Capitulo 4: La Máscara Caída

-El invierno está particularmente jodido- dijo Dennis mirando por la ventana- Tendremos que quedarnos aquí un tiempo
-¿Por qué?-Terció Tristán con un dejo de mal humor- ¿Nos moriremos de frío? Creo que será un poco difícil dado que estamos biológicamente muertos. La nieve tampoco puede detenernos. Sigamos el viaje, quiero irme
-¿Y de qué te alimentarás en el camino, Tristón? ¿Con hielo? Las rutas están casi abandonadas, hay que quedarse
Tristán calló molesto y miró también el blanco paisaje que ofrecía la ventana. Junto a la chimenea encendida Margarita veía a uno y otro con expresión de niña asustada.
El nuevo milenio había llegado sin trompetas apocalípticas ni invasiones extraterrestres. Ya habían pasado cuatro noches con sus días conviviendo los tres y las cosas parecían ir bien con la presencia de la vampira, aunque en aquél preciso instante se percibía cierta ansiedad en el ambiente
-Tengo sed
-Todos tenemos sed, Margarita
-Cacemos
Dennis y Tristán se encogieron de hombros y accedieron a la propuesta, si en algo coincidían era en que más vale buscar sin encontrar que quedarse sentados lamentando la mala suerte.
Los vampiros salieron a la nieve caminando lentos e impertérritos en medio de las álgidas brisas como un trío de lobos esteparios, huraños, silenciosos, expectantes. Sus sombras oscuras contrastaban con la palidez espectral de la ciudad en esa noche solitaria. No se veían personas en las calles, apenas algunas ventanas tenuemente iluminadas y miserables contenedores de basura encendidos en los callejones donde los mendigos intentaban prolongar un poco sus frías agonías, pero los depredadores evitaban acercarse a ellos pues sus vidas eran tan frágiles que a veces la muerte llegaba a ellos antes que los filosos colmillos y entonces su sangre se volvía fatal para lo vampiros (ya que tienen prohibido alimentarse de cadáveres). Tan solo les quedaban dos opciones: los burdeles y bares donde jamás faltaban borrachos ni prostitutas encendiendo las teas del jolgorio, y las casas particulares, aunque estas implicaran el riesgo de crear sospechas, lo único peor que la escasez de comida sería la paranoia colectiva.
Se dividieron según sus hábitos normales. Ese acuerdo lo habían establecido como una forma de no entorpecerse mutuamente y desligarse de la responsabilidad de cuidar del otro. De este modo, cada uno se alejó por su lado, desapareciendo en la penumbra sin dejar más huella que las suaves marcas de sus pies en la nieve y el rumor fantasmagórico de sus abrigos.

Tristán regresó cuando su arcaico y milagrosamente bien conservado reloj de cadena le indicó que teóricamente el sol estaba a punto de salir, aunque por aquellos días el astro rey se mostraba enfermizo y caprichoso, asomándose levemente sin dar más que un mezquino calorcillo. En toda la noche el vampiro solo había bebido con rabia la sangre de un borracho que casi lo había orinado cuando él se hallaba de rodillas en el suelo buscando un botón que de todos modos no encontró. Por eso iba con un ánimo de mil diablos dispuesto a volcarlo contra lo primero que se le atravesara, pero cambió de parecer cuando se encontró con la tierna imagen de Margarita sonriéndole desde la escalinata de entrada. Lucía serena y casi inocente perdida entre lo pliegues del enorme abrigo que él mismo le había puesto antes de salir (propiedad de la ex dueña de casa) para no llamar la atención con el vestido verde que aun llevaba desde la fiesta. Conmovido correspondió a la amabilidad y entraron juntos.
De Dennis, ni señas. Al principio no le dieron importancia, se acomodaron en los sillones a dormitar. Sin embargo las horas pasaron y el sol se alzó cansinamente en el dormitorio sin que el vampiro se dejara ver.
Para hacer tiempo, Tristán comenzó a repasar con tinta las líneas de su retrato amado, pero se le notaba distraído. A ratos crispaba las manos, intranquilo, consternado. Margarita dormía, o eso aparentaba, por lo que al fin él se permitía liberar sus sentimientos de preocupación. Por un lado tenía confianza en que Dennis hubiese encontrado un refugio, era listo y no le faltaba experiencia, por otro, sabía lo descuidado y atrevido que podía ser. Pese a todos los esfuerzos por evitarlo, sentía gran afecto por su amigo, tan intenso como no lo había sentido por alguien desde sus días de actor, lo cual intuía que podía ser peligroso para seres como ellos. Había caído víctima de la costumbre, hasta el punto de sentir un miedo infantil a que su mundo cambiara otra vez sin preguntarle si estaba preparado para volver a enredarse en las vorágines despiadadas del tiempo y las circunstancias que lo van transformando todo. Sonrió para sus adentros, seguía siendo un niño, como solía decirle Dennis y al recordarlo, volvió el miedo, volvió la tristeza, volvió la soledad.
Las horas pasaban alimentando su nerviosismo, pensaba en los posibles hechos, todos fatídicos en su pesimista imaginación, en aquellos vampiros conocidos en el camino que habían quedado un amanecer convertidos en cenizas por mirar con sus ojos plagados de tinieblas el inmaculado rostro de la luz, en sí mismo en ausencia de Dennis… y alejaba aquellos siseos de víboras derrotistas sacudiendo la cabeza, pero éstos volvían como moscas sobre la carroña de su tristeza, y las horas pasaban lentas, demorando la noche benefactora.
Aunque no lo demostrara, también Margarita estaba apenada, tanto por la ausencia de uno como por la pronunciada angustia del otro y fingía dormir murmurando para sus adentros inmemoriales cánticos de consuelo.
Aquél fue un día largo en que las personas celebraron dejando sus casas ante el momentáneo cese de la nevada, hicieron visitas y compras, despejaron vías y suspiraron, mas en la solitaria casa burguesa, encerrados entre pesados cortinajes, dos vampiros sufrían un silencioso duelo por la presunta desgracia de su amigo y hermano de raza.

La noche llegó y siguieron esperando infructuosamente, estoicos, absortos, sin darse cuenta de cómo pasaba el tiempo resbalándose por las ventanas, mientras una oscura resignación comenzaba a extender sus raíces en sus agrietados corazones. Hasta que en la madrugada de la quinta noche, cuando ya no les quedaba nada de esa llama profunda y reconfortante que las personas suelen llamar esperanza; la puerta se abrió de súbito en un golpe de asombro a los presentes para mostrarles la figura siempre campante del muchacho rubio con sonrisa de carnaval eterno
-¿Quedan cervezas?- dijo Dennis sacudiendo la nieve del abrigo sobre la alfombra- Me mato por una cerveza ¿No hay? Ni modo, un vodka está bien…
La primera en reaccionar fue Margarita, abrazándolo emocionada para luego mirarlo con una exclamación atorada y el gesto confundido
-Dennis… me llamo Dennis
-¡Dennis!
Exclamó al fin la vampira al recordar su nombre y volvió a abrazarlo. Tristán se puso de pie, pero habló desde su lugar
-¡¿Dónde estabas, mierda?!
-Es que me quedé dormido. Bajo la nieve jeje
-¡Qué te…! ¡Dennis!
Dennis sonrió y le dio un fuerte coscorrón a su amigo, aunque éste era más alto que él. Comprendía que esa actitud era una seña de su íntimo alivio al verlo sano. No obstante, Tristán no estaba del todo tranquilo, pese a todas las emociones que se le venían encima de golpe, haciéndolo sentir casi vivo otra vez, ciento veinticinco años de estar junto a alguien te permite reconocer cuando está mintiendo (y no es que aquella mentira fuera de las mejores), aunque también te enseña a respetar sus silencios. Tristán guardó sus conjeturas y decidió esperar a que las cosas se develaran solas.
A la noche siguiente arremetieron otra vez a la cacería, como si aquél incidente jamás hubiese ocurrido. Sinceramente digo, estos tres vampiros tenían un inusitado don para olvidar o para mentirse a sí mismos. Sin embargo, Dennis volvía a incurrir en la gracia de desaparecerse por extensas jornadas, solo que ya nadie se preocupaba, tal vez intuyendo que algo ocultaba o simplemente cansados de gastar sus nervios en aquél desgraciado.

El invierno continuaba su azote despiadado, pero no todos tendían a refugiarse en sus frazadas eléctricas entre muros de concreto como corresponde a la gente de bien. En las afueras de la ciudad, en las carreteras cubiertas de nieve, un grupo de conductores se gastaban las noches tentando al destino con peligrosas carreras clandestinas donde tan fácil era perder la vida como perder una llanta de su automóvil. Aquella noche, el segundo lugar fue obtenido por una corredora de gran talento y experiencia. La mujer estaba molesta por ello, aunque sabía que después de un par de tragos todo iría mejor. Volvió a montar su Ferrari TR 59 y se dirigió, como siempre a beber unas copas para pasar la derrota o celebrar los triunfos según fuera el caso. Era una mujer hermosa, de piel morena, apasionados ojos negros como chorlos gemelos, labios gruesos siempre dispuestos para una sonrisa, que en cada gesto dejaba entrever el fuego rebelde de su alma libre. Pertenecía a aquella minoría de personas que no se quejaba de su vida simplemente por el hecho de que ella llevaba el volante de la suyas y por tanto, se sentía siempre segura de sus actos.
Y allí estaba Dennis, quien cada noche seguía con avidez el curso de sus carreras, desde hace mucho que no veía tal despliegue de libertad, recordándole los tiempos antes de ser un vampiro, no lo entendía bien, pero ella le causaba una fascinación obsesiva. No obstante, no se atrevía a acercársele, no lo llamen cobarde, era solo un ingenuo temor a enamorarse, sus tan elaborados métodos de conquista no funcionarían con ella ¡cómo podrían! esa clase de mujer debe conocer cada artimaña, además de solo pensar en hablarle el cuerpo se le paralizaba, su mente se nublaba y parecía todo un idiota baboso, por muy difícil de creer que sea; así que es de suponer que él nunca se le acercaría. Ahora bien, como suele suceder con este tipo de personas, ella, tan caprichosa, había visto por primera vez a este simpático rubiecito y sucedió lo inimaginable, se acercó y luego de beberse el resto de cerveza de Dennis le miró concentrando toda la coquetería en sus ojos apasionados. En ese momento el universo desapareció, al joven amante ni siquiera le molestó que ella tomara su cerveza, le encantaba, en ese instante, y a pesar de sonar cliché, el tiempo se detuvo, o fue tan lento que el no se percató de su existencia, solo estaba ella y él, insignificante, admirándola. Ella comenzó a hablar y él no pudo escuchar, su cuerpo (como ya lo había predicho) estaba paralizado, no tenía ni la menor idea de lo que ella decía, no sabía si era importante, quizás alcanzó a oírlo, pero la mente le traicionó, pudo haberlo bloqueado, qué importa, él simplemente no tenía idea de cuales fueron sus palabras, estaba idiotizado, veía sus sensuales labios moverse y detenerse para sonreír o escuchar a Dennis, quién había comenzado a hablar sin saber que decía, pero por lo divertida que ella estaba podemos deducir que eran incoherencias.
Después de un largo tiempo, ¿o no? Ella se le acercó de frentón y robó su bufanda, quizás el frío que le azotó de golpe en el cuello hizo que el reaccionara, o el roce de sus manos, o ver su rostro tan cerca, lo cierto es (que además de ser una noche nebulosa) él al fin pudo escucharla.
- No pongas esa cara, a ti no te molesta y yo tengo frío, tu has sido el desafortunado a quién he robado la bufanda hoy, pero te daré oportunidad de recuperarla - su voz era simplemente hermosa, profunda, sensual, le llegaba mas hondo que cualquier otro sonido- apuesta por mí mañana, si gano te devuelvo la bufanda y tú invitas las cervezas.
- Ok ok – aún no tenía completo control de su mente por lo que no pensó en qué cobrarle si ella perdía, pero podía escuchar y hablar, y eso era realmente satisfactorio.
- Perfecto, trato hecho rubiecito – Sacó un labial rojo de su bolsillo, el cual nunca usaba en sus labios, y moviendo suavemente la cabeza de Dennis, dibujo en su ahora descubierto cuello un beso – En el caso hipotético de que yo perdiera, me lo cobras ¿ok?
Ya casi al amanecer se retiró a su departamento, a donde esta vez él no la seguiría. Al llegar abrió el refrigerador y tomó una cerveza importada Kunstmann, tal y como lo hacía cada noche antes de dormir, la bebió rabiosamente, arrojando el recipiente vacío junto al cementerio de botellas que algún día se dispondría a levantar. Tal y como lo hacía cada noche, también, Dennis buscaba un refugio desesperado, ahora dormiría más sonriente que de costumbre, pensando en cómo conseguir dinero para la apuesta (pues se había gastado todo en cerveza), quizás se la pediría a Tristón, aunque seguramente ese niñito habría gastado lo que tuviera en caramelos, qué se le va a hacer, así son los niños, Dennis lanzó una risita y después de un suspiro y cayó dormido en una vieja y oscura, por lo tanto segura, casa abandonada.
¿Enamorado? La idea había circundado su cabeza mientras él trataba insistentemente de erradicarla, pero al fin no le quedaba más que reconocerlo. Él el alma de los carnavales estaba enamorado. El depredador se rendía ante la presa. Sin embargo, no era un sentimiento tan fácil de etiquetar, se mezclaba con la admiración y con algo de recelo, quizás angustia, si bien la deseaba con toda su fuerza, se sentía incapaz de matarla para darle la inmortalidad pues en ese entonces ella perdería eso que la hacía tan especial, aquella pasión por lo efímero de la vida que hacia tanto tiempo le había sido negado al vampiro. Comenzaba a sentir vagamente las heridas de su amigo. Estaba tan enamorado que volvía a sentirse humano.

La noche siguiente, antes de dirigirse a las carreras Dennis volvió a la casa, sonriendo más que nunca, con la alegría más artificial que le hubiese exhibido alguna vez. Tristán y Margarita se encontraban descansando, ya que habían cazado la noche anterior no necesitaban volver a salir. Las cosas entre ellos iban bien, se acompañaban en silencio casi todo el tiempo, aunque a veces Tristán trataba de iniciar una conversación orientada hacia la presunta información que pudiese tener Margarita acerca de la Ilusionista, sin obtener nada de provecho; También habían aprendido recientemente a usar el televisor (vamos, que no son los más espabilados) y la muchacha solía pasar horas pegada a la pantalla viendo al ratón Mickey y los demás amigos de sonrisas cínicas, ¡vamos! ¿Por qué no? Mientras Tristán miraba la nieve caer. Así los descubrió Dennis cuando entró
-Hola, David- Saludó Margarita
-Dennis… mi nombre es Dennis
-Ah
Tristán contempló por unos instantes a su amigo y sin saludarlo siquiera, le preguntó
-¿Tienes hambre?
-Si
-Yo también, vamos a cazar
-Es una opción, yo había pensado en saciarme con cerveza, pero no le puedes decir que no a un niñito ¿verdad Tristón?
El aludido ignoró la broma, con inusitada solemnidad. Salieron rápidamente y caminaron sobre la nieve a grandes zancadas, algo no tan dificultoso para los vampiros, sin sentir la peligrosa tormenta que estaba pronta a dejarse caer. Ambos estaban conscientes de que no cazarían nada en esa noche, lo sabían de antemano. Sin detenerse, Tristán fue el primero en hablar.
-¿Qué te sucede?
-¿De qué hablas?
-Estás tan normal que es alarmante. Dispara ya
Dennis sonrió, pero con la escarcha que cubría sus pestañas era imposible ver que la sonrisa no se hacía extensiva a los ojos cuando respondió
- Estoy enamorado
-Vaya… ese fue un disparo rápido. De los años que nos conocemos nunca me habías contado algo así
-Nunca antes me había enamorado, además, esos temas me aburren. –Suspiró algo preocupado pero complacido - Pensaba que era simplemente imposible para nuestra especie
-…
-¿No me preguntas de quién? Es humana, corredora de autos. No sé su nombre, solo sé que es una sílfide latina de actitud ruda con mirada inteligente y sonrisa juguetona
Tristán se detuvo antes de responder la primera idea en su cabeza: “Te enamoraste de tu cena?”, pero nunca lo había visto tan afectado y se detuvo por respeto a esa nueva faceta de Dennis que se le presentaba, aquél rostro bajo la máscara. Algo en lo profundo de su alma se estremeció al pensarlo
-No, no estoy encaprichado con mi comida- dijo Dennis adivinando los pensamientos de su amigo-Es más bien que estoy prendado de la vida, de lo efímero de la vida… Llevamos tanto tiempo mirando las cosas cambiar, sin sentirlo realmente, sin sufrir cambio alguno ¿No extrañas esa emoción? Estar expectante a lo que vendrá, al borde de los límites arriesgando algo real, aprovechando el tiempo porque la vida se va y no volverá ¿Entiendes?
Tristán no respondió, aunque los dos sabían la respuesta. Rato después retomó la palabra tratando de parecer natural, pese a la amargura en su voz
-¿Y qué harás?
-Apostar…
-¿Apostar?
-Tienes dinero ¿no? Podemos empeñar tu reloj jaja
-Amm…-Tristán guardó silencio, como dudando de sus palabras - Me voy
-¿Eh?... lo siento, no sabía que tenías tanto cariño a ese viejo reloj
-No es eso, gaznápiro- replicó cansado, pero luego retomó su actitud contemplativa- Lo he meditado largamente. Yo también estoy enamorado, lo sabes. Llevo demasiado tiempo esperando y será una larga búsqueda- hablaba lentamente, esperando que cada sonido fuera bien paladeado y comprendido-… Además si amas a una humana, querrás protegerla de otros vampiros y eso me incluye
-Ok, no intentes nada estúpido
-Lo intentaré
Los vampiros se miraron incómodos. No existe manual que te enseñe a despedirte de un amigo, siempre resulta embarazoso y doloroso. Nunca se encuentran las palabras que representen cabalmente aquello que se quiere decir, algo que sea realmente genuino, por eso a veces lo mejor es no decir nada o decir cosas sin importancia que prolonguen como un chicle los momentos de estar con quien tal vez nunca más vuelvas a ver
-¿Y Margarita? ¿Quién se la quedará?
-Te dificultará en tu viaje, déjamela a mí
-Bien. Despídeme de ella, no quiero volver
-Lo haré. Ahora vete o se te acortará demasiado la noche. Que tengas suerte con tu ilusionista
-También tú
¿Y cómo articular una despedida después de ciento veinticinco años? Mucho habían pensado en que sucedería algún día, pero nunca se prepararon para ello. Les parecía casi inverosímil y no alcanzaban a apreciar cuánto cambiarían sus rumbos a partir de entonces.
-Adiós, niñito
-Adiós
Tristán se dio la vuelta y avanzó en la nieve. Dennis hizo lo mismo por su lado.

1 comentario:

  1. Maldita sea, me encantaba esta amistad. Odio cuando los amigos se separan. lo digo por experiencia propia...

    Pero que hermoso capitulo debo agregar, espero que Dennis sea feliz. Ahora a ver que pasa con nuestro amigo Tristán.

    Se despide EL Chico de la Risa Estruendosa.

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