietante que pudiera imaginarse. Pasando por alto los nervios que le devoraban la psiquis, la presunta astuta idea de cambiar asiento con Dennis para no tener que aguantarlos e ir sentado hacia el pasillo, le significó un brazo amoreteado por el constante choque del carrito de alimentos que la azafata (con algo de alevosía) insistía en guiar por su lado. Con rabia miraba el plácido sueño de querubín en el que Dennis venía sumido desde Londres, por lo que con cierta preocupación, pero esencialmente envidia destructiva, lo despertó
-Dennis…-le dijo dándole codazos- Dennis… despierta
Como respuesta solo recibió un gemido adormilado
-Dennis ¿Cuándo fue la última vez que bebiste sangre?... esa manera de dormir es anormal
-No lo sé… ¿Cuándo estuvimos en Brasil?
-¿¡Qué!? Podrías tener anemia, hombre… -un nuevo choque en su brazo le inspiró una idea- Eso es insano, ¿Por qué no te comes a la azafata del carrito?... parece nutritiva
Dennis lo miró intrigado y se volvió hacia Margarita para seguir durmiendo, pero antes le murmuró con malicia
-Estás demasiado nervioso con eso de la Ilusionista, pareces un gato en celo
Tristán no dijo nada más en el resto del viaje.
La ciudad, cuyo nombre no quiero recordar, les esperaba convertida en un paradigma de modernidad, poco o nada quedaba de aquellas calles que Tristán recorriera en vida. Los adoquines cubiertos por aceras de concreto, los edificios neoclásicos convertidos en museos o enormes rascacielos grises sobre las ruinas de todos aquellos que poblaran la memoria del vampiro. Allí vivía un sastre de alta costura, pensaba mientras caminaban bajo los postes, por allá un café al que solía ir con sus amigos, una tienda de sombreros, un prostíbulo. Sus pasos reconocían el terreno y su corazón volvía a encogerse de recuerdos, tan nítidos y a la vez distantes como si los hubiese leído en el viejo diario de un desconocido, no obstante, su mente no estaba para historias de ayeres idos, demasiada aferrada al futuro próximo y la promesa tantas veces ansiada del reencuentro.
Hundidas las crispadas manos en los bolsillos de la chaqueta, con la mirada baja. Sentía a sus amigos caminando a su lado, pero no estaba realmente con ellos, la verdad era que se encontraba absolutamente solo en el páramo de la incertidumbre, incapaz de prever lo que vendrá ni definir si aquella inquietud en su vientre respondía a la ansiedad o el miedo, al amor o el resentimiento.
Se detuvo en una esquina, reconocía el edificio cercano, unas cuadras hacia la izquierda debía encontrar su pequeño teatro y su cuarto de soltero, con las máscaras colgadas en la pared y los manuscritos de guiones inconclusos con sus sueños de juventud bajo el colchón. El Salón de los Delirios
-Si no les molesta… -dijo pausadamente, sus palabras estaban cargadas de una extraña trascendencia- quisiera hacer esto solo
-No hagas nada estúpido
-No te aseguro nada- Tristán se rascó la cabeza turbado- Deberían cazar algo, nos encontramos luego… ya sabes dónde
-¿Eh?
-Olvídalo, los encontraré
Tristán se perdió en la oscuridad, devorado por las tinieblas de la ciudad o de su propia angustia.
-¿Por qué se va solo?
Preguntó la mucchacha
-Margarita, te contaré un cuento. Erase una vez un niñito triste, baboso, pero principalmente muy idiota. Tanto que lo echaron de su trabajo y se convirtió en un bebedor de vinos baratos, porque su pequeño teatro no le dejaba dinero. Entonces, una noche llegó una hermosa mujer que le ofreció su cuerpo a cambio de poder presentar un show y como este niñito estaba tan ebrio no se dio cuenta de lo rara que era, hicieron… bueno, jugaron toda la noche hasta que él despertó convertido en un vampiro y amándola demencialmente, contra toda lógica. Pasó el tiempo y se intentó suicidar, pero llegó un papasote sexy e increíblemente candente con un atractivo apoteósico que a puros golpes salvó al niñito y le dio un dulce (aaaahhh… ahí teníamos que juntarnos jaja). Después conocieron a una extraña florcita… realmente muy extraña, fueron todos juntos a buscar a la mujer que estaba jugando con ellos haciéndolos vagar por el mundo, hasta que llegaron a donde todo comenzó. Y la mujer era tu madre.
-¿Sabes dónde dejé a mi perrito Jack Elliot, Daniel?
-Me llamo… No, no sé lo que pasó con tu perro.
-Oh, bien Dennis.
En el lugar donde debía estar emplazado su antiguo hogar, se alzaba una pequeña hostal. Muy acorde, pensó él y preguntó en recepción por una señorita llamada Susy. Para su gran asombro (o quizás no) el encargado le dio una llave y le dijo que lo esperaban. Nunca comprendería a ciencia cierta cómo logró contener sus nervios aparentando calma mientras giraba la llave en la cerradura, abriendo esa puerta que daba hacia lo más temido de su pasado.
Se encontró con el mismo cuarto que había dejado hacia casi dos siglos, o eso le pareció. Las máscaras, la frazada sobre la cama, la mesita de noche, todo estaba tal y como lo recordaba; alguien estaba tejiendo para él una fantasía anacrónica, que de no ser por los vívidos recuerdos de sus amigos Dennis y Margarita, tal vez hasta habría llegado a creer que sus noches de vampirismo no eran más que una larga pesadilla hija del vino y el opio. Solo algo no encajaba, era un pequeño retrato pegado con cinta adhesiva a la pared, dos de los tres rostros le parecían familiares, uno de ellos sublimado por la leyenda y el otro íntimamente ligado a su rutina, sin embargo, ya no le asombraba demasiado ver a la Ilusionista junto a Margarita, después de la escena en Londres y centró su atención en la cama al fondo del cuarto. En algún momento mientras contemplaba la pintura ella se había deslizado sobre las sábanas.
Se contemplaron mutuamente por largo rato, ella lucía aun más bella de lo que recordaba, vestida de blanco y con el cabello suelto, sin más maquillaje en su rostro que la irrealidad de su aura.
-¿Tanto tiempo buscándome para quedarte allí como aturdido?
Tristán despertó de su letargo y se acercó a ella mientras replicaba con más firmeza en la voz de lo que suponía
-No te buscaba a ti, Ilusionista, buscaba una ilusión. Tardé mucho en comprenderlo
-Entonces no me necesitas –el vampiro asintió en silencio- Y viniste a despedirte
Nuevamente asintió, sentándose a su lado en la cama. Difícil sería describir quién tomó la iniciativa, como impulsados simultáneamente por una misteriosa urgencia se besaron diciendo mil cosas acerca de la vida y los siglos en ese idioma tácito de los labios amantes. Se amaron como la primera vez, tal vez más apasionadamente, con la fuerza de la experiencia y la extensa separación. Tristán sintió que al fin el frío de su corazón se disipaba y se convertía en una fiebre desgarradora, que las distancias desaparecían y su soledad se poblaba de fragancias y sensaciones externas. Se sentía bien, pero sabía que aquél no era el sabor de la felicidad.
Cuando descansaban uno junto al otro, extenuados y contemplativos, Tristán recogió las medias de la mujer y las usó para amarrar con fuerza sus muñecas a la cama. La Ilusionista comprendió que no se trataba de un juego, había una serenidad estremecedora en los ojos del vampiro y la tela comenzaba a apretársele en torno a los huesos, el nudo había sido hecho por una criatura sobrehumana para someter a alguien de su misma condición. Estaba impedida de movimiento y descubrió el plan al mirar hacia el frente
-No querías despedirte, querías matarme
-No es venganza si es que eso piensas. La única manera de liberarme de esta obsesión es erradicando la fuente
-Bueno… nadie puede decir que no he vivido lo suficiente
-Gracias por entender – Tristán le besó la frente con ternura- Seguiré amándote siempre, por ser una Ilusión imposible…
Frente a la Ilusionista la ventana con las cortinas abiertas como telones prestos para un espectáculo de terror mostraban el inminente arribo del alba. No tardaría mucho en llegar hasta ella
-¿No quieres saber algunas cosas antes de irte? Mi verdadero nombre o el de mi hija…
-Ella es Margarita y tú Susy, no quiero saber más –respondió simplemente- Ahora debo irme o se me hará tarde. Te quiero, adiós
Se despidió con la mano y salió rápidamente. Aunque sentía una vaga tristeza por lo que hacía, respiraba con alivio, como si se hubiese quitado algo que hería sus entrañas sin causar dolor. Por primera vez en toda su existencia, se sintió completamente Libre.
Nadie supo ni sabrá jamás que ocurrió en aquél cuarto de hostal, pues aquellos sucesos, así como la Ilusionista y su historia se perdieron en el olvido para todos, excepto para aquellos que seguirían aferrados a la estela de su quimera.
Tristán caminó con rapidez, a su espalda los rayos del sol comenzaban casi mordían sus talones. Pasó junto a una esquina que le pareció extrañamente familiar y siguió recto hasta un bar donde, según recordaba, jamás llegaba la luz del sol.
Sentados en una de las mesas en torno a unas cervezas, un tequila margarita y una botella de vino sellada, sus amigos lo esperaban.
-Está por amanecer de nuevo, idiota.
-¿No me preguntarán cómo me fue?
-Si quieres contarlo, hazlo... ya que te preguntaste solo…
Repuso Dennis, aunque en el fondo, ya conocía la respuesta.
-No era ella. Se trataba de una prostituta boxeadora con tres boletos de avión.
-¿A dónde vamos ahora?
Dijo Margarita. Tristán miró la botella desde el fondo vacío de su copa.
-A Chile.

Fin…



PRONTO:

“EL VUELO DE LAS MUSARAÑAS AZULES”

XD

Capítulo 14: El tipo colgado del corazón de Margarita

Las dos noches se pasaron demasiado rápido.

-Son las cinco de la madrugada y aun no recibimos tus pistas, Dennis
Se burló Tristán bebiendo su vino con aires ganadores
-La ludopatía es una enfermedad ¿sabes? Te hace mal apostar
-Te recuerdo que tú lo propusiste
-…Si sigues así necesitaremos un especialista y eso será muy peligroso…
Dennis siguió ignorándolo con ligereza mientras terminaba su última cerveza de la noche. Luego seguirían las de la tarde que le llevaría Margarita en sus nuevos paseos diurnos.
Volvieron al hotel antes de que se les hiciera más tarde (o temprano, depende de cómo se mire) y Dennis entregó sin rechistar su muñequera a Tristán, dejando al descubierto los dos puntos encarnados de su muñeca mientras buscaba algo entre sus cosas con qué sustituirla.
A las dos horas, Margarita subió mostrándoles un sobre que la recepcionista le había dado. Tristán lo tomó y exhibió con gran sorna frente a las narices de Dennis los tres pasajes hacia Londres.
-No es justo. Dame tu reloj
-La apuesta era hasta el amanecer: Perdiste
-¡Tramposo! ¡Aun no amanece!
-Bien, no perdía nada… si tanto querías mi reloj podías haberlo pedido, no tiene demasiado valor para mí.
Sin más Tristán le entregó el reloj y Dennis tras hacer un espectáculo comparable con el Gollum, envió a Margarita a buscar una casa de empeño abierta y traer todo el dinero en cervezas.
En algún lugar de Londres, Dave Miller trataba de capear a duras penas la lluvia bajo una carpeta, para no mojar demasiado su uniforme de guardia de seguridad. Otra vez había dejado el paraguas en algún rincón del catastrófico cuchitril que era su departamento de soltero con sueldo miserable. Poco antes de llegar a su lugar de trabajo, el grito avasallador del Big Ben le anunció que nuevamente llegaba tarde, por lo que puteó con ganas a la engreída campana cuando ingresó a su torre para realizar el cambio de turno. Ayudó a su compañero a corretear a los últimos turistas que rondaban el mítico reloj y finalmente pudo quedarse solo y respirar a gusto la intensa soledad del ambiente esa noche.
Dave se consideraba a sí mismo como un hombre raro, aunque era joven tenía alma de un viejo y ante todo amaba la absoluta soledad que le propiciaba su corriente vida de obrero del sistema en una capital. Por eso en el fondo disfrutaba su trabajo, aunque lo maldijera constantemente como a todo en su vida, pues en las noches londinenses era lo único que le permitía estar consigo mismo para rumiar sus amarguras en paz. Sin embargo la noche le tenía reservada una sorpresa al joven Dave. Cabeceaba en la puerta de la torre del Big Ben, contando los minutos para que terminara su turno e ir a engullirse un sándwich antes de regresar a su casa a dormir con la tele prendida. De repente, mientras sus párpados caían de cansancio, sintió un movimiento a su lado, casi una brisa que provocó un escalofrío en su espalda. Dave se levantó buscando a tropezones la linterna y la luma que le entregaba la compañía, para entrar a la torre a explorar.
Eran las tres de la madrugada en punto según su reloj, pero su reloj estaba mal si es que el gran Ben no lo corroboraba. No pretendía encontrar nada peligroso y al poco andar retrocedió sin hallar nada, pero no bien lo hizo otro ruido lo sobresaltó, solo que esta vez no se trató de una falsa alarma. La gran campana comenzó a repicar y bajo el halo dorado de su linterna una muchacha se encogió de sorpresa.
-¿Quién eres?
Preguntó Dave, sorprendiéndose a sí mismo temblando sin razón. La joven no respondió, era de una belleza extraña, especialmente su mirada vítrea, como si estuviera sin estar. El cuidador estaba sobrecogido de emoción y no asimilaba que se tratara de una visión real
-¿Cómo te llamas?
Gritó para hacerse oír entre los ecos de las campanadas
-…… ¿Campana?
Luego salió corriendo hacia arriba seguida a largas sentadas por el cuidador y cuando Dave creyó encontrarla se golpeó de frente con una soledad que de repente ya no le parecía tan gratificante. En ese momento, supo que no la olvidaría jamás.
Pasó el resto de la noche divagando en torno a la aparición de la chica campana. Cada vez que la recordaba, le parecía más bella y mágica, más sublime, y la obsesión hundía sus raíces en su corazón de solitario trabajador mal pagado.
Cuando terminó su turno ya comenzaba a creer que todo había sido un fantástico sueño y se entregó de lleno al ritmo cotidiano y grisáceo de la vida, con el ansiado sándwich en el café de siempre, no obstante, poco más allá de la torre de la catedral de W, cuando el Big Ben anunciaba ya que eran las seis en punto, como una ilusión se cruzó en su camino la muchacha, que caminaba en dirección nuevamente al reloj con el gesto absorto, tal cual un secreto llamado. Nuevamente siguió sus pasos y cuando terminaron de resonar las campanadas, sin quitarle la vista de encima, el cuidador dejó atrás todas las convenciones de la gente normal para seguir como un maníaco la estela de un difuso sueño.
En su cuarto de hotel, Tristán y Dennis compartían unos tragos en la salita. Todas las ventanas estaban cubiertas para evitar cualquier entrada de luz, de fondo se oía a los inmortales Beatles y ellos conversaban animadamente de la primera vez que habían visitado la isla y cómo se habían llevado tan bien con esos chiquillos en Liverpool que insistían en formar una banda con un estilo tan extraño. Eran cerca de las diez de la mañana y no se preocupaban por Margarita, pues en el fondo sabían que alguien permanecía siempre cerca de ella para cuidarla, alguien que llevaba un tiempo jugando con ellos. La puerta sonó suavemente y Tristán se levantó a abrir a Margarita, solidarizando con el desconcierto fatal que a los dos les causaban las tarjetas magnéticas de los hoteles.
Una sorpresa.
-¿Quién es él, Margarita?
La aludida miró a su lado y miró el brazo al cual estaba aferrada
-….. Reloj
-Me… me llamo Dave Miller
Respondió nerviosamente el joven que después de compartir un helado de piña bajo la lluvia con la mujer más extraña que había conocido en la vida ya no se asombraba de que les abriera la puerta un joven de aspecto anacrónico y triste hablando en español.
-Pasen, despejaré un poco adentro
-¿Qué sucede?
Dijo Dennis en un susurro cuando vio a Tristán recogiendo bultos y a Margarita con un hombrecillo trémulo en la puerta
-¿Qué se yo? ¿Servicio al cuarto?
-Hola
Saludó el “Servicio al cuarto” sentándose en un pequeño diván.
-Hola. Soy Dennis y el niñito de ahí se llama Tristán. No habla mucho inglés, pero le hace empeño. Somos…. Primos de Margarita ¿y tú?
-Esto… amigos, sí, nos conocimos esta mañana…
No cuestionó la historia, aunque le llamó la atención el presunto lazo familiar entre los tres jóvenes que no tenían nada en común más que una palidez espectral acentuada por la luz artificial que en plena mañana iluminaba el cuarto
-¿Y qué hacen en Inglaterra? ¿De dónde vienen?
Dijo tratando de parecer casual. Los vampiros concentraron sus miradas en Dennis, el eximio fabricante de mentiras
-Venimos de… América, Sudamérica… y…
-Buscamos a alguien
Agregó secamente Tristán en su penoso inglés con acento
-oh, muy bien
Sucedió un largo silencio de escrutinios mutuos mientras Margarita tarareaba So happy together haciendo sombras en la pared con las manos.
-¿Hablas francés, Dave?
Inquirió Tristán
-No… lamento reconocer que reprobé el curso
-Macanudo- luego se dirigió a Margarita- Pourquoi avez-vous amené? (¿Por qué lo trajiste?)
- Parce que c'est mignon... et me veulent du bien. Je dois le retourner? (Porque es lindo… y me quiere bien ¿Debo devolverlo?)
- Sait-il ce que nous sommes? (¿Sabe lo que somos?)
- Ce que nous sommes? (¿Qué somos?)
-Si seulement il savait... ne serais pas venu (Si lo supiera, no habría venido) – interrumpió Dennis-Nous devrions être civilisé. Le garçon est nerveux... Je pense qu'ils uriner (Debemos ser civilizados. El chico está nervioso… creo que se orinará)
-Je ne pense pas que cela ait une bonne fin (No creo que esto vaya a tener un buen final…)
-Vous ne pensez jamais les choses se passent bien (Tú nunca crees que las cosas irán bien)
-¿Sucede algo?
Dijo Dave
-No, en absoluto ¿Quieres cerveza? ¿Vino tinto?
-O prefieres un tequila Margarita
Añadió apáticamente Tristán para tensar aun más la situación
-Ignóralo, Dave…-replicó Dennis- Celos paternales
-¿Cómo se conocieron? Habla
Dave buscó nerviosamente a Margarita con la mirada, pero esta vez ella se encontraba distraída hundiendo las manos en la hielera de la mesa de centro (cada vez que tocaba el hielo decía “Frío…” y volvía a repetir el ejercicio). Enternecido de amor, Dave se volvió a sus interlocutores
-Nos conocimos en mi trabajo… soy… guardia del Big Ben- en lugar de la mirada réproba que se esperaba por lo que consideraba una patética vida, halló simple indiferencia y quizá algo de curiosidad.
La velada siguió su curso penosamente hasta que Dave se fue a descansar un poco antes de su próximo turno.
Las visitas se sucederían invariablemente durante los días próximos esbozando un sueño increíble cuyo final nunca deseaba.
Eran las siete en punto según el Big Ben y el cielo de mostraba encapotado como en las más sórdidas historias del Londres victoriano afuera de la torre, pero para Dave eran simplemente la hora más importante de su vida. Quería dar un pequeño paso que por tratarse de una chica tan peculiar cobraba proporciones épicas, esa tarde pretendía besarla.
Librarse de la presencia constante de los extraños primos de Margarita no había sido fácil, las mañanas eran la única instancia en que no lo agobiaban con sus presencias celosas, pero deseaba que ese momento especial ocurriera en la oscuridad (para no dejar en evidencia su turbación) y en el lugar mismo donde el sueño había comenzado.
Ahora lucía tan bella como esa vez, con un abriguito rojo y una falda escocesa que acentuaba su inocencia, Dave se conmovía solo con ver sus ojos de intenso verde extraviados en el olvido
-Margarita….-dijo con un hilo de voz-debo decirte algo…- sus miradas se encontraron en lo que a él le pareció una eternidad-… Yo te amo
Silencio.
Margarita miró un poco detrás de él y luego le respondió con una dulce sonrisa con un lejano trasfondo de benevolencia
-También debo decirte algo, Dennis
-Eemmm… me llamo Dave, Dennis es tu primo
-Si… eso- calló un rato más para martirio del enamorado- Soy una vampira… espera, no… ¡Dampira! Eso soy
Un poeta dijo que el amor no acepta cuerdas reflexiones y todos lo hemos comprobado alguna vez. El amor es un chiquillo rebelde y adicto a inyectarse mentiras de consuelo que había armado su campamento en el corazón de Dave.
El joven se quedó mirándola sin entender, de cierto modo lo que oía tenía sentido (era taaan rara y sus amigos los fotofóbicos mucho más) y seguía adorándola aunque sintiera que debía sentirse burlado por una broma estúpida o más tal vez íntimamente asustado. Margarita sonreía y el pequeño filo de un colmillo asomó a un lado de su labio
-Autch…-dijo sobándose- … a veces se escapa
El colmillo se recogió, Dave tragó saliva…. Y siguió amándola por dampira, aunque ahora comprendiera que realmente debía sentir miedo.
-¿Es que nadie va a respetar la puta regla de no decirle a los humanos lo que somos?
Bufó Tristán saliendo de entre la oscuridad, simultáneamente Dennis se descolgó grácilmente desde lo alto de la torre
-Dedícate a buscar a la Ilusionista, en lugar de seguir a los demás
-No la hallaré si ella no quiere. Por eso nos tiene dando botes por el mundo
-Así que lo descubriste
Dave miró a uno y otro sin comprender ni la situación ni la conversación. Temblaba de miedo e instintivamente estrechó la mano de Margarita. Era sin duda lo más bizarro que había vivido y jamás nada podría superar la experiencia.
-¿Quieres venir?
Las palabras de su amada hicieron saltar su corazón. Eran dulces en su voz etérea y asimismo ocultaban una inusitada profundidad, peligrosa y seductora. Dave vio al amor de su vida invitándolo al misterio de la oscuridad, vio a un vampiro con aspecto jovial mirándolo amargamente como si recordara algo y a un vampiro melancólico estremeciéndose de asombro. Eso fue lo último que vería en su vida.
-Mal yerno
Nadie alcanzó a asimilar muy bien los vertiginosos hechos. Sorpresivamente Dave cayó al suelo con el cuello roto de una sola torcedura y la mujer más bella que habían visto se detuvo ante ellos con una reconocible sonrisa felina.
-Nos vemos en el Salón de los Delirios, querido
Fue lo único que dijo la Ilusionista antes de desaparecer en el umbral de la torre con su paso exótica de cazadora al acecho.
Contra todo lo esperado, Dennis fue el primero en reaccionar en un violento intento por salir detrás de ella y Tristán quien lo detuvo del brazo sin saber exactamente por qué lo hacía. Sería que la conmoción de su cuerpo se expandía o realmente Dennis temblaba como él, nunca lo supo, o mejor dicho nunca reconoció que sabía el real motivo; pese a todo, quería protegerla de su amigo.
-¿Mamá?
La nueva sorpresa de Margarita les arrebató definitivamente el habla. Los tres permanecieron petrificados por demasiadas sensaciones que se agitaban bajo la quietud escalofriante de la torre y su silencio.
Eran las siete y media cuando dejaron en secreto el Big Ben con el cuerpo de Dave Miller muerto por una fractura cervical y con los ojos cerrados delicadamente por la misma Margarita.
Eran las ocho y cuarto cuando dejaron Inglaterra en silencio.
Margarita no dio muestra alguna de tristeza, solo se sentó en el asiento del medio del avión y se encogió entre sus amigos, perdida en los laberintos del olvido.
Lo sabían se aproximaba el final.

Capítulo 13:Recuerdos de una noche de tango

-No quiero quedarme en la isla. Me da la impresión de que Dennis se meterá en líos
-¿Por qué?
Dijo Margarita
-Porque es Sicilia y aunque suene prejuicioso, Dennis se las arreglará para meterse con la mafia
-JEJE… buena idea ¿Y qué propones, Niño? No tenemos pistas para hallar a tu Ilusionista
-…
-Esperemos, llegarán solas. Te apuesto la muñequera que cubre mis marcas contra tu reloj de plata a que eso sucederá antes del próximo amanecer
-Hecho
Siguieron bebiendo en un bar cercano al hotel, ya habían cazado más temprano para compensar los días de ayuno en que estuvieron a bordo del crucero, aunque fueran breves por gracia de Tristán que no soportó la abstinencia.
Se encontraban serenos, dispuestos a disfrutar los momentos tranquilos que les ofreciera el camino. Era una noche bastante cálida para ser febrero ¿o ya era marzo? Y el ambiente mediterráneo invitaba a recordar.
En la lejanía se oía un ritmo extranjero cantado profundamente en español, era un tango
-Oigan, alguien puso un tango… - dijo Tristán- ¿Recuerdas a Malena, Dennis?
El aludido dudó un poco, sacudiendo la cabeza, pero sí la recordaba.

Era por aquellos tumultuosos años 30`s y 40`s, Tristán y Dennis llevaban algún tiempo buscando aquellas tierras libres del azote de la guerra, debido a los obscuros rumores de que el régimen nazi financiaba investigaciones secretas de ocultismo y eso a la larga podría incumbirles.
Ya nadie, ni siquiera yo, recuerda exactamente en qué ciudad se encontraban, pues era un verdadero hervidero de apátridas inmigrantes que huían del horror bélico, aunque entre todos trataban de mantener aquél fantasma fuera de los muros de su fantasía de bienestar; Tal y como en el cuento La máscara de la muerte roja de Poe, gozando de la fiesta de olvido a la espera del fatídico huésped. De ahí que se explica la presencia del príncipe de las máscaras, Dennis en el fulgor de las noches de bohemia que buscaban encandilar con sus luces de colores los ojos hinchados de un continente devastado.
Dennis había adquirido la costumbre de pasear por los salones de baile experimentando los nuevos ritmos de moda. Solía hacerlo solo, pues Tristán, cuyo carácter era más vulnerable y su existencia menos acostumbrada a la extrema violencia que la de Dennis (testigo de las peores atrocidades de la historia, desde la conquista de América hasta el tráfico de negros), tendía a la reflexión y la tristeza de los círculos artísticos intelectuales que convergían en los cafés, acercándose particularmente a un tal Harry Haller, tipo extraño que se ganó el respeto del vampiro y por tanto pudo salvar su vida.
Así Dennis se tomaba las calles cada noche, se había vuelto un experto en Foxtrot y Boston, reconocido y apetecido en todos los clubes. Mas en cierta ocasión por desconocidos motivos, decidió alejarse del ruidoso centro, desviándose entre callejas estrechas y oscuras, hasta toparse con una pequeña tanguería que captó su atención, se llamaba “Los sueños azules”
-Nombre de burdel
Pensó Dennis con una sonrisa torcida y entró, sentándose en la barra del bar como hacía siempre y haría también por mucho tiempo después. Pidió una cerveza mientras examinaba el lugar, las nubes de humo de cigarrillo lo envolvían todo en su atmósfera turbia y sensual. Algunas parejas ya giraban en movimientos certeros al ritmo doliente de un tango cantado en español. Tras pensar que por el idioma y el tono sombrío, Tristán se sentiría cómodo allí, Dennis se puso al acecho fijando su mirada en una hermosa joven que se encontraba al otro lado del salón junto a sus amigas.
Apuró su cerveza y se acercó al grupo galantemente, con la cadencia sigilosa y absorbente de los malos pensamientos. Se clavó frente a la elegida y extendió el brazo para invitarla a compartir la pieza que estaba pronta a comenzar. Ella era Malena, una bella morena de alborotada cabellera castaña, unos labios intensamente rojos como una guinda madura y una mirada capaz de transmitir un fuego que oscilaba entre la pasión y la locura.
-Me llamo Dennis
Le derramó el vampiro el bálsamo de su voz casi rozando el lóbulo de la muchacha
-Malena
No les fue posible continuar la conversación, pues en ese instante la áspera voz del cantante desgarró el caudal de sus angustias uniendo a todos los presentes en el hechizo de aquél baile intenso y los espectros brumosos del amor doliente.
Unieron sus cuerpos con tácita efusión, como si cada uno precisara del corazón del otro para bombear la sangre que en ardientes caudales impulsaba sus movimientos apasionados.
Se pasearon por toda la pista, deshojando a su paso rosas de sentimientos tan sutiles que carecían de nombre y a la vez tan poderosos que eran casi tangibles. La música se les metía en el alma y sin darse cuenta bailaban ya sobre los pentagramas sanguinarios de una canción que fusionaba en febril armonía el amor y el odio. Un giro súbito que hacía volar la falda de Malena como un abanico de tentaciones. Las cuatro piernas en su cadente ir y venir, buscarse y rechazarse sintetizando en su estrecha dimensión de cristal toda la compleja y roja telaraña de los juegos de seducción. De vez en cuando los brazos de Dennis levantando a la muchacha en vilo, dibujando en el aire sublimes estelas de sentimiento que se desvanecían en el batir de un par de pestañas postizas, y después volver a juntarse en el abrazo ansioso cual hubiesen estado eones sin contemplarse con el ardor anhelante de los amantes cuya entrañable epopeya solo puede ser escrita en los pasos de una danza.
No se dieron cuenta de cómo el entorno se fue difuminando para ellos en sombras impalpables, entregándose del todo a la música, viviendo por y para continuar bailando, exhalando un suspiro que era todo perfume de deseo, sintiéndose tan cerca el uno del otro y sin poder tocarse más que someramente, separados por un biombo de seda escarlata invisible para aquellos que no conocen el verdadero matiz del amor bizarro y solitario, que cual mariposa de éter nace y se desvanece entre el vibrar de las cuerdas nerviosas y un violín acongojado que comienzan a declinar su canto sublime para terminar elegantemente con una lánguida flor de labios como guindas maduras petrificados en el eco de un beso negado, reclinada hacia atrás, emulando al ángel caído que abandona el paraíso en los brazos marmóreos del bailarín misterioso que la observa con una ansiedad famélica y la nariz hundida deliciosamente en su cuello.
-Malena… ha sido un placer conocerte
Dijo Dennis incorporándose ágilmente. Ninguna muestra de cansancio nublaba el resplandor de su hermoso rostro, solo una antigua agitación que lo llevó a salir del local y perderse en la oscuridad de la noche, sin dejar más rastro a su paso que las sutiles ilusiones violáceas y aladas de la mujer que quedaba detrás de él, a contraluz en el umbral de la puerta y apretando contra su pecho un sombrero de paño como si se tratara de su mismo corazón arrebatado en un baile.

Con sumo sigilo Dennis entró al apartamento de soltero que por aquellos tiempos compartía con Tristán. Estaba a punto de amanecer y suponía que su amigo ya llevaría unos minutos descansando en el aposento contiguo, no quería despertarlo para no incitar las preguntas que no estaba de ánimos de contestar. Buscó en el suelo del devastado cuarto una botella de cerveza y bebió del gollete esperando vanamente no derramar espuma sobre sus ropas. Mas farfulló una maldición al sentir la humedad que empapaba su chaqueta y la repitió con mayor furia al darse cuenta de algo. Contra sus intenciones tendría que regresar aquella noche a la tanguería a recuperar el sombrero de la tenida que le había sacado a Tristán.

No bien hubo oscurecido y Dennis enfiló hacia “Los sueños azules”, antes de que Tristán se acercara a su puerta y le preguntara sobre el paradero de su sombrero y el por qué su chaqueta apestaba a cerveza desvanecida. Guardaba el amable recuerdo de una experiencia grata en la tanguería, nada más, le gustaba este ritmo del mismo modo en que en algún momento de su existencia le había gustado agotar sus veladas en eternas polcas, ninguna pasión duraba demasiado para él y eso lo enorgullecía.
La noche se iba apoderando de las almas de los transeúntes animando el espíritu de la juerga, mientras Dennis caminaba pensando en que tal vez sería divertido bailar un poco otra vez y tomar algunas cervezas para no desperdiciar el viaje. Entre esas ideas divagaba cuando se cruzó con una bella muchacha cuyo rostro le pareció haber visto entre otros rostros en alguna fecha más o menos cercana, pero se detuvo frente a ella porque portaba el sombrero que buscaba.
-Sabía que volverías
Dijo ella con una gran sonrisa que él trató de responder con un esbozo torcido
-Hola… Malena. Anoche me he olvidado el sombrero y…
-No me digas que has regresado solo por eso
Dennis hizo un mohín imperceptible, ya intuía a dónde iría a parar aquél jueguito, pero de todos modos sonrió con gran sensualidad y le ofreció el brazo a la mujer
-De acuerdo ¿Qué tal si charlamos y bailamos un poco, tratando de olvidar ese estúpido sombrero?
Solo un vistazo a la mirada de Malena le indicó que ella lo seguiría sin dudar aunque la invitara al mismísimo infierno.

Dos canciones bastaron para recrear el ambiente lento y fragante que precede a las grandes historias de amor. La última pieza de baile concluyó en el encuentro inminente de los labios anhelantes y al abrir los ojos cada uno en el reflejo de la pupila del otro, entonces las palabras sobraron en la huída urgente por la puerta de atrás del salón que daba a una serpenteante escalera hacia los cuartos abandonados donde Malena sabía que podían estar tranquilos.
No he de especificar que allí fue donde los fogosos bailarines interpretaron la más magistral de sus danzas en el ritmo íntimo de sus propias respiraciones agitadas, fueron allí la manifestación pura del espíritu del tango que había sido su celestina, todo pasión, todo lava ardiente mezclando rabia y amor.
-Te amo -Susurró en un abrazo Malena. Dennis oyó con amargura aquellas palabras, agradeciendo en el fondo el que la oscuridad ocultase su malestar- Te amo con toda el alma
-Debo irme
-¡No lo hagas aun, la noche es joven!
-No entiendes. Debo irme, no debes volver a verme
-¡Cómo dices eso! ¡Soy tuya, no me abandones!
Dennis se levantó con un regusto de desprecio, su alma libre no lograba a comprender la idolatría irracional que le juraban tras una noche de pasión que, aunque él no olvidaba la magia de cada experiencia, terminaría por perderse entre los recuerdos de tantas otras noches distintas. Asimismo, se sentía en la ingrata encrucijada de un adiós súbito que desgarrara un parte del corazón de la joven o la mentira que le significara una herida igual de dolorosa, pero con una lentitud martirizante.
En la oscuridad buscaba sus ropas, la decisión había sido tomada. Por el bien de todos debía convertir esa historia en una leyenda nocturna.
-¿Te vas?
-Sí. Adiós Malena
Iba cruzando a paso lento el umbral de la puerta cuando un alarido estremecedor lo obligó a voltearse para encontrarse de frente al dantesco espectáculo de la joven muchacha apenas envuelta en las sábanas, con el rostro desencajado de horror, los ojos brillándole con ira y contra la tenue claridad de la ventana, el frío resplandor de una hoja de metal.
-No… no puedes hacerme esto… no puedes utilizarme de ese modo
-No te he obligado a nada
Replicó Dennis tranquilamente, aunque en verdad estaba asombrado del giro de la situación. Malena siguió acercándose con el viejo cuchillo que había encontrado en el suelo del cuarto abandonado, o era quizás de la coagulación de sus lágrimas de despecho.
-Nunca me dejarás… no lo harás, solo has de pertenecerme a mi…
Dennis salió corriendo por los pasillos, con la esperanza de que alguien los oyera y ayudara a la mujer. Los pasos de perseguidora y perseguido se desataron vertiginosamente por el pasillo, en la penumbra aterciopelada de la luz lunar que se filtraba por los ventanales. La madera de la vieja casona crujía bajo sus pies, pero nadie aparecía, la soledad era evidente, como si los demás asistentes se hubiesen puesto de acuerdo para recrear la sicótica película de celos y pasiones que ellos vivían, intensamente constante, un espiral emocional que parecía no tener final.
Pero la persecución culminó en el fin del largo pasillo, entre una ventana de cristal y la hoja letal que empuñaba Malena. No podía negarse que con aquella penumbra y la locura ardiendo en su alma, lucia más bella, de un modo grotesco y maravilloso.
-Ya no podrás alejarte de mi lado, cariño… serás mío por siempre
-Malena…
No terminó de hablar, pues la escena se paralizó en la certera puñalada que por fin permitía a Malena tocar el corazón de Dennis. La mujer se quedó petrificada contemplando su acción con una risita frenética. Entonces ocurrió lo impensado.
-¿Y ahora qué? -Dijo tranquilamente Dennis quitándose el arma del pecho para lanzarla lejos. La mujer estaba anonadada, incapaz de articular palabra, de repente lucía mucho más pequeña y frágil de lo que era, no pudo evitar conmoverse Dennis de aquella ternura- Dos opciones: la locura o la muerte
Malena dudó deshecha en lágrimas desconcertadas. Luego lo miró con ojos enormes que bien podrían haber contenido todo el universo en su vacío desolado.
-Muerte. Por ti y para ti
Replicó ella con loca determinación
-No es tango si no lleva sangre y pasión ¿no? -Se dijo a sí mismo Dennis, con una sonrisa torcida- Tendrás la locura, querida
A tientas buscó el cuchillo con el que trazó una roja línea en la mejilla temblorosa de Malena y se complació degustando ese licor de vida joven y ardiente de la misma hoja metálica. Luego se agachó para tomar con delicadeza la barbilla de Malena y cerrar esta historia con un último beso con el amargo sabor de la sangre.

“…Malena canta el tango… como ninguna… y en cada verso pone… su corazón…”

Cantaba Carlos Gardel en un tocadiscos cercano a la terraza del bar donde bebían los vampiros. El tiempo había pasado cubriendo de polvo el recuerdo de la joven del tango, que después de aquella noche fatal cayó en un delirio sicótico pasando todas las tardes frente al espejo recordando al vampiro, buscando el sabor de su propia sangre para sentirlo cerca hasta que en el último ocaso ese mismo sabor le supiera a muerte y su desolado corazón firmara la rendición. Pero allí donde todos estos sucesos ocurrieron, la leyenda del extraño amante de las sombras seguiría viva en la pista donde nuevas parejas danzaron, dejando a los jóvenes visitantes el eco de una lección: el amor es un resplandor fugaz cuya estela solo permanece en una canción.
Una moraleja bien sabida por aquellos que están condenados a siempre decir adiós.

Capítulo 12: El hechizo Roto


El vaivén del mar extendía hacia el horizonte su cadencia ronca e infinita. Sobre la cubierta del barco, casi inmóvil gobernando en las aguas, Tristán miraba el terciopelo salpicado de diamantes que era el Mediterráneo a esa hora, reflejando el cielo. Recordaba la primera vez que había viajado en barco, aunque eso había sucedido hacia demasiado tiempo, cuando siendo solo un niño cruzó el Pacífico en una travesía con dirección a un destino que rechazó por sus verdaderas pasiones. Ya ni siquiera sentía nostalgia, aquellos recuerdos parecían pertenecerle a otra persona y su mente tendía rebeldemente hacia la ansiedad.
Sacó la invitación para la función de esa noche y volvió a hundirla en fondo de su bolsillo como si al sacarla de su vista pudiera sacarla de su mente. Era la noche. Se reencontraría con su amada y odiada Ilusionista,  todos los que habían visto el espectáculo lo catalogaban de increíble y a su autora como una morena exótica y bella, además la tarjeta de invitación mostraba la fotografía de una máscara veneciana que él conocía bien, porque hacia casi doscientos años él mismo la había colgado en la pared de su apartamento.
  -Teodosio…
Dijo Margarita acercándose a él vestida con un elegante vestido de fiesta rojo italiano  y llevando una copa de daiquiri en la mano y de vino en la otra
-Me llamo Tristán, Margarita… luces linda ¿Qué sucede?
-El tipo de allí dice que…-dudó un rato y luego recitó de memoria- “Dejes de estar ahí como un niñito baboso y vengas a tomarte unas cervezas, que esto está lleno de mujeres y chequeras, que falta mucho para la función y disfrutes los pasajes gratis en un crucero de lujo”…ufff… fue largo
-De acuerdo. Vamos con él
Como bien hacía notar Dennis, el barco rebosaba de tales lujos y extravagancias que, aunque a menudo sus víctimas fueran de buena situación y por tanto los botines de los cadáveres bastante suculentos, la suntuosidad de algunos seguían asombrándolos. No había sido fácil conseguir los atavíos adecuados para encontrarse en ese lugar.
Dennis esperaba en un pequeño bar junto a una piscina, vestido con un moderno y elegante ambo, como es de suponer, con un buen vaso de la cerveza más cara que tenían
-¿Cómo estás, niñito?
-Bien…
-No lo pareces ¿Son los nervios o la falta de sangre?
-En serio, estoy bien. Solo pensaba en algunas cosas…
-Ah. Vamos con una historia, estoy un poco aburrido de estos burgueses
-Esa máscara, la de la fotografía. No puede ser coincidencia, estoy seguro de que es la mía, la fabriqué apenas dejé mi primera compañía, es decir, cuando me echaron
-¿Por qué te echaron?
Tristán rió un poco al recodar
-Por un estúpido malentendido. La mujer a la que quería deseaba ser actriz, pero en esos tiempos no era bien visto que las mujeres subieran al escenario, por eso la ayudé a entrar disfrazada de hombre. Cuando quise cobrar mi parte nos descubrieron tras bambalinas, o mejor dicho me descubrieron abrazando y quitándole la levita a un compañero… Fue clemente que me expulsaran y no me denunciaran por sodomía…
-JAJAJA… ¿Y ella?
-Ocupó mi lugar en la compañía. No fui capaz de delatarla aunque no hubiese hecho nada para ayudarme
-Como amante eres un idiota ¿lo sabes?
-Si, el hecho mismo de estar aquí ahora lo demuestra- suspiró- ¿Qué hora es?
Dennis consultó un carísimo reloj de pulsera que había encontrado por ahí
-Hora de irnos. Conste que hago un gran sacrificio en llegar temprano para que tengamos los mejores asientos…
-La función está por comenzar…
Murmuró Tristán mientras ayudaba a levantarse a Margarita. Ella se afirmó del brazo de Dennis y Tristán los siguió unos pasos más atrás, el camino en dirección al salón de la planta de abajo se hizo interminable. 

Se acomodaron en las mesas dispuestas en torno al escenario, el programa yacía destrozado en pequeñas bolitas de papel junto a los codos de Tristán. Sus amigos compartían aquella ansiedad, o fingían hacerlo… por lo menos Dennis, Margarita es tan extraña.
De repente, la banda que amenizaba la función tocó un redoble de tambores y el anfitrión que guardaba una interesante semejanza con un pingüino, más allá del vestuario, inició una pomposa introducción a la que ninguno de los vampiros prestó atención. La ola de aplausos que siguieron a sus palabras fue una especie de despertar para Tristán que en ese momento sintió una presión en el pecho como no recordaba desde su conversión, algo doloroso y cálido a la vez que lo hacía sentir más vulnerable, un vértigo inusitado que subió hasta su marcada garganta cuando los cortinajes bermellón de los telones comenzaron a abrirse para mostrar en el centro del escenario la figura, sublimada por efecto de las luces, de una mujer de cabellera negra vestida estrafalariamente y cubierto el rostro por la ya conocida máscara veneciana.
La sorpresa que se llevó al verla se convirtió en segundos en una decepción tan intensa que sería difícil de describir. Era una humana, podía reconocerlo fácilmente, aunque tuvieran un cierto parecido físico con los efectos escénicos, carecía de la esencia exótica que caracterizaba a SU Ilusionista. Extrañamente, aquella desilusión que se colgó de su corazón no tenía gusto a tristeza ni derrota, sino un profundo matiz de alivio, de saber que el trance difícil ya había pasado y la herida abierta de su alma (o su cuello) seguiría como tal, sin abrirse más ni cicatrizar en la coagulación de un reencuentro.
-No es ella
Le dijo a Dennis que permanecía expectante de su reacción
-Lo siento
Tristán se encogió de hombros y se ocultó detrás del cristal en un sorbo de vino, casi sintiéndose culpable de no poder sufrir más. Pero es que los desengaños habían sido tan frecuentes y crudos a lo largo de los años de su existencia que casi temía un triunfo que lo situara en una posición difícil donde no sabría cómo actuar. La melancolía es más fácil de sobrellevar que la alegría, pensaba sonriente y trataba de darle un sentido al capricho de su mente, que lo hacía pensar en la falta de sangre de aquellas jornadas de navegación en lugar de concentrarse en el dolor y la frustración que debía sentir por la crueldad del sino. Además del asombro que le causaba su propia reacción, le parecía curiosa la coincidencia de la máscara que él mismo había diseñado y que aparecía en el espectáculo, sin embargo, no lograba encontrarle una explicación y optando por lo sano, a su juicio, dejó de buscársela.
-¿Qué haremos ahora?
-Si quieren seguir aquí, pues continuamos el viaje. Si no, nos bajamos en Italia… y buscamos más pistas
Dicho esto se levantó y salió del salón antes de que terminara la presentación. Sabía que no lo seguirían, Dennis pensaría que estaba destrozado y lo dejaría combatir su presunta tristeza a solas, mejor así. En la cubierta del barco, con el mar como único testigo no necesitaría fingir ante nadie que estaba mal, tampoco ante sí mismo, pues el ritmo misterioso del océano lo purgaba de todo intento de reflexión. Hubiese deseado llorar, para sentir alguna emoción, pero en el fondo sabía que estaba tranquilo y eso era todo, que lo había intuido, por tanto la sorpresa era menor. O eso suponía.
Se afirmó de la baranda y dejó que el viento jugara con sus cabellos rebeldes y que el tiempo se le disolviera lentamente como si nada existiera.
-oh… baby, baby it`s a wild worl…
Cantó en un susurro distraído un tema moderno que había rondado su cabeza. Esperaba lo inesperado, dispuesto a sorprenderse con lo más cotidiano.

A la mañana siguiente Dennis comprobó con extrañeza que Tristán no se encontraba en el cuarto que compartían, pero antes de que en su mente comenzaran a barajarse las hipótesis, el susodicho entró arrastrando su descuidada apariencia
-Pensé que habías hecho una locura, como esperar el amanecer… otra vez
-No, o tal vez si… ¿Y Margarita?
-Quiso salir a dar un paseo ahora que sabe que el sol no le hace daño
Tristán se tendió pesadamente en la cama, bajo el smoking Dennis creyó ver algo que brillaba
-Este… Tendremos que bajar en Sicilia, Siracusa. La maté
-¿A la ilusionista?
-No la llames así, preferiría decirle la “Mujer mago”
Dennis se encogió de hombros, en el fondo no lo sorprendía
-¿Por qué lo hiciste, Tristán?
-Quería preguntarle por la máscara y después… no lo sé, no pude soportarlo ¡Tenía que beberme su sangre!... cuando me di cuenta, solo pude hacer lo posible para que pareciera un suicidio
Inocentemente puso la mentada máscara sobre la mesita de noche
-Ah, niñito… -suspiró Dennis- dices que yo soy bueno para crear problemas, pero cuando quieres cagarla lo haces con ganas. De acuerdo, nos bajamos en Sicilia, ahora descansa
No le dijo más, dejarlo ser era la forma en que Dennis le demostraba su apoyo emocional, curioso, pero efectivo.

No sé realmente si los vampiros sueñan, de lo que sí doy fe es que mientras dormía en la posición fetal que solo intensificaba su aspecto de niño vulnerable, Tristán se aferró a la almohada como si se tratara de algo muy íntimo que quería proteger.

Capítulo 11: Lo que no sabíamos de Margarita

Me ahorraré describir el cómo los vampiros dejaron Rumania y se dirigieron hacia Grecia, específicamente a la ciudad de Kastoria, ubicada al norte del país. Creo que también sería lo más conveniente omitir las partes referentes a la infructuosa búsqueda de información acerca de los licántropos y su presunta relación con la Ilusionista; también de la penosa impresión que les dejó este último viaje, al comprobar que Kastoria sustentaba su economía en el comercio de pieles, pues aunque parezca raro proviniendo de quienes se alimentan de seres humanos, estos vampiros repudiaban la caza de animales, “Nosotros matamos para subsistir y aprovechamos el dinero de los muertos, no lo hacemos por capricho ni lujo” decían meneando la cabeza con amargura.
Retomemos sus andanzas en el puerto de Patras, a donde habían ido a dar sin saber por qué, en un viaje cuyo rumbo ya no podían vislumbrar. Y por añadidura, una extraña atmosfera impedía que las cosas en el grupo fueran como siempre lo habían sido. Tristán no podía olvidar lo sucedido en Transilvania y aunque lo intentaba de corazón no era capaz de disimularlo.
Una extraña forma de mirarla, como ocultando algo, para desviar la vista rápidamente y fingir que no le ponía atención. Un constante rehuir de sus frecuentes intentos de acercarse, contestar distante a sus palabras, evitar en la medida posible cualquier contacto. A veces también la observaba y apretaba los ojos y los puños, acallando una voz interna que le susurraba confusas ideas en la mente. No sabían cuánto duraría ese sainete maldito que se iba hinchando de silencios y sentimientos negados como una pompa, pues nadie se atrevía a dar el primer paso porque simplemente no tenían idea de cuál era su papel en el drama.
Empero las burbujas siempre terminan por estallar, lo queramos o no, y esta vez le tocó efectuar el pinchazo a quien precisamente estaba menos involucrado. Cuando Dennis consideró que ya no soportaba más verse envuelto en una tensión que no le correspondía decidió que debía actuar y lo hizo una noche en un restaurante, siguiendo a Tristán que había ido al baño so excusa de desenredar un poco su maraña de cabello.
Allí lo encontró limpiando con un trapo la sangre en el piso del pobre tipo de cuello esbelto que se le cruzó en los lavabos y cuyo cuerpo ya había lanzado por la ventanilla
-¿Qué hiciste, Tristán?
-Es que tenía hambre- se excusó éste como un niño regañado, principalmente por el hecho de que Dennis lo había llamado por su nombre y no “Niño”“Tristón” o “Susy”, lo cual implicaba que estaba actuando con seriedad y eso no solía ser un buen indicio- ¿Sucede algo?
-Eso quisiera saber
-Dejaste a Margarita sola… deberíamos volver a la terraza
Se evadió Tristán, bajando la mirada al pronunciar el nombre
-Ella estará bien, el guardia creyó que tenía problemas mentales cuando comenzó a comerse las servilletas, así que la está cuidando… De momento me preocupas más tú
-¿Eh?
-No te hagas el tonto, actúas como un niño… otra vez- dijo Dennis y se acomodó sentándose en el borde de un lavabo para quedar más alto que Tristán- Ahora me dirás qué es lo que tienes con Margarita ¿Sigues enojado por lo de la loba?
-No estoy enojado, sé que ella no tiene la culpa… lo que sucede es todo lo contrario –dio un largo suspiro y continuó- lamento haber actuado así con ella, me siento culpable por entristecerla, pero cuando intento reconciliarme… recuerdo el modo en que actuó en Rumania. Nunca la había visto ser así, ni siquiera cuando cazamos, entonces voy pensando en cuán poco la conozco y eso me forma una coraza para con ella, recelo, pienso en qué otras cosas podrá estar ocultándonos…
Dennis permaneció en silencio, sumergido en reflexiones tan profundas que no alcanzo a vislumbrar. Después de un rato se irguió risueño y le dio un coscorrón a su amigo
-Idiota ¿Cuándo vas a crecer, niñito?... Supongo que es normal que tengas momentos de desconfianza, tan solo la conocemos de hace unos meses, pero ha demostrado que es nuestra amiga y eso debiera ser suficiente. No esperes sentado a que tus dudas se disipen, anda y trata de arreglar las cosas con ella… si no lo intentas, nunca acabarás de conocerla
Tristán asintió sumiso, como de costumbre Dennis llegaba a él con las palabras adecuadas, y salieron juntos hacia la terraza donde los esperaba Margarita con la cabeza hundida entre los brazos y la mesa.
 En el camino, Tristán cortó una de las flores que decoraban la terraza del restaurante y se la puso delicadamente en el cabello. Ésa era la señal para que Margarita comprendiera que la tormenta había pasado y la amistad con sus compañeros volvería a la normalidad, pero en el fondo Tristán lo sabía; ya nada sería igual, pues una sorpresa los acechaba en las cálidas costas griegas.
-¿Y ahora qué?- Se quejaba Dennis-  le perdimos el rumbo a la dichosa Ilusionista y ahora estamos aquí… sin una puta idea de cuál será el paso siguiente
-Bueno, tal vez si nos hubiésemos quedado más tiempo en Kastaria…
-Tal vez nos hubiésemos quedado si ustedes no se hubieran bebido una tienda entera y la policía no hubiera abierto un caso criminal
-Te recuerdo que eran unos malditos peleteros, ¡escupí su sangre envenenada!
-Eran malos
Lo apoyó Margarita, porque ella había matado a gran parte de las víctimas. Dennis ahogó sus comentarios en un sorbo de cerveza y su amigo agregó
-Pero ya que estamos aquí, disfrutemos nuestra estancia antes de continuar la búsqueda. Digo, ¡Esto es Grecia, la cuna del pensamiento accidental! ¿No los excita eso?
-Suenas como un nerd, niñito
-¿Un qué?
-Olvídalo. Si quieres hacer turismo, adelante…Tomaré unas cervezas más y nos iremos a recorrer más ruinas añejas por ahí, ya que no hay nada mejor que hacer
-¿Qué opinas tú, Margarita? Después de todo, de ti dependemos aquí. Eres la única que habla griego
La vampira fijó en él sus ojos como interrogándolo. Con algo de duda en la voz contestó
-Si
Y sonrió al ver que Tristán lo hacía y que todo aparentaba ser como antes.
Por alguna razón las ciudades parecen revelar su verdadero encanto durante las noches, lucen más sinceras, libres de las apariencias y dejando aflorar lo más íntimo de sus naturalezas, su historia e idiosincrasia. Es por tanto, privilegio de los noctámbulos observar lo más genuino de cada lugar que visitan; como en esta ocasión, que con la complicidad de la Luna recorrieron zonas de exquisita riqueza histórica de los períodos helénicos, macedonios y cristianos, algunos de estos vedados a esa hora para el público, pero ya que no se trataba de visitantes normales, pasaron por alto las barreras de seguridad para compartir con las reliquias el silencio solemne de quienes también han vencido el azote de los tiempos.
En eso se llevaron gran parte de la noche. Es de suponer cuáles eran los humores de cada uno, Tristán fascinado, Dennis refunfuñando por una cerveza y Margarita… sonriendo.
-Diantres, me dejé el abrigo en el museo…
Dijo Tristán cuando iban de regreso al hotel, cerca del amanecer
-¡Iré por él!
-No es necesario, Margarita. Ya conseguiré otro cuando cacemos mañana
-¡Iré por él!
Insistió ella
-Déjala. Si es lo que quiere…
-De acuerdo. Ve, nosotros estaremos en el hotel, ya sabes cómo volver… cuídate
-Sí. Nos vemos
Margarita se perdió calle abajo a pasos ligeros, mientras sus amigos la seguían con la mirada como un par de padres protectores hasta que ella dobló una esquina y con algo de inquietud se dieron la vuelta para continuar el camino en silencio.
Tomaron un café en el vestíbulo del hotel esperando a Margarita, cuando el sol ya rayaba tímidamente en el alba, pero ella no llegaba. Tratando de disimular la inquietud que comenzaba a embargarlos, se dirigieron a su cuarto, ya que Tristán llevaba las tarjetas magnéticas de los tres y se dedicaron a esperar en vela a que la noche cayera para poder salir en su búsqueda.
Imposible me es describir la angustia que sintieron esa larga tarde, esperando lo inesperado. Un íntimo dolor atribulaba sus frías entrañas. La certidumbre latente de que no volverían a ver a su querida amiga, la sensación ingrata de un vacío en crecimiento. El gran verdugo que aún los atormentaba acechaba sus almas: los cambios, dolorosos cambios que implicaban comprobar la fugacidad del mundo una vez más, llevándose aquello que sustentaba sus vidas como un pilar.
Quién pensaría que los vampiros fuesen capaces de amar de ese modo, con tanta pureza y desinterés. También a ellos les costaba comprenderlo. Eran criaturas de oscuridad, depredadores naturalmente dotados para provocar deseo, pero en algún momento habían sido humanos también y aunque quisieran renegar de ello, aunque los consideraran simple alimento, seguían sintiendo como tales. Me atrevería incluso a aseverar que por ese mismo exilio nocturno al que estaban condenados, los llevaba a aferrarse de aquél modo entre sí. No llenos de temor a la muerte y la soledad como los humanos, sino con la complicidad de quienes han vencido estas barreras, con sincera lealtad y tan intensamente que sería difícil describir, aunque por el mismo motivo eran inefablemente dolorosas.
Tenían miedo y tristeza, no podían negarlo. Ya pensaban lo peor y de solo imaginar a la dulce Margarita ardiendo bajo el sol convirtiendo en sórdidas cenizas su cuerpo de muñeca, se estremecían aun más. Pero no podían hacer nada a esa hora, encerrados entre gruesas cortinas para preservarse de la fatalidad de la luz, solo podían aguardar un milagro y ya es sabido que ninguno de ellos cultivaba la fe.
Aunque aquella última fibra de humanidad que aun permanecía viva en el fondo de sus corazones les instara a no perder la esperanza, el racionalismo se imponía; Comenzaban a pensar en el futuro, en cómo se acostumbrarían a su ausencia. Nunca más su mirada translúcida ni su fragilidad de mariposa, su aire despistado, el laberinto inverosímil de su desconcertante mente. Ya nunca más el viaje entre lunas de charla con musarañas. Ya nuca más Margarita.
-Tal vez encontró refugio
Dijo Dennis rompiendo el agobiante silencio que lo ahogaba
-No debí dejarla ir sola. No debí ser tan frío con ella… solo quería complacerme con lo del abrigo
-Ya cállate. No eres culpable… las cosas pasan queramos o no. Esta no sería la primera vez que dejamos atrás a alguien
-No se trata de “alguien”-replicó ásperamente Tristán- ¡Es Margarita! ¡Nuestra Margarita! Ella que es toda magia, el sol del que nos privó la muerte, nuestra niña flor…
-Lo sé. No sigas… yo solo… digo, no quiero… o sea…
-Yo también la extraño, Dennis
-Es increíble cómo en unos meses esa niña se nos volvió indispensable
Sonrió amargamente Dennis, a su vez Tristán asintió en silencio. Sin saber cómo, sin saber cuándo la locura de Margarita los había envuelto y hechizado. Se sintieron un triángulo incompleto y recordaron a qué sabía la soledad.
A sus pies se amontonaban las botellas que habían comprado antes de subir al cuarto. Seis cervezas y tres botellas de vino eran la prueba fehaciente de su desasosiego. No habían degustado nada, solo lo hacían para acortar las horas hasta el anochecer, hasta la verdad, hasta… cualquier cosa distinta del silencio vacuo que se les enredaba en el alma.
-Si ella regresase…- dijo Tristán en un tono de ruego y confesión- disiparía todas mis sospechas, nunca más dudaría de ella…
¿No es curioso cómo a veces la coincidencia parece burlarse de nosotros? Poco después de haber pronunciado esas palabras que se hundieron en el olvido como una botella en la mar, un sonido en la puerta los estremeció. Como siempre habían especificado en recepción que no querían molestias durante el día, por lo cual les sorprendía que alguien tocara a su puerta. Además las recientes experiencias con los lobos los mantenían aun alertas a cualquier ofensiva. Sin embargo, el suave golpear dio paso a un extraño sonido como si la puerta estuviese siendo arañada y posteriormente el ruido sordo de una masa más o menos pesada empujando la madera.
Sin perder el recelo los dos vampiros se dirigieron al umbral, escondiéndose Dennis detrás de la puerta por si había una entrada de luz. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando no percibió absolutamente nada por parte de Tristán y al salir de su escondite lo vio aferrado como náufrago a madero de la mismísima Margarita.
No pensaba en nada mientras la sentía entre sus brazos. Ni un regaño ni una bienvenida, solo la alegría límpida de tenerla de vuelta, de pensar que la pesadilla había acabado. Ni siquiera se dio cuenta de cuando otro cuerpo se añadió al abrazo y Dennis dejó fluir su emotividad también. Dios sabe cuánto duraron así, callando y diciéndolo todo a la vez. Solo terminó el hechizo cuando Margarita dejó caer al suelo los jirones de un abrigo negro
-Diantres… lo trajiste
Dijo Tristán avergonzado al separarse para recogerlo
-¿Cómo es posible?
-¿Qué cosa?
-Qué hayas llegado así, son las… tres de la tarde
-¿De veras? ¿Me quemé?
Los dos vampiros se sentaron en un sofá intrigados, esperando una merecida explicación al fenómeno
-Margarita ¿Puedes contarnos lo que pasó desde que fuiste a buscar mi abrigo?
-Bueno- dijo la muchacha y se acomodó para comenzar su narración- Fui al lugar de las antigüedades y tomé el abrigo, después habían unos dibujos muy lindos en los vasos y los miré hasta que sonó un ruido horrible y se llenó de gente que me apuntaba y me hacía preguntas. Después me llevaron a otro lugar donde nadie se veía alegre, yo quería irme, pero no me dejaban e insistían en preguntarme cosas que no entendí y como no dije nada me dejaron ir. Entonces salí y tooodo brillaba, me volví como ciega y anduve dando vueltas y parece que me caí, pero me despertó un perrito. Le puse Jack Elliot… aunque no sé por qué. Después nos fuimos juntos y… y… había gente… y…no me acuerdo…- Margarita titubeó un poco para luego retomar la historia con júbilo- ¡Y me comí un helado de piña! Luego estaba afuera del hotel y Jack Elliot no pudo entrar, yo quería que lo dejaran, pero el señor me dijo que no y como yo me puse triste me dio un caramelo y me hizo entrar. Jack Elliot se quedó afuera con él. Después me subí al ascensor, el chico me preguntó por el piso y yo le dije que no sabía así que salió no sé a dónde y apreté algo. Luego estaba en el pasillo y vine para acá y toqué la puerta, rasguñé la puerta, empujé la puerta y abrió Tomás y después todos nos abrazamos y…
-Suficiente, hasta ahí está bien
-Tengo un perrito. Se llama Jack Elliot ¿Saben por qué?
-El punto es que estuviste al sol… y sobreviviste
-¿Si?
Antes de que la alegría fuera a convertirse en irritación Tristán se acercó a ella y examinó cuidadosamente sus brazos y cuello.
-Dennis ¿Te has dado cuenta de que Margarita no tiene marcas de colmillos? -Inconscientemente Dennis acarició su muñeca mordida y reflexionó las palabras de su amigo- ¿Recuerdas cuándo comenzaste a beber sangre?
-…… desde…. ¿siempre?
-Margarita no es una vampira
Observó Dennis
-¿Qué?
-Eres una dampira
Al unísono Margarita y Tristán replicaron
-¿Una qué?
-Media vampira. Debe ser hija de una vampira conversa durante el embarazo… o de otra dampira con un vampiro converso…. Para ser tan nerd sabes bien poco de tu especie, niñito
-¿Eres dampira, Margarita?
 -…. ¿si?
Los dos vampiros se quedaron un rato más mirándola. Definitivamente ella siempre sería una caja de sorpresas. Tanto Dennis como Tristán pensaban en esos momentos en otras cosas, lejanas en el tiempo y el espacio, pero de algún modo, insistentemente cercano.
-Entonces…
Comenzó Tristán, pero Dennis lo interrumpió
-Entonces puedes bajar a comprar cerveza todo el día ¡Y más barato! Genial.
Y ahí quedó el tema. Como quienes han perdido la capacidad de asombro siguieron sus rutinas normales y si alguna sospecha rondó la mente de Tristán, la ahogó en seguida por su compromiso. Pero aún quedaba una sorpresa en el día y Margarita se las dio cuando iban saliendo de cacería
-Toma
Dijo Margarita alargándole unos papeles a Tristán.
-¿De dónde sacaste estos boletos de barco?
Margarita se encogió de hombros y Dennis le arrebató los pasajes de un movimiento
-No importa, siempre he querido volver a viajar en barco e Italia está muy bien, quizás hasta alcancemos el carnaval de Venecia… ¡Mira, incluye invitación para un show de ilusionismo!
Con eso se ganó la atención de Tristán y salvó la noche.
A la noche siguiente irían a Italia en un crucero de lujo.

Capitulo 10: La Batalla


Llegaron a la cita de noche y escondidos en el vagón de carga de un tren. Sighisaroa, monumento de la región de Transilvania, se encontraba desierta, luego que los turistas se marcharan llevando el alboroto sacrílego de sus flashes fotográficos y suvenires. Allí quedada sola la antigua ciudad, fantasmagórica bajo la luz aterciopelada de la Luna Llena, era la hora de los espectros que comenzaban a dejar las ruinas para retomar las rutinas interrumpidas hacia siglos por la guadaña del tiempo y la muerte, como cada noche, como si no existiese mañana ni ayer en el Medioevo petrificado de la ciudad de Sighisaroa. Sin embargo, esta vez sería distinta, pues en la quietud sacra irrumpían las voces irreverentes de unos seres que antaño habían sembrado terror en esas tierras y las ánimas, en lugar de esconderse y rezar como entonces, se acomodaron en sus graderías invisibles a gozar del espectáculo.
-¿Qué hora es, Susy?
-Deja de llamarme así, Dennis. Son las once y veinte
-¡Qué temprano! Te dije que tomáramos el siguiente tren
-Pues aprovechemos de recorrer, ya que no podemos tomar los paquetes turísticos
-No tiene nada de interesante, solo son casas viejas…
¿Era nostalgia de su época perdida lo que aguardaba detrás del amargo mirar de Dennis? en absoluto. Poco recordaba del tiempo en que había vivido y en su memoria prevalecía el hondo hedor que lo envolvía todo, las hambrunas y la presencia fastidiosa de una Iglesia que los atormentaba con pesares futuros y presentes, a decir verdad el único buen recuerdo que conservaba eran los carnavales y ésos no tienen época. Por eso es que en el modo en que miraba los corroídos muros se leía más bien una burla, un desprecio sarcástico como “He ahí que ustedes son polvo añejo para turistas y yo sigo siendo la vida…”
 Los sobrecogedores aullidos desgarraron la noche provenientes de las afueras de la ciudad les anunciaron que había llegado la hora y que debían comenzar a fingir que estaban comprometidos con la batalla. En dos súbitos saltos aparecieron ante ellos los dos hermanos, apenas vestidos con jirones de cuero en sus zonas más delicadas y profiriendo pequeños gruñidos de desafío
-¿Solo dos? Qué mal, uno de nosotros sobra…
Dijo Tristán
-Yo diría que a ustedes les faltan- replicó Jack Elliot y agregó dirigiéndose a su hermana- Encárgate  de la asesina de Vasily, Estela- al sentirse aludida, Margarita sonrió con dulzura- Yo me encargo de estos pequeños zancudos…
Inmediatamente el ambiente se tensó  en los dos frentes de la pelea, como si de repente el aire se hubiese cargado de electricidad y todo se convirtiera en un caos de sonidos, movimientos en cámara lenta y adrenalina.
 Estela le mostró los dientes con un gruñido a Margarita y en un ágil movimiento salió corriendo por las calles de la ciudad, seguida a brinquitos encantadores por una vampira risueña.
-Ahora eso es un duelo de machos, uno a medio… porque entre los dos no hacen uno
Dijo Jack Elliot. Tristán y Dennis seguían quietos sin saber qué hacer, no porque no estuvieran acostumbrados a las peleas, sino porque jamás las habían planificado
-Vamos, ataquen ¿Tanto miedo me tienen? Les estoy dando ventaja, chupasangres. Si tienen algo de dignidad, muévanse. No vine hasta Rumania para verlos allí parados, Vine a vengar con sangre maldita el crimen contra nuestro hermano ¡Los suyos asesinaron uno a uno a toda nuestra familia! Los lobos solo queremos subsistir en calma, ustedes no merecen pisar la tierra
-Lobito ¿Por qué tienes la boca tan grande?
Se burló Dennis corriendo hasta él
-Para morderte mejor
Contestó Jack Elliot transformando su cuerpo en un enorme lobo de pelaje negro y rojizo para responder al ataque del vampiro con un salto. Allí intervino Tristán interrumpiendo el salto del animal en el aire, yendo a dar a tierra juntos y forcejeando. En vano trató Tristán de buscar el cuello del lobo que se defendía con garras y colmillos, sin dejar de luchar, volvió a cambiar de forma y de un golpe envió lejos a Tristán, pero no alcanzó a incorporarse porque entonces arremetió contra él Dennis y nuevamente necesitó de la forma lupina para proteger su cuello.
Si algo concluyeron los vampiros en aquella primera confrontación fue que con el licántropo Jack Elliot no podrían aplicar las experiencias de sus enfrentamientos callejeros con humanos, pues esta se trataba de una batalla animal.
 Sin cambiar de forma, Jack Elliot pudo zafarse al fin de Dennis y ponerse en pie antes de que los vampiros volvieran a él. En tal posición no se atreverían a un ataque frontal, intimidados por los poderosos colmillos que en cada gruñido exhibían su escalofriante blancura.
 En tanto, en el frente de las féminas las cosas se iban hilando de un modo muy distinto. Estela se había adentrado entre los muros de la ciudad muerta haciendo un uso ejemplar de sus mejores recursos: el sigilo y la audacia. De esta forma había llevado a Margarita tras sus pasos hasta encerrarla en una casa donde suponía facilitar la cacería. Pensaba con desprecio en la vampira que había asesinado a su amado hermano, por eso pretendía confundirla, enloquecerla de desesperación y convertirla en una presa fácil para darle la muerte vergonzosa que merecía. Trepada en la escalera interior sintió los pasos de la vampira entrando, luego le bastaron un par de movimientos para cerrar la puerta y descender; entonces, para su desconcierto, se halló sola en la habitación y un oscuro pensamiento, como una sombra a sus espaldas, le dijo que acababa de beber su propio veneno. Estela se transformó en loba y se agazapó furiosa mirando a todos lados, aguzando sus sentidos para tratar de prever un ataque, pero lo sabía bien, ya no tenía la fortuna a su favor.
 El cuerpo a cuerpo de Jack Elliot y los vampiros continuó más o menos constante. Era una batalla de dimensiones épicas, sobrehumanas, sin pausas ni piedad, pues sin que se dieran cuenta, un fuego milenario despertaba su ardor en aquella lucha donde las leyendas de los grandes temores del hombre se enfrentaban a dentadas y zarpazos. Nadie podría decir que nuestros protagonistas eran enemigos débiles, por el contrario, entre los dos constituían un poderoso equipo; con la fuerza de Dennis y la agilidad que su contextura física le brindaba a Tristán, podían considerarse temibles incluso entre otros vampiros.  El caso residía en que Jack Elliot era realmente fuerte y disfrutaba demostrándolo ante sus enemigos, aunque reconocía que éstos lo hacían esforzarse más de lo usual en una pelea. Su fino olfato de lobo no había encontrado en aquellos adversarios ni un rastro de miedo ni de nada más que la sangre seca que impregnaba sus ropas y eso le inspiraba un solemne respeto.
Cansados de una confrontación que parecía no tener final, Dennis y Tristán se decidieron a atacar a un tiempo, abalanzándose sobre la forma humana de Jack Elliot, pero como si se tratara de un par de niños, éste se los quitó de encima con dos golpes y ambos vampiros fueron a dar al suelo uno sobre el otro
-Así no vamos a acabar nunca
Murmuró Tristán tratando a duras penas de quitarse de encima a su amigo
-Hay que definir el combate de una vez
-Sí, qué genial idea- ironizó- como si fuera tan fácil…
-Ya puse mi parte, aporta algo
-Trabajo en equipo
-Suena simple, pero ¿Cómo?
El licántropo se acercó a ellos a paso ligero, excitado con el tono que iban tomando las cosas. La respiración agitada, los músculos en extrema tensión, la sonrisa burlona.
-¿Qué pasa, zancudos? ¿Negocian su rendición, cobardes hijos de puta?
Los aludidos se incorporaron lentamente sin dejar de mirarlo, tragando saliva, tratando de disimular que en verdad estaban cansados y desmoralizados. Sus mentes funcionaban a mil, examinando el espacio, analizando sus probabilidades. Como si se tratara de un milagro, si es que estos de verdad existieran, los casi doscientos años de convivencia surtieron efecto y con una mirada sincronizaron sus ideas para urdir un plan
Dennis se dejó caer, provocando las sonoras carcajadas de Jack Elliot que retumbaron de soberbia en la soledad de la noche, a su vez Tristán retrocedió unos pasos con discreción
-¿Te quebraste una uña, vampirito?
-Solo espero. Los vampiros tenemos toda la eternidad para esperar… no somos sucios animales
-¿Y qué esperas?
-A que te aburras para poder ir a buscar a tu hermana de una vez
-¿Qué…?
-Nunca es tarde para experimentar la zoofilia con una lobita así, me pregunto si a la hora de la acción actuará como humana o como perra… Ya sabes, nosotros no teníamos nada que ver en la muerte de tu primo, solo accedimos a esta ridiculez por el premio que obtendríamos
Las palabras alteraron de sobremanera al licántropo que se abalanzó sobre Dennis transformándose en lobo mientras lo hacía, sin fijarse en que justo en ese momento Tristán se ponía en posición de ataque. Jack Elliot estaba fuera de sí gruñendo sobre Dennis, quien con la pura fuerza de sus brazos trataba de defenderse de los dientes del animal. Tal oportunidad aprovechó Tristán para saltar sobre el lobo y de un certero movimiento fracturarle la cola, éste se volteó emitiendo un feroz aullido de dolor e intentó perseguir a su agresor, quien ya había retrocedido fuera del alcance de sus fauces, pero el dolor y el desequilibrio afectaban la agilidad de sus movimientos. Ése fue su segundo error: al girar en busca de Tristán, dio la espalda a Dennis y éste trepó a su espalda mordiendo vorazmente en la zona lumbar de su columna quebrándole dos vértebras. Con un grito tan desgarrador que erizaba los pelos de pavor, Jack Elliot recobró su forma humana, tendido en el suelo entre la sangre que brotaba de su herida y horribles gemidos de dolor
-¡Unos canallas! ¡Son unos canallas indignos, hijos de puta!
-¿Y qué si lo somos?
Dijo Dennis con frialdad, escupiendo los pelos que le quedaron en la boca después de la mordida. A su lado Tristán contemplaba la escena con gesto impasible, algo bloqueaba su mente, una especie de impulso inmemorial, más intenso y terrible que su sed de sangre
-Vámonos- dijo al fin, desviando la mirada para huir de aquellos extraños pensamientos- Busquemos a Margarita y larguémonos de esta mierda
 Uno a uno fueron explorando los antiguos edificios de Sighisaroa, hasta que Tristán dio con el correcto. Al abrir una puerta, los rayos de Luna iluminaron a una loba gris que le mostraba los dientes con locura. Su cuerpo estaba marcado con pequeñas heridas de poca gravedad y sus ojos denotaban un intenso cansancio mental. Estela se transformó en mujer y se puso en posición de ataque para enfrentar al nuevo adversario
-Susy…
Dijo desde la oscuridad una dulce y conocida voz.
-¿Susy? –Repitió Estela con indescriptible asombro, mirando a todos lados en busca de la imagen asociada al nombre. El asombro fue compartido por Tristán- ¡Ella fue quien nos traj…!
No pudo terminar la frase, pues en ese mismo momento la oscuridad escupió la fugaz imagen de Margarita saltando sobre el cuello de la mujer lobo, rompiéndolo de una sola mordida
-¡Margarita!
Gritó Tristán con desesperación. Aquella mujer sabía algo de su Ilusionista, no podía ser de otro modo. A sus pies veía la sangre donde se diluía una nueva esperanza y aquél calor que se disipaba entró a inflamar su corazón
-Cómo pudiste… Margarita…
Los puños del vampiro se cerraron con furor y dios sabe qué habría sucedido si Dennis no hubiese estado a su lado para abrazar (¿o sujetar?) el hombro de su atribulado amigo. Tristán se soltó suavemente y se alejó rápidamente de ellos en dirección al lugar donde habían dejado el cuerpo de Jack Elliot.
Cuando Dennis y Margarita lo alcanzaron, Tristán ya había volteado el cuerpo medio desangrado del licántropo y le hablaba con avidez
-… ¡Dime de dónde vienen! ¿¡Cómo fue que llegaron aquí!? Por favor, te lo ruego… -la única respuesta que recibió fue un escupitajo manchado de sangre enviado con sus últimas fuerzas, pero aun seguía vivo y Tristán insistió con desesperación- ¡Os daré sepultura a ti y a tu hermana!  ¡Por favor dímelo!
Jack Elliot cerró los ojos con pesar. Aquél era el dedo en la llaga, temía que sus cuerpos quedaran en la intemperie como alimento de bestias, pero aunque deseaba responder a su asesino para garantizar el descanso digno, por lo menos de su hermana, las fuerzas ya comenzaban a abandonar su cuerpo y el aliento comenzaba a desvanecerse en su garganta
-K-Kastoria… Grecia…
La fuerza abandonó para siempre su cuerpo al mismo tiempo que Tristán se levantaba aún consternado. Su mirada permaneció fija en el suelo, sin atreverse a levantarla y encontrarse con los ojos verdes de Margarita…
La vampira también lo miraba a él, dolida sin saber por qué. Hizo el intento de decir algo, pero se detuvo confundida
-Susy… dile Susy…
Musitó Dennis a su oído con malicia, mas ella sabía que esa no era la palabra que buscaba. A pasos lentos se acercó a su amigo
-Tristán
Él la miró, acarició sus alborotados rizos con descuido y se alejó. Ése era un tema que deberían tratar después.
-Dennis, ayúdame a recoger los cuerpos, por favor. Quiero cumplir mi promesa antes de irnos
-¿Dónde iremos ahora?
-A Grecia
 El entierro fue breve y sin ceremonias, solo se encargaron de cavar una fosa lo suficientemente honda como para que los cuerpos no fueran hallados jamás y allí pusieron a los dos hermanos juntos, acurrucados uno contra otro como los cachorros de una camada de lobos. Luego se marcharon con prisa, el paso por Rumania no había sido una buena experiencia para nadie.
Al día siguiente todo fue como siempre. Los turistas llegaron, tomaron fotografías y compraron suvenires, jugando a creer las fantásticas historias del vampiro de Transilvania, sin saber que solo una noche atrás las solitarias calles de Sighisaroa habían visto la más impresionante y dolorosa batalla entre vampiros y sus enemigos naturales, los licántropos; que allí unos habían cerrado un capítulo en su inverosímil historia y otros le habían puesto punto final.