Capítulo3: Margarita, hechizo de Babia en Rusia

Los años ven cayendo ligeros e imperceptibles como plumas cuando se es inmortal y se hacen más cortos también cuando solo vives la mitad del día. Así, un siglo y cuarto se fue en un pestañeo para Tristán y Dennis, consolidando su amistad. Iban de un lado a otro, persiguiendo las noches más largas, hablando de lo humano y lo divino, mas jamás de lo vampírico, en una especie de acuerdo tácito por respetar las motivaciones de cada uno y los avatares de sus respectivos pasados. Aprendieron a conocerse, sus gustos y aversiones, sus defectos y virtudes; Dennis era un hábil cazador a la hora de atraer a las personas, pero Tristán sabía manejar los cuerpos con fría delicadeza para que jamás se esparcieran los desagradables rumores acerca de chupasangres o asesinos en serie que en otros lugares obligaban al nomadismo a comunidades enteras de vampiros que solo buscaban paz y alimento. Compartían soledades de un modo práctico que resultaba beneficioso para ambos, se acompañaban y se ayudaban si era necesario, Tristán solía verse limitado en las cosas más triviales y requería del alto sentido de adaptación de Dennis para asumir los múltiples cambios de sus existencias errantes, quien por su parte tenía una facilidad única para meterse en problemas de los cuales solo podía sacarlo la meticulosa discreción de su amigo. Se necesitaban mutuamente, quizás, pero no lo sabían, pues en un acto de recelo defensivo nunca se permitieron abrir una puerta para indagar en los caóticos espirales de sus sentimientos. La explosiva cháchara de Dennis ocupaba casi todas las horas de sus viajes, evitando que Tristán pudiera poner atención a los corrosivos murmullos de su conciencia. Junto a Dennis había aprendido a vivir en el momento sin sentarse demasiado a reflexionar, quitándose la odiosa manía de sentir pena por su condición y sus víctimas. Aunque en breves destellos de cordura se asombraba de sí mismo, reconocía que le había tomado el gusto a ser un vampiro, pero ya se ha dicho, la melancolía era crónica en su naturaleza (tal vez por el peso de su nombre) y nunca pudo deshacerse del aire tímido que lo empujaba a los sombríos rincones del anonimato. ¿Era feliz ahora? Una pregunta desesperante a la que no sabría responder y tampoco él, se sentía bien pero en el fondo, algo le decía que la burbuja de jabón estaba pronta a estallar.
El mes de diciembre los descubrió en el noroeste de Rusia, sorprendiéndolos con las festividades navideñas. Con un tétrico sentido del humor se apropiaron en Nochebuena de la casa de una solitaria pareja de burgueses que tuvo la mala suerte de encontrarse con un par de vampiros hambrientos a la salida de un comedor de caridad. Y como el hogar era acogedor y afuera nevaba de un modo que hasta los no muertos consideraban jodido, decidieron quedarse ahí hasta que la furia del invierno comenzara a amainar.
-Pareces un niñito ahí mirando la ventana como baboso
Decía Dennis a Tristán, mientras se dedicaba a registrar el bar del anterior dueño de casa buscando una cerveza. Tristán solo guardaba silencio, sin dejar de mirar la blanca nieve que se dejaba caer como plumillas de ángel desde el cielo encapotado sobre el camino, sí, se sentía como cuando era niño (hacia tanto tiempo que le resultaba chocante tratar de recordar), aunque era más bien como el recogimiento sacro de un poeta ante la magnificencia de la naturaleza. Esa noche, cuando Dennis se disponía a salir a sus paseos usuales, Tristán se quedó en casa.
Esa noche, también, el humano se rebelaba contra la bestia. Tristán recorrió tranquilamente una a una de las piezas de la casa sopesando cada movimiento con pulcritud, se deleitó con las obras de arte moderno que decoraban los siúticos aposentos y hojeó los libros, dejándolos en el aparador inmediatamente porque no entendía ni jota (si es que alguno de esos símbolos malditos era una jota) del ruso. Siguió vagando por los pasillos, cada vez más confiado, con un entusiasmo entre infantil y científico por las pequeñas cosas que llenaban la vida de las personas normales, aquellas a las que había renunciado hacia más de dos siglos.
Entró a un pequeño cuarto equipado para ser utilizado como oficina. Había papeles y bolígrafos en el escritorio y Tristán recordó con honda nostalgia sus manuscritos abandonados bajo el colchón de su cama en el camerino de su teatro, su teatro… ¿Seguirían allí todavía aquellas páginas extravagantes, sus sueños empolvados? No pudo evitarlo, el pasado lo había acechado y atrapado, no podría seguir eludiendo sus viejas cruces.
Registró descuidadamente los cajones del escritorio y halló una llave que abría una puertecita en un aparador cercano, donde encontró varias botellas de buen vino francés con una copa de cristal… y un carboncillo que por algún descuido fue dejado allí sin que nadie le diera importancia. La primera copa la bebió lentamente mirando por la ventana, quería recordar, pero en su memoria todas las cosas antes de la conversión se volvían nebulosas. La segunda copa fue más rápida, sabía que no se iba a embriagar, lo cual no era muy reconfortante porque quería acortar esa noche lo más posible y sabía que Dennis iba a tardar (con tanta nieve ni siquiera se sabe cuándo es de día, decían las gentes). A la tercera copa de vino notó que aun llevaba el carboncillo en el bolsillo del chaleco y sin pensarlo demasiado se sentó ante el escritorio tomando un folio en blanco para comenzar a trazar unas tímidas líneas de negro grafito.
Cuando Dennis llegó encontró a su amigo rodeado de papeles arrugados y ensimismado en los bocetos de un retrato
-¿Sabes en qué fecha estamos, Tristán?
-Hay un calendario en el vestíbulo
Respondió el aludido sin levantar la vista de su trabajo
-Estoy preguntando si TÚ sabes qué fecha es hoy
-No lo sé
-¡27 de Diciembre de 1999!
Exclamó eufórico Dennis
-¿Y?
-¿Y? ¿¡Y!? ¿¡YYY!? ¡Se viene el cambio de siglo! ¡De milenio!
Tristán lo miró desconcertado
-¿No has vivido ya otros cambios de siglo?
-¡Ahah, Claro que sí, más de los que puedo recordar, por eso puedo dar fe de que son las mejores fiestas existentes! ¡Además es mi primer cambio de milenio!
-Oh… muy bien
-Así que tendremos que cambiar nuestras ropas, en cuatro días esta ciudad sabrá lo que es una fiesta con Dennis
-Muy bien
-¿Y tú que has hecho?... te ves concentrado…
-Descubrí que sé dibujar muy buenos retratos
-Oh… muy bien

Los cuatro días siguientes pasaron desapercibidos para ambos. Dennis iba y venía, como siempre, de bar en bar, de rincón en rincón, de cuello en cuello. Tristán se quedó en la casa terminando el retrato de la Ilusionista. No quitaba los ojos del papel en que el rostro de la mujer iba tomando forma entre las sombras grises del carboncillo, volvía a amarla al paso danzante del lápiz, retocando los trazos como si acariciara nuevamente la tersa piel. Se dedicó particularmente a modelar los ojos, grandes, vivaces, con aquél brillo mágico en sus pupilas negras (se asombró de la gran capacidad expresiva del dibujo, supuso que se debía a un aumento de su sensitividad después de muerto) y sus pestañas infinitas; luego fue el descenso recto de su nariz hasta llegar a los labios gruesos siempre en un rictus doliente y sonrientes a la vez, la barbilla delicada, el cuello elegante como el de un cisne personificado. Trazó extasiado las líneas del cabello, donde escondió el rostro para sentir su olor en aquella noche de gloria, las ondas alocadas, juguetonas desparramándose sobre los hombros y los senos, cabellos tan oscuros que devoraban la luz, dejando apenas algunos destellos blancos para el brillo.
-Muy bonita ¿Quién es?
Preguntó Dennis, mirando el dibujo por sobre el hombro de Tristán cuando él contemplaba ensimismado su obra al fin terminada
-Una ilusionista ¡Qué digo! Ella en sí misma es una ilusión
-Oh, como sea, vístete Tristán, la fiesta de Año Nuevo es en una hora
-¿Año nuevo? ¿Ya?
-Sí, amigo, pasaste cuatro días pegado a un papel… -dijo dándole un golpe en la cabeza-Seguro tienes hambre, habrá mucha comida allá…
-De acuerdo…

Los dos vampiros se vistieron adecuadamente para la ocasión y la época. Aunque Dennis se preocupaba de que su apariencia siempre estuviera a la altura de los tiempos, Tristán no terminaba de acostumbrarse a los frecuentes caprichos de la moda y se dejaba asesorar completamente por su compañero. Se trataba de una ocasión tan importante que Dennis compró las prendas y no las tomó de los cuerpos que dejaban en las calles para que el sol los convirtiera en cenizas, claro que el dinero para adquirirlas seguía siendo de los mentados finados, pero encontrar un atisbo de culpa en el corazón de tan encantador muchacho era más difícil que encontrar semillas de pino en el desierto.
Antes de salir, Tristán dobló cuidadosamente el retrato y lo guardó en el bolsillo de su pantalón.
En el ambiente se respiraba un aire festivo, todas las personas convergían con sus mejores atavíos en el gran salón donde se llevaría a cabo la principal fiesta de la ciudad. Se hacían viejas tradiciones de año nuevo y los charlatanes hablaban del nuevo milenio, algunos con promesas de progresos súper-tecnológicos y otros presagiando horrores apocalípticos. No era la primera vez que nuestros protagonistas oían todas esas historias y tampoco eran los únicos que se encontraban en esa situación, sí, en aquel evento no serían los únicos vampiros.
Entraron como dos jóvenes comunes y corrientes cuando el jolgorio estaba recién comenzando. Se dirigieron inmediatamente al bar donde tomarían algo mientras pasaban revista con la mirada entre los asistentes, buscando a los elegidos para ser parte de la verdadera fiesta que celebrarían en la oscuridad. Dennis pidió cerveza para él y vodka para su amigo, esperaba su orden cuando se fijó en una agraciada joven que se abanicaba coquetamente con un panfleto de la fiesta lanzándole miradas furtivas y cediendo a sus impulsos como siempre se acercó a conversarle. Tristán lo ignoró, a diferencia de Dennis no le gustaba flirtear con su cena al menos que ésta diera los primeros pasos, para él sexo amor y cacería eran tres conceptos que difícilmente podrían mezclarse, de hecho, esto había ocurrido solo una vez y con fatales consecuencias. Pensando en ello, sacó el retrato de su bolsillo y lo contempló nostálgico, en toda la vida solo la había amado verdaderamente a ella, a la desconocida, a la asesina. Muchos sentimientos se fusionaban de tal forma que se volvía imposible tratar de darles nombre. Esa belleza era del mismo modo fatal causante de amores antológicos y odios viscerales
-Suzy…
Dijo una delicada voz a sus espaldas. Tristán se volvió sorprendido, la chica que le había hablado señalaba el retrato con desconcertada vehemencia. El vampiro reconoció inmediatamente los rasgos que la caracterizaban, la palidez casi azulada de su piel, la opaca profundidad de su mirada, los movimientos sigilosos del depredador. Estaba frente a una de los suyos, aunque a simple vista no lo aparentaba, por su cuerpo menudo, la enmarañada cabellera castaña que le caía sobre los hombros en rizos rebeldes, la sencillez de su vestido verde y su gesto distraído
-¿Qué dices?- preguntó- emm… ¿Hablas español?
-Eso creo…
Respondió la joven.
-¿Conoces a esta mujer?
Insistió, pero la muchacha ya se encontraba bastante lejos siguiendo divertida a un perrito faldero que deambulaba perdido por ahí.
Buscó en el aire el aroma de la vampira, no sería difícil reconocerlo, un olor personal mezclado con sangre seca, característico en su especie por la ausencia de transpiración y de algunas hormonas. Desplegando las certezas del cazador siguió el aroma con sigilo y ahínco, se paseó lentamente por el salón y los pasillos adyacentes que llevaban a los jardines y rincones donde algunas audaces parejas daban riendas a sus retozos. La fiesta alcanzaba su apogeo, pero Tristán se confundía con el mobiliario tratando de recuperar el sutil rastro entre tantos danzantes liberando endorfina. En eso alguien exclamó algo señalando el reloj que desde su posición reinante estaba a punto de dar la medianoche, con un júbilo colectivo comenzó la cuenta regresiva de los segundos
-…пять!
-…четыре!
-…три!
-…два!
-…один!
-¡¡с новым годом!!
La alegría eclosionó en un solo clamor, cincuenta botellas de champagne estallaron a un tiempo chorreando la espuma de la dicha y volaron a un tiempo una superlativa cantidad de fuegos artificiales que deslumbraron al público con sus destellos policromos. En otras circunstancias Tristán hubiese celebrado como todos los demás, mas en aquel momento sufrió un gran desconcierto al sentir unos fríos brazos apresando su cuello
-¡Feliz año nuevo!
Exclamó la vampira cuando Tristán volteó y se encontró con su rostro dulce y casi inocente.
-¡Tú!
-¿Yo?
-¿Conoces a la mujer de mi retrato?
-¿Suzy?
-¿Ese es su nombre?
-Tal vez
Tristán no alcanzó a asimilar ni responder al extraño diálogo, pues súbitamente otro abrazo los estremeció, ahora Dennis se adhería al saludo asiendo por los hombros a la pareja
-¡Otro siglo que le ganamos a la muerte!- gritó y luego se percató de que abrazaba a la desconocida- Hola, no nos conocemos. Soy Dennis
La muchacha sonrió como si recién descubriera su presencia
-¡Hola!- respondió y se volvió al otro vampiro apuntándolo hasta casi punzarle la cara- ¿Y tú?
-Tristán… ¿Cómo te llamas?
La aludida miró a su alrededor con expresión vacía y se fijó en el barman que preparaba una copa con tequila, jugo de limón y triple sec, sirviéndola con sal en la orilla de la copa y una torreja de limón
-…Margarita
-¿En qué andas Margarita?
Preguntó Dennis. La muchacha lo miró como si despertara de un letargo y entrara inmediatamente en otro, para responder al final con un hilillo de voz
-…No lo sé…
-¿Quieres venir con nosotros?
Se adelantó Tristán, para asombro de su amigo, que pretendía hacer la misma proposición. A ambos los intrigaba la naturaleza extraviada de la vampira
-Bueno

Es una extraña forma de iniciar una amistad, lo sé, pero ¿Qué más se puede decir? Las grandes historias prescinden de explicaciones. A partir de entonces un nuevo capítulo se abría para estos vampiros junto al nuevo milenio, pues desde esa noche los tres pensaron con más resignación que entusiasmo que sus historias se trenzarían para no desenmarañarse más…

1 comentario:

  1. Margarita me hace recordar a Dory de Buscando a Nemo. Realmente es una historia de vampiros que esperaba. Me emociono con cada palabra, y me da una envidia sana (no sé si tanto) al ver que su forma de escribir es superior a la mía. Debo aprender. Se despide El Chico de la Risa Estruendosa.

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