Capitulo 1: Tristán, el precio de una ilusión

Si alguien le viera caminar por la calle bajo la luz de los postes, ni por travesura de la locura que suele insuflar ideas excéntricas en las mentes cuerdas, se imaginaría que aquél hombre era una de las terribles criaturas que el imaginario popular llamó vampiros. Sería tal vez por su lento andar encorvado y su mirar melancólico, característico de los solitarios, o por su aspecto tan corriente que le daba el don de mimetizarse entre las multitudes pasando absolutamente desapercibido. Era pues un hombre de mediana edad, alto y delgado como un boceto de Giacometti, melena lisa y oscura atada descuidadamente tras la nuca y ojos claros, como se ha dicho, que evocaban tiempos pasados y parecían devorarlo todo con un afán de vencer la distancia entre su pequeña isla y el gran mundo de los demás. Era, pese a todo, un vampiro y se llamaba Tristán.
El pasado de Tristán, por aquellos tiempos anteriores a que un par de marcas en su cuello le llevaran a necesitar alimentarse de sangre humana, se pierde en la niebla de lo ignorado, por lo menos hasta su adolescencia, cuando apareció por primera vez ante la bohemia de una ruidosa ciudad en pleno siglo XVIII, enarbolando sus tiernos dieciocho años junto a los actores de la compañía teatral Crépuscule d'embouteillage.
Tristán pasó el resto de su adolescencia muy a su pesar interpretando papeles femeninos junto a la compañía, debido a la delicadeza menuda de su cuerpo, hasta que en un ensayo de Sueño de una noche de verano el director de la compañía oyó a una de sus hadas sacar voz de macho y todos comprendieron que el chico se había vuelto hombre. Así Tristán dejó de ser aprendiz y pasó a ser un actor que en breve llegó a ser reconocido en el ambiente por el ímpetu estremecedor con que se internaba en sus personajes hasta el punto en que se hacía difícil reconocer la diferencia entre actuación y realidad, llegando a protagonizar las mejores obras de moda. Fue ése el período de esplendores en que el joven artista conoció lo que serían las grandes pasiones de su vida (y no vida): el buen vino, la confección de extravagantes máscaras con yeso y pinturas de colores y la composición de guiones teatrales, cada cual más extraño que el anterior, que nunca verían otra luz que la exigua vela de su cuartucho sin ventanas, cosa que en verdad nunca le importó.
Pero la felicidad siempre es pasajera, o así lo ha pensado desde siempre él. Un día su paz y estabilidad se fueron a la cresta por culpa de un malentendido que algún día relataré. Tuvo que dejar la compañía que le había visto crecer y sin más bien que un bastón y una maleta con algunas máscaras de su propia creación, chucherías varias y algo de ropa, con menos dinero que sonrisas y sueños como mariposas, es decir, multicolores, estúpidas y con una esperanza de vida de un día a lo sumo.
A duras penas, en parte por la lástima de sus amigos y en parte porque la decadencia social de la época inflaba toda iniciativa de la que pudieran extraerse burlas o chismes, Tristán sacó adelante su propio teatro. No era un gran teatro, de hecho, era más bien pequeño… a quien miento, era ínfimo, un simple galpón abandonado donde instaló algunas viejas butacas y un escenario con telones color rojo bermellón, pero que gracias a un grandilocuente sentido de estética logró aparentar la exclusividad que él pretendía. El Salón de los Delirios, según lo bautizó el mismo Tristán, comenzó a atraer a las más diversas clases de espectáculos y con ello a curiosos espectadores que buscaban un lugar diferente que les ofreciera una propuesta única, lúdica y creativa para satisfacer las carencias de sus aturdidas imaginaciones
Operetas censuradas, coloridas farsas, sombras chinas, charadas y variedades poblaban todo el tiempo los enmohecidos tablones del Salón de Delirios de Tristán. También su vida se llenó de nuevos matices, bebiendo en largos tragos el agridulce licor de la libertad, entre artistas y aficionados. Nunca gozó de demasiado dinero, alimentándose lo mínimo por invertir en los espectáculos que exhibía su amado teatro y en los manuscritos que aunque se amontonaban ociosamente bajo su cama, eran su máximo tesoro. Era, por así decirse, un hombre feliz, si es que esto era posible en alguien como Tristán, casi predestinado a padecer una melancolía crónica digna de navegante y vagabundo, de vividor bohemio y artista pobre.

Una noche llegó a la puerta de su cuarto (que era también el camerino del teatro) una mujer poseedora de un aire exótico que decía llevar tiempo buscándolo. Tristán la recibió medio adormilado por el vino y las trasnochadas, pero entre las brumas de la resaca reconoció que se trataba de una hermosa dama con un “algo” especial que la hacía particularmente fascinante, peligrosamente, diría yo. Nunca supo su nombre, tampoco su origen, lo único que logró extraer esa noche de sus encarnados labios fue un oficio y una proposición
-Buenas noches. Soy ilusionista, quisiera presentarme en su teatro
-Por supuesto, mañana estará bien
La mujer le dedicó una sonrisa adamantina que para Tristán fue una verdadera llamarada incendiando sus fibras
-Entonces nos vemos mañana por la noche
Dijo en un ronroneo y se fue. Tristán cerró su puerta dudando si lo sucedido había sido real o solo era una broma de su estrambótica mente. Solo se aferraba a una certeza: acababa de enamorarse.
A la noche siguiente, apenas se había puesto el sol, Tristán sintió nuevamente el golpear en su puerta y la figura anhelada se dibujó en la penumbra vestida al modo circense con abalorios brillantes y tocados de plumas, en su mano izquierda llevaba un baúl con los artificios de su espectáculo.

-Bienvenida. La estaba esperando- dijo nerviosamente Tristán, haciéndola pasar a su cuarto de soltero- Se presentará al final de la jornada ¿le parece bien?
-Bueno, el último número suele ser el mejor
-Ahora, si me permite quisiera saber algunas cosas. Su nombre artístico, sus antecedentes, su precio…
-Llámeme solo La Ilusionista. Mi pasado es una vorágine que no vale la pena explorar y el precio de mi espectáculo… por hoy, es gratis. Necesito darme a conocer antes de plantear un valor
-Comprendo, Srta. Ilusionista ¿Le apetece una copa de vino?
La mujer sonrió.
La presentación de la Ilusionista fue sencillamente grandiosa. No podría dar con los epítetos correctos para describir la calidad del espectáculo y tampoco los asistentes, que apenas podían cerrar sus pasmadas bocas y atinar a aplaudir las ilusiones inverosímiles que la misteriosa mujer hizo realidad en el pequeño escenario. Trucos increíbles con espejos, partición por la mitad de voluntarios que después aparecían unidos de nuevo, animales que en minutos caían convertidos en papel de seda, levitaciones y transmutaciones de objetos que eran una verdadera afrenta a las leyes de la física, formaron parte del mágico sueño que la Ilusionista compartió con los pobres e ignorantes espectadores, sin perder ni en un minuto su sonrisa felina.
Cuando terminó su turno, una tormenta de ovaciones estremeció los cimientos del teatro, por parte de un público que parecía estar despertando de un trance. La Ilusionista bajó del escenario por la parte de atrás encontrándose con el más sorprendido de sus admiradores, Tristán
-¿Podría darme una copa de vino, Monsieur?
Tristán reaccionó torpemente sirviéndole lo solicitado. Tenía la urgente necesidad de decirle todo lo que pensaba y sentía, pero las palabras no acudían a su boca y en cuanto intentó formularlas se quedó frente a ella sobrecogido como un niño, por lo cual la dejó para ir a despedir a la concurrencia mientras se le disipaba la turbación.
Tanto se distrajo en el acto banal de cerrar el teatro, que no se percató que la única persona que no había salido por esa puerta era precisamente la mujer Ilusionista, pues ésta lo esperaba en su cuarto. Cuando Tristán entró a su habitación y la vio allí, tendida en su cama en todo el esplendor de su desnudez, no cupo espacio alguno para las palabras ni para el asombro, sintiendo que el sortilegio de ese misterio era lo más natural del mundo y dejándose llevar por el cierzo de las circunstancias.

Tristán y la Ilusionista desconocida se amaron como nadie en el mundo lo podría imaginar, solo tal vez una prostituta boxeadora, con la pasión y el embrujo onírico de lo más primigenio del alma humana, del modo en que debieron haberlo sentido la primera pareja, Adán y Lilith, el los albores del tiempo.
En cierto momento, Tristán sintió el suave contacto de los labios de su amada en el cuello, que luego se convirtió en un intenso dolor. Lo siguiente que vio, antes de perderse en las brumas de la inconsciencia fue el rostro sublimado de la mujer en una mueca magnífica y terrible de depredadora, con los labios empapados de sangre, Su sangre. Luego se hizo la oscuridad.

Abrió los ojos lentamente, desconcertado. Un frío desgarrador corroía sus entrañas desde lo más hondo. Bastaron unos segundos para recordar lo ocurrido, pero el proceso de comprenderlo sería mucho más lento. Imaginó la escena en la que se encontraba vista desde el exterior, su cadáver desnudo sobre la cama revuelta, su soledad estremecedora, su sangre salpicada en la habitación; se sorprendió al pensar en sí mismo como cadáver, pero no podía moverse y entrar en el pánico en que quería estar (para asegurarse de que aun vivía), estaba extenuado, tenía hambre, pero no era esa ansiedad básica por comer, su apetito abarcaba cada parte de su cuerpo, era una extrema necesidad de Vida, sí, de sentir en su cuerpo vacío fluir la vida de otro ser humano. Tristán se excitó al pensar en la sangre de otra persona derramándose por los cuellos desfallecientes, su cuerpo reaccionó súbitamente contra su voluntad, algo en su interior se rebelaba, había una nueva fuerza en sus extremidades amenazando con tomar el control de su persona. Respiró hondo para serenarse y comprobó que no necesitaba del aire, lo que lo atormentó aun más que sus nuevos instintos. Una palabra llenaba su mente insistentemente, agobiante, desesperante, hasta que no lo pudo aguantar más y comenzó a musitarla una y otra vez, como queriendo sacarla de sí mismo

-Vampiro… vampiro… vampiro… vampiro… vampiro…
Había oído y leído historias de las criaturas de la noche que necesitaban de la sangre para continuar en el estado de no muertos que les otorgaba la vida eterna, pero desde luego que no las había creído, pronunciando alguna broma acerca de ellas, nada más ¿Cómo iba a imaginarse que la encantadora mujer que había llegado a su puerta era una criatura de mito? Se sentó sobre la cama con una intensa desolación. Esa mujer, de verdad la había amado y aunque ahora supiera que ella se había marchado llevándose su vida (nunca más literal), dejándolo convertido en un monstruo huérfano, seguía deseándola. Era el rostro de la muerte y el rostro de la magia, nunca podría olvidarla, aunque solo supiera de ella el oficio y la condición.
Un golpe en la puerta lo sacó súbitamente de sus cavilaciones, con esperanza pensó que era ella y anunció con fingida serenidad que entrara. Pero no era quien esperaba, sino su amigo Henri, un estirado pianista que a veces animaba con su música los espectáculos por unas monedas.
-¡Tristán, amigo mío, qué sucedió!
Exclamó el músico abochornado por la escena. El aludido sonrió amargamente, comenzaba a embargarlo una leve sensación de desprecio hacia el hombre que se encontraba azorado frente a él
-¿Estuviste bebiendo? ¿Qué pasó, Tristán?
En dos movimientos, Tristán se posicionó frente al músico con la mirada encendida, Henri sintió un escalofrío recorrer su espalda y quiso huir sin saber el motivo, pero no alcanzó pues antes de que asumiera que definitivamente algo raro le sucedía a su amigo, éste ya mordía con bestial avidez el cuello que se abría como un rojo tulipán de vida menguante, con sus recién descubiertos colmillos y quebrando simultáneamente los huesos de las extremidades que forcejeaban en un último instinto de supervivencia. Hasta que solo hubo silencio, era el silencio casi palpable de la muerte.
Tristán pasó el resto de la noche sentado junto al cuerpo, por si volvía a la vida como él, aunque lo dudaba porque aquello que velaba estaba más cerca de parecer un estropajo ensangrentado que un cadáver. Su mente estaba tan golpeada que ni siquiera podía asimilar todo lo que se le venía encima, sumida en una impenetrable oscuridad.
De los muertos ojos de Tristán comenzó a fluir un llanto invisible, mas no lloraba de culpa por asesinar a su amigo, lloraba por sí mismo, porque era un vampiro y no había vuelta a atrás.

11 comentarios:

  1. hasta el momento pinta re bien la hitoria *-*...acá comentando su fan nº 1 jojoo , esperando con ansias el segundo cap :c ... quiero saber el nombre de la ilusionista o.o

    A: si ke se necesitan años para lograr trabajar bien con C ( kien mejor ke tu jajaja )
    C: no me vayas a venir a golpear o apedriar la casa u.u

    ResponderEliminar
  2. jajaa oraleeeeeee q buena en seriooooooooooooooooo me quede picada quiero mas mas jajajaja waaa xd

    ResponderEliminar
  3. XDDD TE QUEIRO MENSIS Y PUES EN SERIO BUEN TRABAJO CHICAS SIGAN ASI n.n ESTARE ANCIOSA POR VER LO DEMAS n.n

    ATT. AIORIA_20LEO

    ResponderEliminar
  4. :o esta muy buena la historia si que tienes talento para esto ^^ me quede con las ganas igual de saber el nombre de la ilusionista y ver el segundo capitulo jeje si este esta bueno ya me imagino el segundo O ¬ O cuidate mucho suerte y ya sere el fan n°2 jaja bye

    ResponderEliminar
  5. Esta buena, en serio :D
    Pongan el otro capitulo ya!

    -The Sorrow-

    ResponderEliminar
  6. :O me dejo con gusto de más...felicitaciones esta muy buena su historia, esperare con ansias el proximo capitulo *-* :D

    ResponderEliminar
  7. Awr son muy buena Duplaaaa c: ME encanto la historia y notese que nunca leo tanto por el Pc jkasj
    A: Avisame a mi también cuando publiques el otro capítulo c:

    ResponderEliminar
  8. mmm va bien, aunqe es clasica, pero tiene un toque distinto, ... la entrada costo algo pero luego fluye el texto por si solo, a la espera de nuevas entregas,
    Harlevin

    ResponderEliminar
  9. wow el 2º capitulo esta muy bueno = :D
    esperare con asnias los capitulos siguientes *-*
    s3b4

    ResponderEliminar
  10. Bueno, ya leído el primer cápitulo me interesó bastante. Un vampiro a lo clásico, eso quería ver yo. Ya, mejor me leo el segundo, se despide tu más nuevo seguidor: El Chico de la Risa Estruendosa.

    ResponderEliminar
  11. aaaaaahhhhhhhhhh lo ame, la prosa, el ritmo, el fluir de los parrafos, la terrible angustia de Tristan ( lo ame aunque me recuerda al amigo( no Luis) de Lestat.
    Voy a terminar odiandote de pura envidiosa ¬//¬

    no leemos leugo
    "¡No nesesito ir al psiquiatra!"

    ResponderEliminar